lunes, 13 de agosto de 2018

Visita a las islas, 36 años después.

El azar, el destino o vaya uno a saber qué, hicieron que el 16 de abril de 1982 llegase a Malvinas como "soldado" de la artillería de defensa anti aérea del Ejército (fecha en la que ya me correspondería haber estado licenciado y de baja del mismo).
Unos días después, entre el 1 de Mayo y el 14 de Junio, pasé de un plumazo a ser "combatiente" entre los (demasiado frecuentes para mi gusto) ataques y bombardeos de los británicos, que provocaron entre los nuestros (entre tantas otras cosas como miedos, fríos, hambres, dolores, etc., etc.): muchos heridos, demasiados muertos, enormes angustias, tremendos desamparos, repudiables y condenables bajezas y traiciones (en general de cuadros y mandos), y también destacadas y memorables acciones y entregas de otros y de varios soldados que realmente lucharon con un profundo sentimiento de pertenencia por la "Causa Malvinas".
Finalmente y sin tiempo de asimilar semejantes cambios de roles, entre el 14 y el 20 de junio me gradué y ejercí como "prisionero de guerra", hasta que seguramente cansados ya de vernos, los soldados ingleses nos subieron al "Norland" con rumbo marítimo a Puerto Madryn.

Tantos cambios y semejantes vivencias de esos locos días hicieron desde luego que ni se me ocurriese, y mucho menos sintiese deseo alguno, de volver a las Islas Malvinas.
Pensar en un regreso solo sucedía cuando alguien puntualmente me consultaba al respecto, o cuando surgía el tema en alguna conversación. Ni era una opción.

Volver ...... ¿"Por que"?, .......¿"Para que"? ......¿"Con que necesidad"? ......... ¿"Con qué motivo"? ......
eran cosas que se me cruzaban por la cabeza para tratar de fundamentar una respuesta cuando ese alguien me consultaba o cuando alguno hablaba de un regreso a Malvinas. Y la verdad es que ante estos planteos, no encontré nunca una respuesta lógica que me tentase a volver a poner un pie en la fría, húmeda y blanda turba de las Islas.

Algunas pocas razones que fundamentaban mis respuestas a las preguntas mencionadas y que justificaban mi postura de no "querer volver a pisar Malvinas" (desde luego separando lo mas objetivamente posible todo aquello relacionado a mis "vivencias bélicas") eran:
  • Se trata de un lugar que no tiene mayores atractivos "turísticos" como para hacer que uno elija Malvinas frente a casi cualquier otro destino en el mundo.  Tienen un clima que no se disfruta precisamente, si no mas bien que se sufre en cualquier momento del año; es "horrible": frío, ventoso, húmedo, cambiante, que azota y condiciona la vida, y se refleja en la cara y las actitudes de los lugareños (sean ellos legítimos o no).
  • La vez que estuve en Malvinas no la pasé para nada bien, ya que allí (entre otras cosas) tuve que enterrar a amigos en bolsas y en pedazos, estuve demasiados días en riesgo real de muerte y bajo fuego enemigo, sentí en los huesos lo que era el frío y el hambre, tuve convivir con milicos que en el peor momento demostraron lo que eran: traidores, basuras y cobardes (cierto es que hubo otros que sí estuvieron a la altura de los hechos). Y también en "esos locos días de guerra" tuve el honor y el orgullo de poder experimentar la hermandad, la colaboración, la entrega y el valor que nacen (seguramente de la desesperación, la desolación, el desamparo y el miedo) entre los combatientes; hermandad que se prolonga mucho mas allá de un alto el fuego. Pero que en mi caso no alcanzaban para inclinar la balanza y plantear un regreso.
  • Las Malvinas están lamentablemente habitadas por una mayoría de gente que repudia mi presencia (y desde luego y con razones de sobra, yo repudio la de ellos) y la verdad es que revuelve un poco las tripas el tener que estar con estos personajes aunque sea poco tiempo y aguantarse el verlos allí. Los "kelpers" desprecian y odian a "todos los argentinos" y a todo "lo argentino" (reconozco que en 1982 contribuí seguramente a ese asco hacia nosotros, ...... y que al pensar en eso no puedo evitar alegrarme, ya que mi repudio hacia ellos es enorme). 

  • En función de la disponibilidad de vuelos hay que estar como mínimo una semana en las Islas: ¿"Que hacer una semana entera en Malvinas"?  Se trata de un lugar donde no abundan las actividades (sean atractivas o no, ....... ni siquiera hay actividades feas para hacer) ni lugares para visitar -o en los que estar- que generen expectativas de pasarla bien.
  • Por la misma plata y teniendo que hacerse sellar el pasaporte, uno puede pasar una grata e inolvidable semana por ejemplo en alguna playa del Caribe. 
Es decir si alguien no está muy convencido de ir -o no se lleva muy bien con uno mismo-, el tener que convivir con el aburrimiento, la monotonía, el clima horrible, y la soporífera y adormecedora geografía de las islas, potenciará sin dudas cualquier riesgo de despertar o magnificar alguna conducta o tendencia suicida. (Vale el comentario que siempre mantuve como teoría, que en Malvinas no hay árboles para que los habitantes no se cuelguen a la tercer semana de vivir allí). 

Nunca sentí la necesidad de volver, ni pensaba hacerlo
Pero reconozco que con el correr de los años y con el aumento de noticias y comentarios de visitas a las Islas Malvinas realizadas por Veteranos de Guerra, me hice algunos planteos respecto a los sentimientos y emociones que el regreso a las Islas generaba en ellos y que yo evidentemente no tenía, ni sentía.


Estaba convencido que no tenia "heridas -ni ciclos, o temas pendientes- que cerrar" en Malvinas, como muchos decían que representa un viaje a las islas para un Veterano de Guerra. ¿Era un "bicho raro" por eso?
¿Había cerrado de tal manera el tema Malvinas en mi cabeza que no me representaba nada el tener que volver? ¿O por el contrario no había manejado lo suficientemente bien el tema de la guerra y estaba "tapando" algo que quizás una visita a la Islas podía despertar, y ese era en realidad el rechazo inconsciente a un regreso?

Algunas dudas que me planteaba eran por ejemplo: 
  • ¿Porqué para mi no representaba nada volver a las Islas y para tantos Veteranos de Guerra ese viaje era casi un objetivo de sus vidas? ¿Que pasaba por sus cabezas que por la mía no? (Nunca participé en centros de veteranos de guerra, ni de actos conmemorativos cuando éstos se hacían -o hacen- en "ámbitos militares" como cuarteles o dependencias similares. Si mantuve contactos con compañeros puntuales y conocidos y no entendía ese deseo de volver de algunos).
  • ¿Que era para ellos lo "movilizante" de volver a Malvinas? ¿Porqué, si habíamos estado en la misma guerra, había tantos que querían volver a las islas y a mi, el regresar, "no me movía la aguja"? ¿Tan bien la habían pasado que querían volver?
  • ¿Que necesidad tenían o sentían que los impulsaba a desear regresar y encontrar "su posición", "su trinchera" en los combates de 1982? ¿Para que? ¿Necesitaban tomarse fotos en (o de) "su posición" para demostrar o demostrarse que "habían estado en la guerra"? ¿No le alcanzaban los recuerdos?
  • ¿Que objetivo buscaban al pensar en recorrer y escarbar la turba con el afán de encontrar -para fotografiar o tratar de traerse- restos de balas, zapatillas, lonas, latas podridas, o cualquier cosa material de aquellos locos días de la guerra? Si lo realmente importante que dejamos en la islas, lo irrecuperable, no son cosas materiales, ¿que significado tenía entonces buscar y traerse un poco de turba, un trozo de tela, una vaina podrida? 
  • Muchos hablaban de una necesidad de "cerrar heridas", desde luego eso es algo muy personal pero.... ¿Que encontrarían en Malvinas que los ayudase a cerrarlas? ¿Que pensaban encontrar en ese lugar como cura de las mismas? ¿Que vivencia positiva se produciría al estar de nuevo en un lugar donde la pasamos tan mal, con tanta muerte?
Y en este entorno de cuestiones y planteos, el azar nuevamente "metió la cola" en mi vida, y a casi 36 años del aquel duro alto el fuego en la Guerra resulté elegido ganador en un sorteo entre Veteranos para realizar un viaje de una semana a las Islas Malvinas. 

Otra vez frente a mi, Malvinas como destino no buscado (pero ahora con todas las ventajas de poder decir que no y en un escenario muy distinto al de 1982).

Dudé. Dudé mucho en aceptar el viaje "del regreso" y pensé muchas veces en renunciar al premio.
H
asta que me dí cuenta que en realidad no iba a "volver", pues no podía volver a un lugar que no conocía. 

Mi recuerdo de las Islas (36 años después) era muy vago, y se trataba en realidad de piezas sueltas de un rompecabezas muy complejo, imágenes a veces difusas y mezcladas de lugares que pocas veces encajaban entre si. 
"Flashes" que sin mucho orden cronológico y/o espacial, aparecían y desaparecían de mi cabeza. 
No 
podía tratarse de "un regreso", pues de la guerra no quedaba nada (por suerte) y por otro lado no recordaba o podía armar en mi cabeza una imagen de lo que eran las Islas Malvinas.

En 1982 poco tiempo e interés dediqué a observar "las Islas". No estaba precisamente en un viaje de turismo y solo me importaba de Malvinas la robustez del pozo que nos protegía del fuego enemigo, el asegurarnos alimento y abrigo, la integridad del grupo con el que estaba, y desde luego recibir y enviar noticias de y a los seres queridos de los que estaba tan lejos. 
Si eso estaba ocurriendo en Malvinas o en Nepal poco importaba. Frente a lo que estábamos viviendo, solo pretendía hacer lo que había que hacer y que esa locura terminase de la mejor forma posible y cuanto antes, para regresar a esa vida que a los 20 años merecía estar viviendo en paz en mi querido Banfield, rodeado de mis afectos y no de milicos y pólvora.

Asumí entonces que el destino o el azar me daba la oportunidad de ir a "conocer" las Islas Malvinas 36 años después de haberlas defendido en una guerra. La curiosidad pudo mas, y a eso fuí, respiré hondo y el 10 de marzo de 2018 ahí estaba yo en un avión de LATAM proveniente de Chile, junto a otros nueve veteranos (también "ganadores" en ese mismo sorteo) cruzando la poca distancia que separa Río Gallegos de Malvinas.

Viajé para conocer, para observar Malvinas y sobre para "observarme" entre veteranos y en Malvinas, 36 años después de una guerra no elegida en la que tuve vivencias muy fuertes de las que aun desconozco secuelas y consecuencias. Confié nuevamente en el destino, en el azar, en Dios (*), me propuse "estar abierto" a lo que sea pudiese surgir en ese viaje y me fui.

Y ya en Malvinas pude constatar que mucho de lo que creía recordar de las Islas y de sus pobladores era realmente bastante peor de como lo recordaba. No así de la guerra.

Lo primero que pude observar en el vuelo y sobre todo al llegar fué la euforia y emoción que despierta en los argentinos el viajar a las Islas Malvinas. Esa euforia y emoción se "respiraba" ya en el aeropuerto de Río Gallegos, en la cabina del avión y se contagiaba y expandía en el resto del pasaje, y se comprobaba cada vez que uno se cruzaba con compatriotas ya recorriendo las islas. Las Islas Malvinas son sin duda alguna, muchísimo mas importantes como "símbolo" o como "sentimiento" para el pueblo Argentino que como territorio o destino en sí mismo (dejando de lado desde luego la importancia de su ubicación estratégica, recursos naturales y económicos, etc.)


Malvinas recibe a sus visitantes dentro de una moderna y enorme base militar (casi tan grande como la propia ciudad de Puerto Argentino) que pone a las claras para el visitante la importancia que los ingleses dan a las Islas, y asimismo da muestra que el golpe recibido por sus fuerzas armadas en la guerra del 82, evidentemente fue muy fuerte y no quieren volver a tener que pasar por algo similar.

Ya en la combi que nos llevaba a Puerto Argentino constaté lo que mas o menos recordaba respecto a lo monótona y aburrida que es la geografía de MalvinasSe mire para donde se mire, el paisaje se reduce a unas pocas elevaciones rodeadas o atravesadas de literales "ríos de piedras" y ralos pastizales amarillos, doblados por el prácticamente constante viento helado, que hace que esos yuyos no sobrepasen los 20 centímetros de altura. Todo ese "hermoso" paisaje rodeado y mezclado con grandes extensiones de blanda y húmeda turba malvinense. Me había olvidado (y ella misma se encargó de hacérmelo notar) como la turba se hunde lentamente por el propio peso cuando uno se para sobre ella, permitiendo y favoreciendo el progresivo humedecimiento de calzados, medias y finalmente pies. Una porquería.

Reconozco con sorpresa que visité y conocí también algunas playas muy lindas y pintorescas (Surf Bay, la zona de Gypsy Cove, Elephant, y alguna que otra) que no tenía registradas. Playas de arenas blancas y un mar celeste, rodeadas en algunos casos de un verde tupido y oscuro. Playas desde luego inutilizables como tales por el clima gélido y huracanado de las Islas, que todo lo estropea; pero que son muy lindas para la vista y la fotografía.  



Una cosa que en seguida me llamó la atención fueron "los colores" de Malvinas es decir de la ciudad, del agua, de los montes, de los pastizales, de las piedras.... que juraría eran solo grises en 1982 durante la guerra. En ese momento no puedo asegurar que haya visto "colores": todo era gris. Y los vagos recuerdos también fueron durante tantos años en blanco y negro.


Puerto Argentino da la impresión de ser una ciudad muerta o abandonada a juzgar por la poca actividad que tiene y ofrece, y por la casi nula presencia de personas en sus calles. La vida en en Puerto Argentino transcurre puertas adentro, en el encierro. Probablemente debido al adverso clima, la actividad en sus calles se limita a algunos automóviles que esporádicamente las atraviesan en muy cortos viajes que realizan los lugareños para trasladarse de una casa a otra, o a un supermercado, o alguna de sus tabernas (nadie camina). Desde las cuatro de la tarde solo el viento pasea por las calles. Solo los restaurants de los hoteles (se cena desde las seis de la tarde y hasta las nueve) y un par de tabernas quedan iluminados y con algo de actividad en la temprana y oscura noche malvinera. Pasadas las diez, es un cementerio.
Los pocos comercios de recuerdos que existen para proveer de chucherías a los visitantes de los cruceros, abren sus puertas solo un par de horas al día coincidiendo con la presencia de los pasajeros de estos barcos en sus calles. 

La ciudad la recorrí todos los días y algunas noches (son ocho cuadras por cuatro), y todas las veces me sentí "ajeno", "externo" a la misma. No era ni la sentía como "mi lugar", ni como una ciudad "argentina". Daba lo mismo que fuese Puerto Argentino (se siente "muy, muy Stanley") o en alguna ciudad isleña europea, sajona. Las Islas son nuestras, pero lo que permitimos se establezca en ellas, nada tiene que ver con nosotros.

La población de las Islas esta constituida principalmente por personas mayores que son quienes en general viven resentidos por la guerra y pendientes aun hoy, de la presencia y actividades de Argentinos que visiten las islas.  Presencia que desde luego rechazan de lleno y que muy a su pesar, no pueden evitar pero desearían hacerlo. Y por otro número de niños y pre adolescentes solo visibles en los horarios de ingreso y/o salida escolar, ya que al pasar a la adolescencia la mayoría de los jóvenes emigra y directamente (si puede) no vuelve, o lo hace ya (si no les queda otra) al ser muy mayores. 

La población de edad "adulta" (o activa) en Puerto Argentino está conformada por muchos (quizás demasiados) chilenos, que si bien se sienten súbditos de la corona y se consideran pertenecientes a la realeza británica, son quienes realizan realmente las tareas de servicios (remises, limpieza, albañilería, jardinería y atención en hoteles, supermercados y tabernas). También hay, en menor medida, otras minorías de sudamericanos emigrados dedicados también a los servicios que los kelpers no quieren hacer. Mi sensación es que de seguir con esta tendencia los chilenos serán mayoría en las islas en un par de generaciones. Aunque los propietarios de las estancias, casas y terrenos siguen siendo "nativos kelpers". (Y los verdaderos propietarios de las Islas, nosotros).

La visita a los sitios de combate, contribuyen al sustento de muchos de estos "extra kelpers" que viven en las islas, ya que son ellos quienes ofrecen a cambio de unos cientos de libras, visitas guiadas de habla hispana a (SIC) "los puntos donde se libraron las peores y mas crudas batallas" (Algunos hasta garantizan visualizar "sangre" de 1982 por un par de libras mas). 

Por lo que pude ver en esa semana de estadía en la que recorrí a pie fundamentalmente los alrededores de Puerto Argentino, la zona el viejo aeropuerto y alguno de los montes cercanos, es que tienen un circuito "preparado" para el turismo que no se condice del todo con los lugares ocupados realmente por las tropas argentinas en 1982. En ese circuito han hecho algunos pozos y trincheras "ad hoc" de fácil acceso para que el turista desprevenido y ávido del recuerdo "histórico", se saque en ellos la foto de rigor en lo que fue "el último campo de batalla artesanal del siglo XX".

Recorrer los sitios que realmente ocupamos en 1982 durante la guerra, lugares donde realmente hubo combates, y donde estuvimos, y ver en ellos como mudos testigos de aquel entonces restos de latas y hierros oxidados, cueros de lo que pudieron ser algún día borceguíes, vainas de municiones, telas, pozos y marcas de las explosiones convertidos en pozos inundados, restos de lo que fueron puestos de defensa argentinos, me hizo sentir (ahora en 2018) extraño y lejano a todo ese paisaje, me supe "ajeno" a los recuerdos de esos campos. Me costó  mucho "verme" en esos lugares hace tanto tiempo. Sabiendo que estuve allí me costó reconocerme en ese lugar.


Percibí que si bien estuve en combate en esos lugares en 1982 realmente se trató de un rol, un personaje que me tocó representar en aquel momento, a pedido de toda una sociedad y de un ejército que me tenía por ley entre sus filas. Y que ese personaje, ese rol que tuve durante la guerra poco o nada tenía que ver conmigo. La guerra transforma, cambia, aleja a la persona de sus principios, de sus creencias, y de sus valores; cada disparo, cada día de combate, cada caído, cada muerto separan "al soldado" de la "persona" que lo representa. Y ahora había tal distancia entre ambos que era imposible casi relacionarlos.

Constaté estando ahí, que ese rol estaba muerto y que no habían quedado temas pendientes que cerrar con él, nada que reprocharle, nada que agradecerle o recriminarle, ninguna culpa, ningún arrepentimiento. Me queda 
su recuerdo desde luego, pero evidentemente había hecho el duelo de manera correcta, y estaba en paz con esa "pérdida". Por eso seguramente no sentía necesidad alguna de volver. Y me sentí en paz conmigo mismo.

Ese rol, ese personaje, "el yo soldado" podía estar tranquilamente enterrado en algún sitio junto a los hierros oxidados, las latas, las vainas, los restos de borceguíes y los hoyos de tantas bombas inundados que estaban ahora frente a mis ojos, y no había necesidad alguna de revolver para encontrar algo suyo. Mientras realizaba ese peregrinaje obligado por lo que fueron "nuestros campos de batalla", la sensación era como la de transitar un viejo y abandonado cementerio.

Mas allá de todo lo indicado, en lo que refiere a "lo externo", debo decir que se nota demasiado la vigilancia y el seguimiento que agentes de seguridad o del ejercito, hacen (espero que solamente) a los grupos de Veteranos de Guerra Argentinos que recorren las islas en sus visitas. 
Seguramente podrían hacerlo mejor, es decir de manera mas disimulada, pero entiendo que es parte del intimidamiento que pretenden. Ayudados voluntariamente quizás por algunos de estos kelpers aburridos y resentidos, pero siempre atentos, a lo que algún "argie" pueda hacer o piensan que iría a hacer. Nada de banderas celestes y blancas, nada que recuerde que argentina es la propietaria de esas islas y estuvo ahí para recuperarlas en 1982.

Es muy fácil ver camionetas, jeeps, automóviles que se estacionan en medio de la nada y desde los que un solitario conductor observa con modernos prismáticos la presencia y actividad del "o grupo o visitante indeseado", y cada tanto con el celular o radio en mano reporta seguramente lo que sucede (o sea ....... "nada").
Entiendo que son ellos quienes (una vez que el o los visitantes abandonan el lugar) revisan y retiran inmediatamente cualquier cosa que "el argie" haya dejado a modo de recuerdo o tributo sobre alguna "posición", piedra o pozo de zorro reconocido. Ningún indicio o recuerdo argentino quieren -ni permiten- que quede (solo los colocados por ellos o el ejercito "britt" recordando sus bajas).
También, y sobre todo en las afueras de la ciudad, uno nota (y ve) las miradas silenciosas que desde detrás de las cortinas de las ventanas observan y controlan el paso del visitante. Son muy aburridos.

San Carlos me animo a afirmar que es de los peores lugares que uno pueda llegar a conocer.
El viento huracanado y congelante es simplemente insoportable (y eso que era marzo). Se trata de un sitio "imposible", un lugar "gris", del mismo gris con el que conocí y recordé por años las imágenes sueltas de Malvinas. Nada para ver, nada para hacer un lugar ideal para pegarse un corchazo. Sinceramente mis respetos y reconocimiento a quienes les toco defender y luchar en ese lugar. 

Mas allá del cementerio británico de San Carlos, por todos los lugares en los que se combatió, se observan 
esparcidos entre rocas y pastizales, numerosas indicaciones, placas y cruces colocados por los ingleses que dan cuenta y recuerdan las bajas que tuvieron en sus tropas en 1982. 

El cementerio Argentino en Darwin es un capitulo aparte y se encuentra estratégicamente en medio de la nada, alejado de todo. Al acercarse se percibe y siente una energía negativa tremenda.
Tristeza, desolación, dolor, y muerte acompañan al visitante en cada minuto que uno pisa ese lugar. El silencio sepulcral  y el viento que no cesa nunca, parecen amplificarse (si eso fuera posible) en Darwin, y ayudan a la sensación de angustia y de desolación. Es como que todo el silencio característico de quienes combatieron en una guerra (que se manifiesta en las posguerras), se hubiese juntado y quedado en ese lugar. Un silencio que atraviesa el alma. Un silencio mortal en contraposición a los sonidos también mortales pero ensordecedores de las explosiones, los disparos y los gritos escuchados hacía casi 36 años y que de a ratos volvían a aparecer en mi cabeza. Darwin es un sitio sin tiempo, sin color, y sin sonido.

Las tumbas van pasando y afloran casi con igual velocidad los recuerdos de tantos cuerpos y caras iluminados por los flashes anaranjados, rojizos de los disparos y las explosiones en la cerrada oscuridad de 1982. Caras de desesperación y de dolor, ojos vacíos, bocas abiertas en un grito desgarrador silenciado abruptamente y congelado para siempre por la sorpresiva, traicionera e inoportuna muerte. Darwin es Desolacion, Dolor, Desazón, Tristeza.





Estuve allí exactamente una semana antes de la visita de los familiares de los caídos al cementerio de Darwin; fue duro recorrer las tumbas y leer los nombres (ya identificados) de tantos compañeros que murieron inmerecida, dolorosa y tempranamente, "lejos -muy lejos- de aquella gloria con la que habíamos jurado morir" (pero deseando realmente "vivir"). 
Esa gloria de la que hablan los libros, los medios, la sociedad, y que desde luego ni los combatientes ni los caídos disfrutarán jamás. Esa gloria usada como mala excusa para tratar de justificar los daños irreparables y las pérdidas humanas de las guerras. Imposible no pensar en esas familias que desde hacía ya casi 36 años vivían tratando de darle un sentido a la abrupta e incomprensible ausencia de sus seres queridos, supliendo su presencia familiar con una foto de un muchacho vestido de militar congelado en el tiempo.
En Darwin sale a la luz, aflora, el dolor arrasador de  las guerras. Lo que no se dice, lo que se esconde. Las consecuencias particulares, las pérdidas y desgracias personales que aparecen cuando se pasa del plano colectivo al plano individual, ese plano en el que existen nombres y apellidos. Ese plano en el que la gloria, o el título de héroe no alcanzan nunca para justificar o paliar el dolor a una madre frente a esa muerte particular que le ha tocado en suerte.

No mucho mas para contar de Malvinas, poco que ver, poco que hacer; quien quiera ir, adelante, yo no lo recomendaría como destino turístico. Malvinas vale mucho mas por lo que representa, por lo simbólico, pero es sin dudas "un destino" para los argentinos.

Lo extraño, lo incomprensible es que (salvo en el cementerio de Darwin del que salí realmente con un gusto muy amargo en la boca) y pese a no tener nada realmente atractivo (la cerveza barata y en enorme variedad de etiquetas hoy podría llegar a ser algo a favor de Malvinas) lo cierto es que esa semana en las islas se me pasó muy rápido y me sentí bien. Ajeno, lejano en muchas ocasiones, pero bien, en paz. Será que estando en Malvinas y a pesar de todo, los argentinos "nos sentimos en casa".

Sé que este viaje es el último que haré en mi vida a las Islas, ahora si estoy seguro de no querer volver ("Tacháme la doble"), pero reconozco que me sirvió y fue muy positivo; fue un "dar vuelta de pagina" definitivo, y creo que todos los veteranos que viajamos, cada uno a su manera y según sus necesidades o sentimientos, sacó provecho del viaje.  

CCH Marzo 2018

(*) Aclaro que durante la guerra si bien confiaba en Dios no me atrevía a rezarle o a pedirle nada, pues consideraba que al estar violando el mandamiento "no matarás" no estábamos en condiciones de realizar ningún pedido. (Si le rezaba a la Virgen que seguramente debía estar conmovida como madre). 


4 comentarios:

  1. Excelente relato y fue un gusto compartir ese viaje contigo.
    Me veo reflejado en alguna de tus frases y sentimientos pero en mi caso yo creo que volvería a las islas

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    1. Gracias por tu comentario Fer, un gustazo haber compartido vivencias en el viaje.

      Yo bajé la cortina en lo que hace a ir de nuevo, pero habiendote visto allá, y como te sentías, no me sorprende que quieras volver !!!

      Abrazo grande.

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  2. Recién hoy después de tantos años de haber trabajado juntos, me enteré que fuiste uno de los héroes que estuvieron en Malvinas. Es un honor para mi el poder felicitarte por haber estado allí
    Un abrazo de tu amigo Eduardo.

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    1. Abrazo enorme Eduardo.
      Perfil bajo el mío como dicen !! (y seguramente producto de habernos conocido en aquellos primeros años de posguerra donde el silencio respecto a Malvinas era moneda corriente y a la vez una forma de preservarse de parte de los "ex combatientes" como nos etiquetaban en aquella época).

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