lunes, 26 de septiembre de 2016

Malvinizar III

Comparto otro texto (que tiene ya muchos años) en los que a modo de presagio hablaba de como se iba a "malvinizar".
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Tocar el tema Malvinas hoy, a “solo” 12 años de terminada la guerra, se torna difícil.

Los ex combatientes somos un problema porque no es fácil entendernos, y encima somos tercos y nos resistimos a que “Malvinas” quede en el olvido. Insistimos en que la sociedad debe hablar de Malvinas.

Cuando hablamos de “malvinizar” lo que buscamos es que la gente, la sociedad, se interese en “Malvinas”, que se informe de la historia y geografía de las islas y su usurpación, y también de lo actuado en la guerra. Pero seriamente, contando “la verdad” de cada uno y lo que nos tocó vivir.


Para el ex combatiente “malvinizar” es poder mantener en la gente el interés en las islas para que poco a poco se genere un sentimiento hacia las Islas parecido al que sentimos quienes tuvimos el privilegio de ir a pelear por ellas. 

Que las sintamos “nuestras” y que mantengamos el reclamo y no bajemos los brazos para recuperarlas por la mejor vía que encontremos.

Ese sentimiento de pertenencia desde ya no se puede "imponer", ni adquirir de un dia para otro; es algo que debe gestar dentro de cada uno, con convencimiento, con conocimiento de la causa, aceptando lo bueno y lo malo que hicimos para llegar a esta situación a la que llegamos.

Estoy convencido que en lo que hace a la guerra, la difusión debe ser "viral" desde cada uno de nosotros, cada cual desde "su metro cuadrado" difundiendo y contando, con su óptica y su posición ideológica, con el relato real de “esos detalles" que dan otra visión de lo actuado, y que ligan lo hecho -en y por Malvinas- con la gente. Que se sepa que no todo fué lo mismo, y que si bien hay “puntos grises o negros” que no deben callarse ni magnificarse, también hay mucho de lo otro, de lo rescatable, de lo “contable”, de “lo bueno”.

Tengamos presente que antes de la guerra “Malvinas” nunca fue un tema “prioritario”, la guerra y nuestros muertos lo trajeron a la palestra. Y estos son temas que duelen y que se hace difícil poder hablar fríamente sobre ellos. 

Creo que llevará mucho tiempo, pero de a poco se irá terminando con el desinterés, con el desentendimiento, con la “vergüenza ¿?” que algunos muestran tener hacia “Malvinas”.

En algún momento cambiaremos las “ecuaciones” generalizadas y asumidas por la gran mayoría al finalizar la guerra y tener que contabilizar los muertos. 
Estas "ecuaciones" las podemos resumir en estos “ejemplos” que siguen e intentan simplificar "matemáticamente" la manera de encarar el tema Malvinas que hoy tenemos entre nosotros:

Malvinas = Proceso/Dictadura
("No tuve nada que ver, no quiero saber nada") 

Malvinas = Milicos = Represión
("No tuve nada que ver, no quiero saber nada") 

Malvinas = Milicos = Cosa “de milicos”
("No tuve nada que ver, no quiero saber nada") 
 
Malvinas = Guerra = Muertos
("No tuve nada que ver, no quiero saber nada") 
 

Malvinas = Guerra = Derrota
("No tuve nada que ver, no quiero saber nada") 
 
Malvinas = Guerra = Fondo Patriótico
("No tuve nada que ver, no quiero saber nada") 
 
Malvinas = Vamos ganando = Fuí un bolú
("No tuve nada que ver, no quiero saber nada") 

Malvinas = Posguerra = Muy complicado
 ("No tuve nada que ver, no quiero saber nada") 
 

Malvinas = Víctimas de la Dictadura
("No tuve nada que ver, no quiero saber nada") 

La idea es quizás llegar con el tiempo a algo parecido a:

Malvinas = Movilización, apoyo, unión y participación masiva                  
("Que nos pasó?, Yo que hice?, Como llegamos a eso? Quiero saber más")
                 
Malvinas = Unión y alineamiento en un objetivo común
("Que nos pasó?, Yo que hice?, Como llegamos a eso? Quiero saber más")

Malvinas = Derrota militar
("Que nos pasó?, Yo que hice?, Como llegamos a eso? Quiero saber más")

Malvinas = Analicemos que hicimos, hagamos nuestro Mea Culpa y veamos que queremos hacer hacia adelante; porque si queremos todos juntos tirando para el mismo lado: se puede.

Quizás entre todos le encontremos un “para que” al haber ido a pelear por las Islas y al haber dejado a tantos compañeros enterrados en ellas.

                                                                                                                                CCH (Mayo 1994)

domingo, 3 de julio de 2016

Como nos cuesta Malvinas

Ninguna guerra es buena, se gane o se pierda.  Y ya sabemos que si hablamos de personas, todas pierden con la guerra.

Y si de por sí ya es difícil de hablar de las guerras, tanto mas cuesta hablar de ellas cuando el resultado no es o fue favorable. Y ni hablar de lo que representa hablar de estas cosas en nuestra bendita y “triunfalista” Argentina.
Ya sea que hablemos de deportes, de elecciones, de guerras, o de lo que se trate, no nos es fácil aceptar defectos, nos duele no sentirnos los numero uno, no reconocemos nuestras metida de pata, buscamos justificaciones permanentemente para aceptar aquellas cosas que no nos fueron favorables. No reconocemos segundos puestos.

Preferimos no hablar ni analizar “los porque” de una derrota antes que hacer una autocrítica. Preferimos buscar un responsable que nos libre de culpas, antes que asumir y reconocer nuestras propias responsabilidades y errores. Nos resistimos a aprender de nuestros desaciertos.

En el caso de la Guerra de Malvinas necesitamos buscar héroes y actos heroicos para poder hablar de ella. Necesitamos encontrar algo que nos muestre (o nos permita fantasear con) “lo grande que somos”. Nos cuesta analizar Malvinas desde la posición, acción y responsabilidades de cada uno. 
Nos resistimos a hablar en serio de la guerra, o de Malvinas, o de la guerra de Malvinas, como algo real, concreto, que nos pasó y que nos pasa a todos los argentinos. Y mas aún de la posguerra con la que conviviremos durante muchos años mas.

La Guerra de Malvinas se perdió, "¿y que?"  
Muchos países en el mundo perdieron guerras (tantos o mas de los que las ganaron). Eso no los hace peores, ni mejores. 
Los que aprendieron de esos hechos, hoy son grandes sociedades. Acá en Argentina parece que nadie quisiera hacerse responsable de eso (ni de la guerra en si, ni de la derrota, ni de las consecuencias que aun sigue y seguirá habiendo entre nosotros como resultado de ella, ni siquiera de la pérdida de la Islas hace ya cientos de años).

Cuando se recuerdan hechos y actitudes de combate destacables por su valor, todos se interesan y se sienten parte de “Malvinas”.
Cuando surgen los errores y las consecuencias de la guerra, “Malvinas” se analiza como si en ella no hubiera estado involucrada toda la sociedad, como si la guerra fuese algo “externo” a ella“Malvinas” pasa a ser un hecho “que decidieron unos milicos borrachos y que sufrimos los excombatientes”.




Cuando todos sabemos que los días de abril y mayo de 1982 transcurrieron derrochando patriotismo y apoyo por parte de toda la población.
Galtieri decía “si quieren venir, que vengan” y millones de argentinos lo vivaban, alentaban y apoyaban. Los poderes económicos, empresarios, religiosos, de comunicación, corporativos, políticos, estaban todos alineados con “la Guerra de Malvinas”.
Se respiraba ese triunfalismo tan contagioso y común en estas tierras (mientras se aceptaba el “vamos ganado”)  ¿O no?  

Casi de veinte años después, pocos quieren recordarlo, pareciera que avergüenza haber estado de acuerdo y apoyado el combate. 
Paradójicamente, el mismo sentimiento “patriótico” que enaltece la entrega y el comportamiento que tuvimos los soldados en la guerra, parece ser vergonzoso reconocerlo en el resto de la sociedad civil.

Nadie quiere “sentirse usado” (como si esa elección de apoyo que se tomó en su momento fuese algo que se le impuso a la sociedad, como si el sentimiento patriótico que nos movió a muchos a empuñar un arma para luchar por lo que se reconoce como propio, fuese algo vergonzante). No estuvo mal, "Malvinas es un sentimiento" y como tal explotó, ¿porque negarlo?

Pareciera ser que Malvinas se ubica entre el “superior” deber patriótico y el “humano” rechazo a la guerra. 

Entre el "engaño" de la junta, y el “genuino sentimiento” de recuperación de nuestro territorio. 
Visión bastante “billikenniana” (si se me permite el término), en la que el excombatiente y Malvinas quedan presos entre la exaltación, la admiración, y el rechazo.

Exaltación, admiración: a la entrega, al deber patriótico de los soldados, al reconocimiento de ese territorio ocupado históricamente por los ingleses, a la voluntad de lucha por un bien común. 
Y rechazo al engaño, a la  muerte, a aceptar las consecuencias de los hechos dolorosos de los combates, a haber formado parte y haber aceptado ir a un combate sin medir ni analizar muy bien las consecuencias. A subirse y a aceptar semejante decisión sin un plan concreto, solo con las ganas y sin medir los costos de esa acción.

Es como si Malvinas "era algo que había que hacer, pero que mejor no lo hubiéramos hecho”, algo en que estuvimos todos de acuerdo, pero mejor no acordarnos.

Las Islas Malvinas se convirtieron en un símbolo de “patria”, de “soberanía violada”, de "deuda histórica", de “interés superior nacional”, de “recuperación de lo propio”.
La dictadura militar que gobernaba en esos años, es por el contrario un símbolo de sometimiento del país, de engaño, de mentira, de vergüenza, de corrupción, de torturas y muerte, de violaciones a los derechos humanos.

Y la “Guerra de Malvinas” una rara mezcla de ambos símbolos. 
Y pareciera que es difícil para nuestra sociedad, poder aceptar esa dualidad, es como que ahora lo correcto es tomar partido por una u otra "posición".

Y lo simbólico desdibuja, tapa lo real, lo deja de lado, lo hace ajeno, lo hace lejano, lo hace “impropio”.

Y en medio de este berenjenal de contradicciones simbólicas está el ex combatiente que es visto por un lado como símbolo de la guerra, ligado a lo militar (cuando por definición y experiencia vivida debiera ser un ícono contra las guerras); y por otro lado identificado como una víctima de la dictadura militar, prácticamente ligado a las víctimas del terrorismo de estado.
Ni una cosa ni la otra, convengamos que el excombatiente o el veterano de guerra no es símbolo de nada. Los que combatimos como soldados en Malvinas, somos seres humanos reales, personas de carne y hueso de casi 40 años que soportamos como pudimos la guerra y soportamos como podemos la posguerra.

Tenemos que asumir que Malvinas es responsabilidad de toda la sociedad argentina, esa misma sociedad que apoyó la guerra el 2 de abril y que luego en Junio prefirió ver el Mundial.

Tenemos que asumir que pudimos haber metido la pata, y que Malvinas es una historia de todos. Y que si metimos la pata fué por no tener experiencia, por negligencia quizás, o por inocencia, pero si lo discutimos y lo analizamos podemos aprender todos de esta aventura común que se llama Malvinas.

Si la seguimos viendo como ajena, con indiferencia, como algo “de los milicos hdp” y de “los pobres ex combatientes”, de poco sirvió todo.


CCH2007                                                                (Abril de 2001)

jueves, 14 de abril de 2016

La Operación "Tenaza"

Espero no cometer violación de la confidencialidad de la información de guerra, ni ventilar estrategias o tácticas que tienen que ver con la resolución de conflictos en períodos de lucha, en los que sabido es, se debe actuar por sobre las urgencias que se dan en el combate y mas allá de las reglas establecidas.

Luego de 27 años de silencio me animo a hacer pública la que recuerdo como "la última operación llevada a cabo en servicio por personal de la Batería Comando del GADA 601, iniciada en territorio Malvinense horas antes de recibir la orden de alto el fuego, y concluida con éxito hacia fines de junio ya en territorio continental". La misma no fue detectada, ni registrada y superó las pesquisas y controles efectuados por los ingleses en ese momento, recién hoy verá la luz al ser compartida en este foro.

Pocos excombatientes conocen el desarrollo de las acciones que esta acción secreta contempló, muy pocos estaban al tanto de los aprestos que tuvo en sus inicios, y casi ninguno supo (hasta ahora) el desenlace exitoso en el que derivó la misma.

Puede decirse hoy sin exagerar ni faltar a la verdad que el éxito de esta acción, pergeñada y llevada a cabo en el anonimato por un soldado de la Batería Comando del GADA 601, fue posible gracias a la logística (precaria pero efectiva) provista por nuestro Ejército y que le permitió salir airoso frente a un doble enemigo.

Paso a relatar los hechos, con el visto bueno de mi ex Jefe de Batería (Enrique Pio Rey del Castillo) quien me autorizó en estos días a hacer publica y revelar estas acciones, y sepan que estarán siendo de los primeros argentinos en tomar conocimiento de la "Operación Tenaza":

Corrían ya los que serían los últimos días de fines de guerra, la alimentación de la tropa no era de la mejor (ni de la peor, ....... en realidad, era lo que era, en general una porquería), el frío al que estábamos expuestos normalmente, la falta de sueño, el cansancio físico, el fragor y el stress de los combates se hacían sentir a través de diversas sintomatologías. 

Esta conjunción de elementos y situaciones, sumados a los temores y angustias con los que se vivía, generaba frecuentemente en no pocos, la manifestación de extraños comportamientos e irregularidades que repercutían frecuentemente en la salud y en el equilibrio físico, psíquico y emocional.

Se avecinaban con el alto el fuego ya declarado, días complejos que nos pondrían a los soldados en situaciones nunca antes vividas, ya como prisioneros de guerra de los británicos.

Sumado a este complicado escenario general y entorpeciendo la situación, se daba en mi caso particular, que desde hacía unos días convivía con momentos de fiebre y varios desarreglos digestivo-intestinales con presencia de fuertes retorcijones y dolores que atentaban contra mi salud que en ese momento y ante la coyuntura y situación en que nos encontrábamos quedaban en un plano totalmente secundario y salvo en contados y extremos momentos se les podía poner atención.

Días antes del alto el fuego, durante alguna de las "incursiones clandestinas" a casas ya no habitadas y o depósitos abandonados que nos dábamos el lujo de hacer en las cercanías de Puerto Argentino buscando alimentos o elementos útiles que nos sirviesen para la defensa o para el combate (ya sea del fuego enemigo o del frío); el amigazo Fernando Miqueles se apareció con casi una horma de queso de rallar (de dudoso estado de conservación y procedencia), capturada en buena ley, y dispuesto a compartirla con este ex dragoneante y otros soldados.  
Una lata de morrones medio abollada -encontrada por quien escribe entre los pastizales amarillos de los alrededores de Puerto Argentino y que aún conservaba (aparentemente intacto) su contenido- haría de acompañamiento al queso en lo que a esas alturas sería sin lugar a dudas un manjar. 

El hambre se hacía sentir en esos días y la realidad fué que nos comimos la lata de los morrones y casi una horma de queso de rallar entre cuatro, en escasos minutos. El tiempo demostraría que algunas consecuencias de esta  ingesta se iban a prolongar en los días subsiguientes.

Mi estado de salud como ya conté no era el mejor,  con la presencia de fiebre y desarreglos intestinales varios que obligaban -a pesar del desgaste de los días de combate, del frío y de la precaria alimentación-, a conservar cierto estado atlético ya que no eran pocos los casos en que "había que correr".  Ya comenté alguna vez lo problemático que resulta en plena guerra el poder atender como corresponde los llamados y avisos que nos manifiesta el cuerpo; y también se habló en este foro sobre la premura que se requería muchas veces para concretar ciertas deposiciones. Haciendo honor a la verdad, lo cierto es que no todas las veces en que en estos casos había que correr, era uno el que llegaba primero (por lo visto el intestino también se conservaba en forma cuando de velocidad se trataba).




Es justamente en este escenario en el que mas por necesidad y urgencia que por estrategia y objetivos surge la "Operación Tenaza

La situación pintaba complicada. Por un lado los británicos (el enemigo exterior) ponían "toda la carne al asador" en sus embestidas finales y avanzaban sobre Puerto Argentino dispuestos a matar o morir (seguramente mas a matar que a morir). En el flanco "interno" aparecía cada vez con mas presencia y fuerza otro “enemigo” que también avanzaba en mi interior sin detenerse y sin miramientos de tiempo y lugar. Eran situaciones en las que había que actuar y decidir muy rápidamente.

La situación externa estaba bajo el control de nuestros jefes militares quienes nos ordenaban las acciones a seguir cumpliendo la estrategia de defensa y repliegue. La situación interna debía ser contenida y controlada con otra estrategia diferente y lo antes posible.

Considerando los medios disponibles me pareció que la única y mas rápida alternativa para detener los avances del enemigo y neutralizarlo, era realizar un doble ataque algo asi como lo que Napoleón definió alguna vez como estrategia de Tenaza, cercando por un lado su salida empleando lo que podría llamarse elementos químico/bacteriológicos, y por otro lado interrumpiendo su cadena de aprovisionamiento cortándole toda posibilidad de alimentación o reaprovisionamiento. 
Así fue que me dediqué a conseguir todas las pastillas de carbón que pude, que según recuerdo fueron cuatro o cinco "CarboSan" (como se denominaban en la farmacología del ejército) las cuales fueron ingeridas raudamente a fin de dar por terminadas las carreras y poder concentrarme como debía en el "enemigo externo" que también avanzaba sobre nuestras posiciones.

Pasaron los días, llegó el alto el fuego, los desplazamientos, la entrega de armas, trabajos varios de ordenamiento en Puerto Argentino como prisioneros de guerra de los ingleses, etc, etc . El "enemigo interno" estaba contenido. El "externo" nos trataba como POW, pero con respeto.
La conjunción de las pastillas de carbón con el exceso de queso ingerido, la alimentación llevada a su mínima expresión, cumplían con excelencia el objetivo de detener al "enemigo", la Operacion Tenaza era un éxito, y ni me acordaba por aquellos días de la existencia del intestino y sus manifestaciones.

Fué recién a bordo del Northland, entre el 20 y el 21 de junio, que el "enemigo interno" hizo sentir su nuevamente su presencia pero de manera muy distinta a la que me tenia acostumbrado. Quizás la ingesta de algo de comida que nos dieron los ingleses en el barco (volví a probar carne de vaca y rodajas de pan "fresco" después de meses) permitió que el enemigo tomase nuevas fuerzas o quizás buscase reacomodarse en sus posiciones. 

Lo cierto es el enemigo interno hizo notar su presencia demostrando esta vez  que si bien "sus tropas" habían sentido el ataque y perdido la velocidad y fluidez que mostraron en Malvinas, ahora su estrategia parecía ser "arrasar con todo" mediante avances lentos pero firmes, ininterrumpidos y fuertes manifestando nueva vitalidad y volumen. “La tropa” enemiga ya no avanzaría alocadamente y ocupando cuanto lugar se le presentara, sino que lo hacía ahora en una forma mucho mas “cohesionada” y "ordenada" como si fuesen un solo bloque dispuesto a aplastar y “arrasar” a cuanto obstáculo se le interpusiese en el camino.

Pedí permiso y rogue varias (muchas) veces, para ir -medio doblado del dolor- a los baños del barco , a los que nos llevaban los soldados ingleses que nos custodiaban. Pensé en algún momento aceptar el ofrecimiento de atención sanitaria que varias veces nos ofrecieron los ingleses para aquellos prisioneros que tuviesen problemas de salud, pero si bien no sabía cuanto duraría el viaje y esta situación en la que me encontraba, el orgullo pudo mas, y seguí aguantando. Fueron vanos los intentos por despedir "al enemigo", (en su totalidad o en parte), lo único que deseaba con toda mi alma era alivianar la presión que éste ejercía, ya que parecía se había afianzado en su posición y desde la misma buscaba avanzar a toda costa, cuando no había físicamente forma de hacer pasar toda esa “tropa” por un sendero tan estrecho. 

El joven soldado inglés que me custodiaba y acompañaba (había que estar con la puerta abierta en el baño del barco mientras garcabas) se apiadó varias veces de quien relata permitiéndome continuar en esa "dura negociación" durante interminables, eternos minutos. Se nota que lo conmovía el ver el sacrificio y el tesón que uno ponía en esa acción desesperada para dejar de sufrir. Transpirando, mareado, rojo el rostro por el inútil esfuerzo, muchos fueron los minutos que pasaron sin éxito alguno.

La Operación Tenaza había tomado vida propiaseguía en pie cumpliendo a rajatabla su objetivo, ya no respondía a los mandos que la habían puesto en marcha quienes ahora planteaban la necesidad de darla por finalizada. Acordar un “alto el fuego”. Llegar a una paz negociada. Capitular si fuese necesario. Nada. Todo fue inútil. Solo dolor y nuevamente algunos grados de fiebre.

Terminó el viaje de regreso, pasó Madryn rápidamente y sin novedad, demás está decirlo con deterioro de la salud, me sentía como el tujes, dolorido, afiebrado, hinchado, no podía caminar con normalidad.




Pasó Campo de Mayo, y en este último sitio tuve que recurrir a refuerzos y alianzas, y develé la "Operación Tenaza" a un sargento enfermero que nos atendía en nuestra recuperación, quien con buen tino optó por un laxante "marca cañon". Esta acción permitió que el último día en este cuartel, el enemigo bajase la guardia y se viera obligado a permitir la "retirada" de un par de "pelotones" de lo que se presentía una enorme tropa, sin por eso dejar de mantener y defender a rajatabla las posiciones ocupadas desde ya hacia tantos días, negándose a retirarse o capitular.

Pasó el viaje a Mar del Plata, la recepción en la estación de trenes, la noche en la casa del en ese momento ya ex compañero “el negro” Cufré, la vuelta al cuartel al otro día, la licencia y el retirarnos del GADA ……… y nada. Las tropas "enemigas" (recuerdos de Malvinas) seguían en su mayoría apertrechadas en su posición.

Regresaba ya esa noche hacia la estación Retiro, tratando de dormir en la ruta 2, a bordo de un micro de la empresa Micromar, deseoso de llegar a mi Banfield natal que no pisaba desde el los primeros días de abril, ver a mi familia a quien hacia tanto no veía, olvidarme de la guerra cuanto antes, relajarme y descansar. Quería que ese viaje fuese un oasis de paz antes del reencuentro con "mi vida". 

Lo cierto es que a unos cien kilómetros de abandonada la “ciudad feliz”, el enemigo dijo presente nuevamente, y se me empezó a dificultar la permanencia en el asiento. El micro casi vacío. La oscuridad del viaje. No había forma de apaciguar tan sencillamente los retorcijones intestinales. Evitando entrar en pánico y no habiendo baño en el micro, intenté dormir, o relajarme, sin éxito.

Algunos kilómetros mas adelante, y sintiendo que literalmente "explotaba", me levanté a duras penas y atravesando el pasillo, tomé contacto con el conductor del vehículo, a quien intenté explicarle la situación lo mas moderada pero gráficamente posible: “Loco, me estoy garcando, frená que no aguanto más, ......me muero; .......no garco desde Malvinas”

A lo que muy cortésmente el conductor me responde, "Aguantá un poquito que paro en Dolores, ¿podés?" 

La vergüenza seguramente hizo que asintiera y preguntase si faltaba mucho. “Unos minutitos” mandó el "fercho".

Los “minutitos” se transformaron rápidamente en "siglos", no había forma de “atenazar” al enemigo que volvía galopante en su ataque ya despiadado. Dándome vueltas en el asiento (había poca gente en el bondi) pegándome en el abdomen, cruzando las piernas desenfrenadamente, subiéndolas al asiento, estirándolas después, mordiendo la manga de la chaquetilla, el tiempo parecía haberse detenido, no así la actividad de mis tripas.

Nuevamente tomé posición del pasillo y ya llegando al conductor, éste me dice cuando yo aún estaba en el pasillo y en un tono de voz nada discreto: “Flaco aguantá que ya llegamos” evitando toda duda respecto a detenerse. Viendo un cartel que indicaba “Dolores 30” (o algo así no recuerdo exactamente) volví algo esperanzado y me senté mas cerca de la puerta y el conductor en otro asiento.

Llegamos a duras penas a Dolores, y ....................... pasó de largo.

La desesperación se apoderó de mí, no daba mas, y nuevamente encaré al chofer, esta vez ya dispuesto a garcar en el bondi si el turro no paraba. No me importaba nada, era imposible detener por mas tiempo al enemigo. Estaba dispuesto a la capitulación y la entrega. Nada ya tenia sentido. Era inútil luchar.

“Ya llegamos, ya llegamos” me dice el chabón, cuando le grité "Frená, por favor", y agregando "Pasando Dolores esta el parador".

Me “petrifiqué” al lado de la puerta con las piernas retorcidas, doblado, mareado, y ambas manos sosteniéndome el abdomen, a la espera que llegase, estacionase y abriese la puerta. Estaba desfigurado, blanco, no me bancaba mas. Explotaba. El chofer me miraa re reojo, con lastima y sorpresa.

La cuestión es que aún en maniobras de estacionamiento del micro y a través de los primeros centímetros de apertura de la puerta, me lancé al andén y de allí corriendo como podía hacia el baño. Atrás quedaban el micro, los retorcijones, el bolsito, el casquete, algunas cartas, papeles de Malvinas, y algo mas, tirados en el asiento. Nada importaba ya.

Concretado el hecho, agitado, con palpitaciones, y algún mareo, pero infinitamente mas relajado, con una cierta alegría y una paz que no sentía desde hacia meses, ....... tal cual indica la canción de Hugo Varela ............. "descubro con terror que no hay papel"

Recordé entonces el bolsito en el micro, ......... tanteé los bolsillos, ..... miré alrededor, ...... nada ........ ninguna canilla cerca, .......vergüenza para pedir ayuda desde esa posición a los gritos, ....... no sabía en realidad si había alguien mas en el baño, ....... estaba solo en esta, .......debía encontrar una solución rápidamente.

Pensé entonces en que el Ejército no podía abandonar así a sus soldados, y que alguna herramienta debía haber previsto para casos de emergencia. Analizando nuevamente la situación, revisé mis bolsillos en busca del milagro, y ahí me dí cuenta que así era: el Ejército ponía a mi alcance una solución. Sacrifiqué los cuatro bolsillos de la chaquetilla de salida y el pañuelo provisto, dando así fin y un cierre digno a la "Operación Tenaza".

Luego volví al bondi, me relajé, con el sabor del deber cumplido, y creo que dormí hasta la llegada a Retiro en donde me esperaba mi familia. 

La chaquetilla sería entregada días después nuevamente al ejército como mudo testigo de la Operación Tenaza.

CCH2007   - Agosto 2009

sábado, 26 de marzo de 2016

sábado, 12 de marzo de 2016

La guerra en tres fechas: 14 (y 21) de Junio de 1982

14 de Junio de 1982 -- El cese el fuego

Junio había comenzado complicado, en esos primeros diez días eran corrientes y no pocas las noticias de bajas. Se olía muerte. Los ataques de artillería británica ya eran una constante. El repliegue de tropas hacia la ciudad parte del paisaje. El estado de ánimo de los replegados y su estado físico eran desmoralizantes, y si bien la intención, la energía, y las ganas seguían en alto, aquello ya no era lo que había sido en los días anteriores de mayo.

La estimación de un final a los combates era algo que se escuchaba seguido entre algunos oficiales y suboficiales. 
Impedimentos y complicaciones en la logística, desaciertos e incongruencias entre los despliegues y órdenes de las distintas armas hacían difícil avanzar con las tareas planificadas. 
La espera de un “ataque final” sobre Puerto Argentino era tema de todos los días. 
El retroceso de soldados en grupos y dispersos (heridos, agotados) generaba desazón y bronca.

La madrugada de esa eterna e interminable noche, trajo consigo (luego de horas y horas de bombardeos sostenidos y avances de tropas inglesas) una "tensa calma" durante la que se esperaban inminentes novedades o definiciones. Sobre el final, de madrugada ya, hubo de pronto un cese en el hostigamiento y en el ataque de la artillería inglesa, un silencio sepulcral fue extendiéndose sobre Puerto Argentino.
Un largo y cerrado silencio que no se correspondía con lo que se venía viviendo hasta ese momento y en ese lugar, luego del cual recibimos finalmente la orden de "cese el fuego".

La orden nos llegó desde luego por radio -que en esos momentos yo operaba- estando con el Teniente Coronel en las afueras de la ciudad, alejados de los pozos y del resto del grupo.
Era parte de su costumbre el ir hacia donde se sabía habría ataques y estar con la tropa cuando y donde había peligro:
-....“para ver mejor los avances y los ataques", y "observar el cielo con nuestros propios ojos para constatar lo que informan los radares (nuestro objetivo era mantener la zona libre de Harriers y aviones enemigos).

Ante la noticia del cese el fuego, el “teco” miró hacia abajo, se quitó el casco, y se pasó la mano por la cabeza......muy d
espacio. 
Se veía en su cara dolor, agotamiento, y también quizás impotencia, y bronca, mucha bronca. (Días antes, en varios de los momentos de los tantos en que hablábamos y comentábamos cosas del día a día, se quejaba diciendo cosas como:

-“me atan las manos" o "no me dejan operar” 

haciendo referencia a las órdenes que recibía de sus superiores. Varias veces lo había visto y  escuchado discutir y “plantarse” en reuniones con referentes de otras armas, por temas como la ubicación de las piezas y posiciones de la artillería antiaérea de la que era responsable, y muchas otras veces por la logística y los insumos que solicitaba y no recibía).

Después de pedir re confirmar la orden por radio y con los ojos un poco "inundados” y cansados 
 (se le "piantó un  lagrimón" podría decir un tanguero) , el "teco" me miró y me dijo en un tono tranquilo y pausado:

- "Gracias Chafer,.... gracias por todo. ……. 
Deje el arma acá, apague la radio. …….Vaya y comuníquele al resto de la tropa que se acabó todo".

Me levanté entonces y fui corriendo hacia los pozos para cumplir la orden y dar la noticia. 

Llegué a los pozos, allí esperaban mis compañeros y el resto del equipo. Ansiosos de noticias o novedades.
Pero también me esperaba allí, en los pozos, una nueva e inesperada “sorpresa” que terminó de arruinarme aún mas el final de la guerra.

Cuando notifiqué la noticia del cese el fuego, un par de oficiales y suboficiales (Pla, Sosa, Lupion, Palacios, algunos de los que aún hoy -con pena y lástima, o asco- recuerdo) saltaban y se abrazaban entre sonrisas y gritos como si estuviesen festejando el gol del triunfo hecho en el minuto de descuento, en una final de un 
campeonato mundial  fútbol frente a Brasil. 

Una locura. Un asco.

Y al mismo tiempo algunos soldados compañeros (Miqui, Jardon, entre otros) diciendo:

 -“no, no puede ser", ….."me estas jodiendo”, …….“yo no me rindo”, ….. “nos escapamos con la MAG y los reventamos cuando lleguen” y frases por el estilo.

Es comprensible -somos seres humanos-, que en una situación tan extrema como es el combate armado, saber que "se termina el riesgo de muerte"….. genera cierto alivio. 

Es al fin y al cabo una certeza entre tanta incertidumbre, es "el fin de la locura" que se vive durante los combates.
Aunque desde luego, en este caso dolía doble, y carcomía por dentro, por no haber alcanzado el objetivo.

Pero personas que eligieron la carrera militar, que se formaron toda su vida preparándose para la guerra, que inculcaban a los soldados que morir en combate era un orgullo, ....... no podían festejar de semejante manera lo que era  una “derrota militar”. 


Menos que menos frente a "sus subordinados" (nosotros los soldados). 
Esos imbéciles, transformaron automáticamente en “basura y mentira” todo lo que nos habían dicho e hicieron creer durante mas de un año de instrucción militar y en los meses de combates en Malvinas.

Aun me pregunto: ¿¿ Qué carajo festejaban ?? Que me expliquen por favor: ¿¿Que celebraban?? eran militares !!


Esa última imagen de la guerra, me alejó definitivamente de todo lo relativo al “ámbito militar” y sumó una gran cuota de “gusto amargo” al haber pasado por esa experiencia.

Por suerte hubo otros militares, muchos, e incluyo 
en esta calificación a innumerable cantidad de soldados, que sí estuvieron a la altura de la situación que se vivía, y que hicieron que "Malvinas", ...las acciones, ...lo compartido y nuestra participación en la guerra, ... tuviesen alguna razón de ser.


Mi respeto eterno a los caídos.
 

Un cariño enorme, eterno, mi permanente recuerdo y mis mas grandes GRACIAS para el “viejo” Lubin, Enrique, el “flaco” Risso, “Miqui”, el “Play”, el “gordo Garoto”, “Germán”, mi tocayo Spinelli, el "Cara de espíritu" (con quien le robábamos el azúcar al principal Sosa), a "Dani", "al Gallego", al "Gato", y a tantos otros con quienes compartimos “Malvinas” y que hicieron y contribuyeron a que aquella dura experiencia haya tenido sentido.



21 de Junio de 1982 -- El regreso a casa

El 21 de Junio del 82 llegábamos como prisioneros de guerra ("P.O.W.") de los ingleses a bordo del Northland a Puerto Madryn.


Volvíamos de Malvinas. No regresábamos todos los que habíamos idoNo éramos quienes habíamos partido. Volvíamos siendo otros muy distintos de los que habíamos viajado hacia las islas hacia solo un par de meses.

Volvíamos con dolor, y (en mayor o menor medida) golpeados, heridos, marcados por las experiencias vividas en esos días. 
Heridas físicas, emocionales o psíquicas que nunca se borrarían, y con las cuales debíamos aprender a convivir y a sobrellevar.

Regresábamos porque el azar de la guerra nos lo había permitido.

Nuestros comportamientos cambiaron, nuestras escalas de valores cambiaron, nuestros sentidos cambiaron. Palabras como honor, dignidad, respeto, hermandad, honradez, sacrificio, dolor, orgullo, etc. tomaron un sentido muy distinto para quienes vivimos el combate. Palabras cuyos significados se nos fijaron con sangre y se nos hicieron carne. 

Ese 21 de Junio, cosa extraña, regresábamos a nuestro país sin haber salido nunca del mismo. "Volvíamos" sin haber abandonado nunca nuestro territorio.

Ese mismo 21 de Junio recibíamos un golpecito más: el ejército argentino nos ocultaba de la sociedad y evitaba que tomásemos contacto con ella. 

Otra locura. 

Aquel ejército con, por, y en el que, días antes exponíamos nuestras vidas, nos decía que nos escondía para "preservarnos" porque habíamos perdido la guerra, porque la sociedad estaba "enojada" con nosotros.
 

Ese mismo día, representantes de aquel mismo ejército que días atrás nos hablaban del orgullo de estar combatiendo contra los británicos, nos aconsejaba (y ordenaba en realidad) que no hablásemos de lo que habíamos vivido en Malvinas. 
Nos amenazaban y ordenaban guardar silencio porque "lo que había pasado en Malvinas debía quedar en Malvinas", sumandonos caos al despelote que ya teníamos en la cabeza.

Ese día empezaba la posguerra, empezaba la gran y verdadera batalla.



La sociedad miraría 
hacia otro lado, al principio y por un prolongado lapso de tiempo. 
El ejército nos cerraría sus puertas en la cara negándonos contención y asistencia porque no éramos militares. 
Se dificultaría obtener un trabajo y cobertura médica. 
Arrancaban los tiempos de los "locos de la guerra".
Nadie sabía qué hacer con los excombatientes.
Malvinas y sus veteranos de guerra pasaban a ser temas de los que era preferible no hablar, no recordar, no hacerse cargo. 
Y poco a poco fuimos callando, hasta llegar a ni siquiera tocar el tema durante muchos, muchos, demasiados años.

Fue complejo lo vivido en Malvinas, ninguna duda. Pero la posguerra no fue, ni es, fácil.

No es fácil cuando por haber vivido una experiencia distinta, fuerte, extraordinaria, se etiqueta a las personas, y se le ponen barreras. 

No es fácil sobreponerse a lo vivido en combate. Tampoco es fácil comprender a un excombatiente.
No somos héroes, ni víctimas, ni sobrevivientesSomos ciudadanos comunes a los que nos tocó en suerte vivir un acontecimiento histórico distinto, tremendo. 
Y que a pesar de todo, pudimos -la mayoría- sobreponernos y estar orgullosos de haber vivido “Malvinas”. Tenemos, en el mejor de los casos, "algo" de experiencia en haber vivido en primera persona un combate armado, por eso nos dicen “veteranos de guerra”, esa es la única diferencia.

No fueron -ni son- necesarios el aplauso, o el elogio, o la aprobación de la sociedad hacia sus veteranos de guerra. Menos aún el reconocimiento por lo hechoLo que hicimos, lo hicimos porque era nuestro deber, y por eso obramos como obramos (con aciertos y con falencias), desde el sentimiento que nos movía. Por Malvinas.

Sí, en cambio hubiese sido necesario al regresar, que no se castigue a quien tuvo que luchar en Malvinas cerrándole puertas y oportunidades con prejuicios. 


Sí, en cambio hubiese sido necesaria, la asistencia y la contención para aquellos que no pudieron sobreponerse al dolor, a las heridas, a los recuerdos. 

Sí, en cambio hubiese sido necesario, no darle la espalda a aquellos cuyas heridas (de cualquier tipo) le impidieron competir en igualdad de condiciones con otros ciudadanos e insertarse nuevamente en sociedad.

Pero de todo eso, ya pasó mucho tiempo, muchos años y las heridas (en su mayoría) ya se cerraron, o se van cerrando
Queda la experiencia, quedan los recuerdos, ...... quedaron los caídos. A ellos no los olvidemos.

                                                                                                                     (Escrito en Julio 2009)
CCH2007

domingo, 21 de febrero de 2016

La guerra en tres fechas: 1 de Mayo de 1982

El 16 de Abril de 1982 llegué a Malvinas con mi grupo (el de Artillería de Defensa Antiaérea 601) y hasta aquella madrugada del 1° de Mayo, vivimos en lo que se podría llamar una "tensa calma"


No hubo en esos días una preparación “intensa de combate” o siquiera “prácticas diarias de tiro”.  Los días transcurrían con diversas tareas de alistamiento, preparación y mejora de las trincheras o pozos de zorro.
Recuerdo que cambiamos un par de veces de ubicación, siempre por las afueras de Puerto Argentino,  haciendo en cada sitio parapetos de protección y resistencia para cuando llegase el momento del combate (si es que llegaba).
Como durante el servicio militar, allí también se estaba mucho tiempo sin realizar actividades en las que ocupar la cabeza, y por lo tanto, las especulaciones de toda índole y tenor estaban a la orden del día. Ligadas todas, desde luego, a las derivaciones e implicancias que se generarían con la recuperación de las Islas Malvinas, concretamente al inicio de una guerra armada en las islas con la venida de los ingleses.

Los planteos cubrían un gran abanico de opciones:
Desde las más livianas e ilusorias: 
"Los ingleses no van a venir", ……"La diplomacia resolverá el conflicto", ……"Esto no llega o no pasa a mayores", ……"Si llegamos al enfrentamiento será por una semana y luego se negocia" …… "Están pidiendo al Papa que intervenga para que no pase nada"......
Pasando por las catastróficas: 
“Los ingleses traen misiles atómicos y acá terminamos como en Hiroshima”, …… “Vienen con submarinos atómicos para atacar Buenos Aires y no va a quedar ni el obelisco”, ……”Se nos viene la OTAN encima así que mejor cuidemos lo que hacemos” …… "Los chilenos aprovecharán si entramos en combate en Malvinas para invadir y quedarse con toda la patagonia"...........
Las desbordantes de confianza o esperanza: 
“Ni bien pongan un pie en las islas los matamos a todos” …… “Los ingleses no necesitan las islas y no quieren pelear”, ……”No hay forma de que nos ganen porque estamos en ventaja numérica”, ……"Nosotros estamos esperando y en tierra firme y ellos van a tener que combatir desde los barcos"....... 
O las de máxima: 
"Si los EEUU apoyan a Inglaterra, a nosotros nos apoyan los Rusos y se arma la tercera guerra mundial", …… "Brasil no los va a dejar pasar por sus costas y se suma a una escalada bélica", …… “Si los ingleses atacan, salta toda Latinoamérica a apoyarnos”;,………….

En fin, corrían rumores de todo tipo, y en general se estaba de buen ánimo y se hacían permanentemente bromas con la situación. Los días pasaban sin mayores sobresaltos, día a día llegaban nuevas unidades y tropas, y las islas parecían un gran cuartel militar: hacia donde uno mirase, se veía movimiento de tropas, helicópteros, armamentos y vehículos desplazándose de un lado a otro, y soldados preparando y reforzando las posiciones y los pozos pensando en facilitar con ellas nuestro ataque, y nuestra defensa o protección ante una ofensiva británica. 

Esa madrugada del 1° de Mayo me encontró de guardia en las afueras de Puerto Argentino. 

Para nosotros (que para ese entonces éramos “soldados viejos” con ya más de un año de servicio militar) hacer guardia era algo "relajado", ya que hacía varios días en los que “no pasaba nada, de nada”. 

Eso nos daba tranquilidad y por ejemplo aprovechábamos para juntarnos con algún otro soldado cercano -también de guardia-, demorando nuestras "rondas de vigilancia" en puntos comunes y protegidos del viento helado malvinense y del hostil clima isleño, en donde poder tomarnos un corto tiempo para charlar de cualquier tema alejado del ámbito militar en el que estábamos inmersos y bromear para pasar mejor la guardia esperando que los minutos pasen lo más rápido posible. Y compartir a escondidas algún cigarrillo, o alimento (pan, galletita, chocolate en el mejor de los casos).

En esa situación estábamos con mi ex compañero Gustavo Risso en cercanía de las últimas casas de la ciudad hacia el lado de Moody Brook que en esos momentos era la zona donde estábamos "afincados".  Aún no despuntaban las primeras luces de ese primero de Mayo. Los fusiles (FAL) apoyados lejos a un costado para que no molesten. Los cascos sueltos sobre el pasamontañas, hablando de música, intentando hacer mas corta la espera para que finalice nuestro turno, y volver a cobijarnos del frío de la noche o madrugada de Malvinas. 

En un determinado momento, vi a lo lejos iluminarse el cielo entre nubes grises por la zona del aeropuerto, del otro lado de la ciudad. Fue como un resplandor lejano, rojizo. El primer pensamiento y comentario fue: “Uhh parece que hoy llueve de nuevo” (pensando que se trataba de un relámpago), y en ese mismo momento, escuchamos el ruido como de trueno, y tembló el suelo de Malvinas. Y al instante nuevamente lo mismo.

Nos miramos, sorprendidos, no quedaban dudas de que se trataba del primer bombardeo inglés.  
Sin mediar palabras, ambos corrimos a buscar nuestros cascos y fusiles, mientras gritábamos para despertar al resto del grupo que dormía, avisando que el ataque y la guerra habían comenzado.

En esos segundos, minutos, primeras horas que siguieron todo fue muy confuso, se escuchaban otras explosiones, las primeras reacciones de nuestra artillería respondiendo al ataque inglés, gritos y corridas a los pozos de otros grupos cercanos, oficiales y suboficiales despertándose y dando ordenes de todo tipo. 

Era una mezcla extraña de sensaciones. Por un lado la sorpresa, la conmoción, la euforia de tener que entrar en combate para defender nuestro territorio y probar nuestro desempeño como soldados en una situación nunca vivida (jamás imaginada en realidad un par de semanas atrás). 

Por otro la angustia de que empezábamos a jugarnos en serio nuestra suerte y nuestras vidas en la defensa de las Islas. Cierto miedo de poder estar a la altura de las circunstancias que se diesen. Sentir que el riesgo de vida empezaba a ser algo real. 

Me vinieron a la mente las caras de la familia, que quizás no volvería a ver más, pero que a su vez servían para aumentar la confianza y el entusiasmo, porque lo que habría que hacer de ahí en más, sería también por ellos. 

Recordé las imágenes de las plazas llenas de gente despidiéndonos, apoyándonos, la idea de un pueblo unido al que nosotros representábamos en el combate, y al que no podíamos fallarle. Y pensé por un momento en que según mis planes en esos días yo debería estar ya cursando el primer año de la carrera de ingeniería en la universidad, y quizás trabajando o aun buscando algún empleo luego de haber terminado "la colimba", pero la realidad era que por alguna razón indescifrable, estaba en Malvinas, dentro de un pozo húmedo, recibiendo los primeros ataques ingleses en un ambiente de confusión y locura.  

Correr a los pozos, agarrar y encender la radio, para recibir órdenes y saber que estaba pasando del otro lado de la ciudad y como estaba el resto de nuestros compañeros de grupo en las posiciones distantes; mirar a nuestros superiores (en rango) para que nos digan como proceder, en una locura de órdenes y contraordenes, en medio de información de todo tipo procedente del radar y repetida hacia las posiciones de tiro. 
Disparos distantes, explosiones, detonaciones, sonidos, gritos, que rompían definitivamente la calma en Malvinas......... la locura se iniciaba.

Ya en el pozo,con la tensión de estar viviendo semejantes momentos, me propuse y empecé a pensar más fríamente. 
Estos primeros bombazos, nos daban certeza en cuanto a que el combate había iniciado; se acababan las dudas, las indefiniciones, y las especulaciones. 

A partir de ese momento teníamos por delante un camino que no tenía marcha atrás y en el cual la única opción era recorrerlo. Y había que recorrerlo pensando cada paso que nos tocaría dar porque en cada paso de ese camino nos jugábamos la vida.  Se iniciaban tiempos y acciones difíciles y desconocidas para la gran mayoría de los que estábamos ahí. Nos encontrábamos real y definitivamente en una guerra, viviendo una situación que nunca habíamos imaginado ni siquiera días atrás, y en la que íbamos a tener que hacer también cosas inimaginadas. ¿Alcanzarían las prácticas y las enseñanzas que nos habían dado? ¿Que pasaría con cada uno de nosotros? ¿Estaríamos a la altura de lo que se esperaba de nosotros?.

Y en ese momento tomé conciencia de que ninguno de los que estábamos ahí en los pozos, en Malvinas, iba a volver.  Ese primero de mayo (el combate, la guerra en realidad) iba a transformarnos y nunca más volveríamos a ser quienes habíamos sido hasta ese momento. 

Ese día iba a ser una especie de punto de inflexión, un "click", en nuestras vidas. Miré entonces a mis compañeros de pozo, y les dije algo así como -"Muchachos recordemos bien este momento porque a partir de ahora ninguno de nosotros va a volver a ser el mismo. A partir de hoy olvidémonos de "volver" de Malvinas" (pensando en que quienes volveríamos de Malvinas seguramente íbamos a ser otros muy distintos a los que habíamos sido hasta ese momento). 

No me prestaron mucha atención, desde luego, o me tomaron por un enorme pesimista pensando en que me referiría a la muerte de todos nosotros, salvo un capitán del que ya no recuerdo el nombre que me dijo -"pibe tenés razón, vamos a volver siendo otros pero mejores".

Eso de "mejores" en realidad no fue así, pero en cuanto a los efectos o consecuencias que nos dejó la guerra, respecto a las huellas que el combate dejó en nosotros, no tuvo que pasar mucho tiempo para darme cuenta que yo tenía -lamentablemente- razón. 


CCH2007