jueves, 14 de abril de 2016

La Operación "Tenaza"

Espero no cometer violación de la confidencialidad de la información de guerra, ni ventilar estrategias o tácticas que tienen que ver con la resolución de conflictos en períodos de lucha, en los que sabido es, se debe actuar por sobre las urgencias que se dan en el combate y mas allá de las reglas establecidas.

Luego de 27 años de silencio me animo a hacer pública la que recuerdo como "la última operación llevada a cabo en servicio por personal de la Batería Comando del GADA 601, iniciada en territorio Malvinense horas antes de recibir la orden de alto el fuego, y concluida con éxito hacia fines de junio ya en territorio continental". La misma no fue detectada, ni registrada y superó las pesquisas y controles efectuados por los ingleses en ese momento, recién hoy verá la luz al ser compartida en este foro.

Pocos excombatientes conocen el desarrollo de las acciones que esta acción secreta contempló, muy pocos estaban al tanto de los aprestos que tuvo en sus inicios, y casi ninguno supo (hasta ahora) el desenlace exitoso en el que derivó la misma.

Puede decirse hoy sin exagerar ni faltar a la verdad que el éxito de esta acción, pergeñada y llevada a cabo en el anonimato por un soldado de la Batería Comando del GADA 601, fue posible gracias a la logística (precaria pero efectiva) provista por nuestro Ejército y que le permitió salir airoso frente a un doble enemigo.

Paso a relatar los hechos, con el visto bueno de mi ex Jefe de Batería (Enrique Pio Rey del Castillo) quien me autorizó en estos días a hacer publica y revelar estas acciones, y sepan que estarán siendo de los primeros argentinos en tomar conocimiento de la "Operación Tenaza":

Corrían ya los que serían los últimos días de fines de guerra, la alimentación de la tropa no era de la mejor (ni de la peor, ....... en realidad, era lo que era, en general una porquería), el frío al que estábamos expuestos normalmente, la falta de sueño, el cansancio físico, el fragor y el stress de los combates se hacían sentir a través de diversas sintomatologías. 

Esta conjunción de elementos y situaciones, sumados a los temores y angustias con los que se vivía, generaba frecuentemente en no pocos, la manifestación de extraños comportamientos e irregularidades que repercutían frecuentemente en la salud y en el equilibrio físico, psíquico y emocional.

Se avecinaban con el alto el fuego ya declarado, días complejos que nos pondrían a los soldados en situaciones nunca antes vividas, ya como prisioneros de guerra de los británicos.

Sumado a este complicado escenario general y entorpeciendo la situación, se daba en mi caso particular, que desde hacía unos días convivía con momentos de fiebre y varios desarreglos digestivo-intestinales con presencia de fuertes retorcijones y dolores que atentaban contra mi salud que en ese momento y ante la coyuntura y situación en que nos encontrábamos quedaban en un plano totalmente secundario y salvo en contados y extremos momentos se les podía poner atención.

Días antes del alto el fuego, durante alguna de las "incursiones clandestinas" a casas ya no habitadas y o depósitos abandonados que nos dábamos el lujo de hacer en las cercanías de Puerto Argentino buscando alimentos o elementos útiles que nos sirviesen para la defensa o para el combate (ya sea del fuego enemigo o del frío); el amigazo Fernando Miqueles se apareció con casi una horma de queso de rallar (de dudoso estado de conservación y procedencia), capturada en buena ley, y dispuesto a compartirla con este ex dragoneante y otros soldados.  
Una lata de morrones medio abollada -encontrada por quien escribe entre los pastizales amarillos de los alrededores de Puerto Argentino y que aún conservaba (aparentemente intacto) su contenido- haría de acompañamiento al queso en lo que a esas alturas sería sin lugar a dudas un manjar. 

El hambre se hacía sentir en esos días y la realidad fué que nos comimos la lata de los morrones y casi una horma de queso de rallar entre cuatro, en escasos minutos. El tiempo demostraría que algunas consecuencias de esta  ingesta se iban a prolongar en los días subsiguientes.

Mi estado de salud como ya conté no era el mejor,  con la presencia de fiebre y desarreglos intestinales varios que obligaban -a pesar del desgaste de los días de combate, del frío y de la precaria alimentación-, a conservar cierto estado atlético ya que no eran pocos los casos en que "había que correr".  Ya comenté alguna vez lo problemático que resulta en plena guerra el poder atender como corresponde los llamados y avisos que nos manifiesta el cuerpo; y también se habló en este foro sobre la premura que se requería muchas veces para concretar ciertas deposiciones. Haciendo honor a la verdad, lo cierto es que no todas las veces en que en estos casos había que correr, era uno el que llegaba primero (por lo visto el intestino también se conservaba en forma cuando de velocidad se trataba).




Es justamente en este escenario en el que mas por necesidad y urgencia que por estrategia y objetivos surge la "Operación Tenaza

La situación pintaba complicada. Por un lado los británicos (el enemigo exterior) ponían "toda la carne al asador" en sus embestidas finales y avanzaban sobre Puerto Argentino dispuestos a matar o morir (seguramente mas a matar que a morir). En el flanco "interno" aparecía cada vez con mas presencia y fuerza otro “enemigo” que también avanzaba en mi interior sin detenerse y sin miramientos de tiempo y lugar. Eran situaciones en las que había que actuar y decidir muy rápidamente.

La situación externa estaba bajo el control de nuestros jefes militares quienes nos ordenaban las acciones a seguir cumpliendo la estrategia de defensa y repliegue. La situación interna debía ser contenida y controlada con otra estrategia diferente y lo antes posible.

Considerando los medios disponibles me pareció que la única y mas rápida alternativa para detener los avances del enemigo y neutralizarlo, era realizar un doble ataque algo asi como lo que Napoleón definió alguna vez como estrategia de Tenaza, cercando por un lado su salida empleando lo que podría llamarse elementos químico/bacteriológicos, y por otro lado interrumpiendo su cadena de aprovisionamiento cortándole toda posibilidad de alimentación o reaprovisionamiento. 
Así fue que me dediqué a conseguir todas las pastillas de carbón que pude, que según recuerdo fueron cuatro o cinco "CarboSan" (como se denominaban en la farmacología del ejército) las cuales fueron ingeridas raudamente a fin de dar por terminadas las carreras y poder concentrarme como debía en el "enemigo externo" que también avanzaba sobre nuestras posiciones.

Pasaron los días, llegó el alto el fuego, los desplazamientos, la entrega de armas, trabajos varios de ordenamiento en Puerto Argentino como prisioneros de guerra de los ingleses, etc, etc . El "enemigo interno" estaba contenido. El "externo" nos trataba como POW, pero con respeto.
La conjunción de las pastillas de carbón con el exceso de queso ingerido, la alimentación llevada a su mínima expresión, cumplían con excelencia el objetivo de detener al "enemigo", la Operacion Tenaza era un éxito, y ni me acordaba por aquellos días de la existencia del intestino y sus manifestaciones.

Fué recién a bordo del Northland, entre el 20 y el 21 de junio, que el "enemigo interno" hizo sentir su nuevamente su presencia pero de manera muy distinta a la que me tenia acostumbrado. Quizás la ingesta de algo de comida que nos dieron los ingleses en el barco (volví a probar carne de vaca y rodajas de pan "fresco" después de meses) permitió que el enemigo tomase nuevas fuerzas o quizás buscase reacomodarse en sus posiciones. 

Lo cierto es el enemigo interno hizo notar su presencia demostrando esta vez  que si bien "sus tropas" habían sentido el ataque y perdido la velocidad y fluidez que mostraron en Malvinas, ahora su estrategia parecía ser "arrasar con todo" mediante avances lentos pero firmes, ininterrumpidos y fuertes manifestando nueva vitalidad y volumen. “La tropa” enemiga ya no avanzaría alocadamente y ocupando cuanto lugar se le presentara, sino que lo hacía ahora en una forma mucho mas “cohesionada” y "ordenada" como si fuesen un solo bloque dispuesto a aplastar y “arrasar” a cuanto obstáculo se le interpusiese en el camino.

Pedí permiso y rogue varias (muchas) veces, para ir -medio doblado del dolor- a los baños del barco , a los que nos llevaban los soldados ingleses que nos custodiaban. Pensé en algún momento aceptar el ofrecimiento de atención sanitaria que varias veces nos ofrecieron los ingleses para aquellos prisioneros que tuviesen problemas de salud, pero si bien no sabía cuanto duraría el viaje y esta situación en la que me encontraba, el orgullo pudo mas, y seguí aguantando. Fueron vanos los intentos por despedir "al enemigo", (en su totalidad o en parte), lo único que deseaba con toda mi alma era alivianar la presión que éste ejercía, ya que parecía se había afianzado en su posición y desde la misma buscaba avanzar a toda costa, cuando no había físicamente forma de hacer pasar toda esa “tropa” por un sendero tan estrecho. 

El joven soldado inglés que me custodiaba y acompañaba (había que estar con la puerta abierta en el baño del barco mientras garcabas) se apiadó varias veces de quien relata permitiéndome continuar en esa "dura negociación" durante interminables, eternos minutos. Se nota que lo conmovía el ver el sacrificio y el tesón que uno ponía en esa acción desesperada para dejar de sufrir. Transpirando, mareado, rojo el rostro por el inútil esfuerzo, muchos fueron los minutos que pasaron sin éxito alguno.

La Operación Tenaza había tomado vida propiaseguía en pie cumpliendo a rajatabla su objetivo, ya no respondía a los mandos que la habían puesto en marcha quienes ahora planteaban la necesidad de darla por finalizada. Acordar un “alto el fuego”. Llegar a una paz negociada. Capitular si fuese necesario. Nada. Todo fue inútil. Solo dolor y nuevamente algunos grados de fiebre.

Terminó el viaje de regreso, pasó Madryn rápidamente y sin novedad, demás está decirlo con deterioro de la salud, me sentía como el tujes, dolorido, afiebrado, hinchado, no podía caminar con normalidad.




Pasó Campo de Mayo, y en este último sitio tuve que recurrir a refuerzos y alianzas, y develé la "Operación Tenaza" a un sargento enfermero que nos atendía en nuestra recuperación, quien con buen tino optó por un laxante "marca cañon". Esta acción permitió que el último día en este cuartel, el enemigo bajase la guardia y se viera obligado a permitir la "retirada" de un par de "pelotones" de lo que se presentía una enorme tropa, sin por eso dejar de mantener y defender a rajatabla las posiciones ocupadas desde ya hacia tantos días, negándose a retirarse o capitular.

Pasó el viaje a Mar del Plata, la recepción en la estación de trenes, la noche en la casa del en ese momento ya ex compañero “el negro” Cufré, la vuelta al cuartel al otro día, la licencia y el retirarnos del GADA ……… y nada. Las tropas "enemigas" (recuerdos de Malvinas) seguían en su mayoría apertrechadas en su posición.

Regresaba ya esa noche hacia la estación Retiro, tratando de dormir en la ruta 2, a bordo de un micro de la empresa Micromar, deseoso de llegar a mi Banfield natal que no pisaba desde el los primeros días de abril, ver a mi familia a quien hacia tanto no veía, olvidarme de la guerra cuanto antes, relajarme y descansar. Quería que ese viaje fuese un oasis de paz antes del reencuentro con "mi vida". 

Lo cierto es que a unos cien kilómetros de abandonada la “ciudad feliz”, el enemigo dijo presente nuevamente, y se me empezó a dificultar la permanencia en el asiento. El micro casi vacío. La oscuridad del viaje. No había forma de apaciguar tan sencillamente los retorcijones intestinales. Evitando entrar en pánico y no habiendo baño en el micro, intenté dormir, o relajarme, sin éxito.

Algunos kilómetros mas adelante, y sintiendo que literalmente "explotaba", me levanté a duras penas y atravesando el pasillo, tomé contacto con el conductor del vehículo, a quien intenté explicarle la situación lo mas moderada pero gráficamente posible: “Loco, me estoy garcando, frená que no aguanto más, ......me muero; .......no garco desde Malvinas”

A lo que muy cortésmente el conductor me responde, "Aguantá un poquito que paro en Dolores, ¿podés?" 

La vergüenza seguramente hizo que asintiera y preguntase si faltaba mucho. “Unos minutitos” mandó el "fercho".

Los “minutitos” se transformaron rápidamente en "siglos", no había forma de “atenazar” al enemigo que volvía galopante en su ataque ya despiadado. Dándome vueltas en el asiento (había poca gente en el bondi) pegándome en el abdomen, cruzando las piernas desenfrenadamente, subiéndolas al asiento, estirándolas después, mordiendo la manga de la chaquetilla, el tiempo parecía haberse detenido, no así la actividad de mis tripas.

Nuevamente tomé posición del pasillo y ya llegando al conductor, éste me dice cuando yo aún estaba en el pasillo y en un tono de voz nada discreto: “Flaco aguantá que ya llegamos” evitando toda duda respecto a detenerse. Viendo un cartel que indicaba “Dolores 30” (o algo así no recuerdo exactamente) volví algo esperanzado y me senté mas cerca de la puerta y el conductor en otro asiento.

Llegamos a duras penas a Dolores, y ....................... pasó de largo.

La desesperación se apoderó de mí, no daba mas, y nuevamente encaré al chofer, esta vez ya dispuesto a garcar en el bondi si el turro no paraba. No me importaba nada, era imposible detener por mas tiempo al enemigo. Estaba dispuesto a la capitulación y la entrega. Nada ya tenia sentido. Era inútil luchar.

“Ya llegamos, ya llegamos” me dice el chabón, cuando le grité "Frená, por favor", y agregando "Pasando Dolores esta el parador".

Me “petrifiqué” al lado de la puerta con las piernas retorcidas, doblado, mareado, y ambas manos sosteniéndome el abdomen, a la espera que llegase, estacionase y abriese la puerta. Estaba desfigurado, blanco, no me bancaba mas. Explotaba. El chofer me miraa re reojo, con lastima y sorpresa.

La cuestión es que aún en maniobras de estacionamiento del micro y a través de los primeros centímetros de apertura de la puerta, me lancé al andén y de allí corriendo como podía hacia el baño. Atrás quedaban el micro, los retorcijones, el bolsito, el casquete, algunas cartas, papeles de Malvinas, y algo mas, tirados en el asiento. Nada importaba ya.

Concretado el hecho, agitado, con palpitaciones, y algún mareo, pero infinitamente mas relajado, con una cierta alegría y una paz que no sentía desde hacia meses, ....... tal cual indica la canción de Hugo Varela ............. "descubro con terror que no hay papel"

Recordé entonces el bolsito en el micro, ......... tanteé los bolsillos, ..... miré alrededor, ...... nada ........ ninguna canilla cerca, .......vergüenza para pedir ayuda desde esa posición a los gritos, ....... no sabía en realidad si había alguien mas en el baño, ....... estaba solo en esta, .......debía encontrar una solución rápidamente.

Pensé entonces en que el Ejército no podía abandonar así a sus soldados, y que alguna herramienta debía haber previsto para casos de emergencia. Analizando nuevamente la situación, revisé mis bolsillos en busca del milagro, y ahí me dí cuenta que así era: el Ejército ponía a mi alcance una solución. Sacrifiqué los cuatro bolsillos de la chaquetilla de salida y el pañuelo provisto, dando así fin y un cierre digno a la "Operación Tenaza".

Luego volví al bondi, me relajé, con el sabor del deber cumplido, y creo que dormí hasta la llegada a Retiro en donde me esperaba mi familia. 

La chaquetilla sería entregada días después nuevamente al ejército como mudo testigo de la Operación Tenaza.

CCH2007   - Agosto 2009

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