martes, 2 de febrero de 2016

El regreso, la revancha

De Malvinas regresamos, entre otras tantas cosas:

- con el dolor de haber perdido una guerra, 
con la angustia de haber dejado allá a muchos compañeros, 
- con el pesar de haber visto como bajaban nuestra bandera de un territorio que es nuestro, 
- con el desconsuelo o sabor amargo de no haber podido (o sabido) “hacer más”, 
- con la pena de volver al continente como prisioneros de guerra, 
- con la seguridad de ya no ser los mismos que éramos antes de ir a Malvinas, ......

Y a su vez, es cierto, luego de tamaña y cruenta experiencia:

- con muchas ansias de volver a ver a nuestros seres queridos, 
- con la esperanza de retomar nuestras vidas, 
- con el inútil deseo de reencontrarnos con quienes habíamos sido hasta ese 1 de mayo  del 82, 
- con la ilusión de que esa unión social que había en Argentina al irnos (y por la que murieron nuestros compañeros) seguiría presente en la gente.......

Volvimos 
- habiendo dado y dejado allá lo mejor que teníamos, 
- conociendo el miedo pero no la traición, 
- habiendo realizado todo lo que estaba a nuestro alcance, con una entrega brutal y sin miramientos, 
- sabiendo que actuamos haciendo lo mejor que pudimos hacer con lo que teníamos y con lo que sabíamos en ese momento
- conscientes de haber llevado y ejercido el mandato de TODA UNA SOCIEDAD que nos vivó y aplaudió antes de cruzar a Malvinas.

Por todo eso y tantas otras cosas, los Veteranos de Guerra de Malvinas no sentimos otra cosa que orgullo y honor por haber defendido y luchado por la recuperación de nuestras islas.
Sentimientos solo compartidos, y conocidos en toda su profundidad, por quienes estuvimos en combate.

Sobrevivimos a una guerra, pudimos remontar nuestras vidas; tenemos hoy –la mayoría- una familia y amigos que nos soportan y nos contienen.

Palabras como dignidad, respeto, hermandad, honradez, sacrificio, dolor, orgullo, etc. tomaron un sentido muy distinto para quienes vivimos la guerra en primera persona.




La guerra terminó abrupta, brutalmente (más rápido que nuestra voluntad y ganas de luchar) y si bien nos faltó preparación para afrontar la posguerra, pudimos superar como pudimos las miserias vividas, el horror del combate armado, ganándole "a" la guerra y refundando o rehaciendo nuestras vidas con nuevos desafíos y objetivos.

Ésa es nuestra revancha, ése es nuestro triunfo. Ganamos. 
Le ganamos "a" la Guerra. No logramos el objetivo de recuperar las islas en 1982, pero "ganamos".

Nuestras nuevas responsabilidades pasan hoy por otro lado; nuestro puesto en la lucha (nuestro nuevo “rol de combate”) ya no contempla, gracias a Dios, un fusil FAL en la mano. 

Nadie regresa de una guerra.
Pasaron casi 23 años, somos otros (nosotros y el país del que formamos parte), otros muy distintos a aquellos soldados que fuimos en el 82. 
 
Si no asumimos esto, si nos quedamos rumiando el dolor de la derrota militar, si todavía esperamos un reconocimiento que sabemos jamás llegará (y que nunca tuvimos como objetivo, ni necesitamos).
Si el recuerdo de ese amigo que dejamos en Malvinas en una fosa anónima o deshecho en un montón de pedazos, solo despierta sed de venganza , resentimientos, o la tremenda estupidez de pensar en una solución violenta al problema..........entonces no aprendimos nada, y viviremos en guerra "interna" por siempre.

La guerra (armada) terminó en 1982, siguen muchas nuevas peleas. Porque como dijo un oriental hace muchos años: El mejor guerrero no es el que triunfa siempre, sino el que vuelve sin miedo a dar batalla.



CCH2007

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