domingo, 21 de febrero de 2016

La guerra en tres fechas: 1 de Mayo de 1982

El 16 de Abril de 1982 llegué a Malvinas con mi grupo (el de Artillería de Defensa Antiaérea 601) y hasta aquella madrugada del 1° de Mayo, vivimos en lo que se podría llamar una "tensa calma"


No hubo en esos días una preparación “intensa de combate” o siquiera “prácticas diarias de tiro”.  Los días transcurrían con diversas tareas de alistamiento, preparación y mejora de las trincheras o pozos de zorro.
Recuerdo que cambiamos un par de veces de ubicación, siempre por las afueras de Puerto Argentino,  haciendo en cada sitio parapetos de protección y resistencia para cuando llegase el momento del combate (si es que llegaba).
Como durante el servicio militar, allí también se estaba mucho tiempo sin realizar actividades en las que ocupar la cabeza, y por lo tanto, las especulaciones de toda índole y tenor estaban a la orden del día. Ligadas todas, desde luego, a las derivaciones e implicancias que se generarían con la recuperación de las Islas Malvinas, concretamente al inicio de una guerra armada en las islas con la venida de los ingleses.

Los planteos cubrían un gran abanico de opciones:
Desde las más livianas e ilusorias: 
"Los ingleses no van a venir", ……"La diplomacia resolverá el conflicto", ……"Esto no llega o no pasa a mayores", ……"Si llegamos al enfrentamiento será por una semana y luego se negocia" …… "Están pidiendo al Papa que intervenga para que no pase nada"......
Pasando por las catastróficas: 
“Los ingleses traen misiles atómicos y acá terminamos como en Hiroshima”, …… “Vienen con submarinos atómicos para atacar Buenos Aires y no va a quedar ni el obelisco”, ……”Se nos viene la OTAN encima así que mejor cuidemos lo que hacemos” …… "Los chilenos aprovecharán si entramos en combate en Malvinas para invadir y quedarse con toda la patagonia"...........
Las desbordantes de confianza o esperanza: 
“Ni bien pongan un pie en las islas los matamos a todos” …… “Los ingleses no necesitan las islas y no quieren pelear”, ……”No hay forma de que nos ganen porque estamos en ventaja numérica”, ……"Nosotros estamos esperando y en tierra firme y ellos van a tener que combatir desde los barcos"....... 
O las de máxima: 
"Si los EEUU apoyan a Inglaterra, a nosotros nos apoyan los Rusos y se arma la tercera guerra mundial", …… "Brasil no los va a dejar pasar por sus costas y se suma a una escalada bélica", …… “Si los ingleses atacan, salta toda Latinoamérica a apoyarnos”;,………….

En fin, corrían rumores de todo tipo, y en general se estaba de buen ánimo y se hacían permanentemente bromas con la situación. Los días pasaban sin mayores sobresaltos, día a día llegaban nuevas unidades y tropas, y las islas parecían un gran cuartel militar: hacia donde uno mirase, se veía movimiento de tropas, helicópteros, armamentos y vehículos desplazándose de un lado a otro, y soldados preparando y reforzando las posiciones y los pozos pensando en facilitar con ellas nuestro ataque, y nuestra defensa o protección ante una ofensiva británica. 

Esa madrugada del 1° de Mayo me encontró de guardia en las afueras de Puerto Argentino. 

Para nosotros (que para ese entonces éramos “soldados viejos” con ya más de un año de servicio militar) hacer guardia era algo "relajado", ya que hacía varios días en los que “no pasaba nada, de nada”. 

Eso nos daba tranquilidad y por ejemplo aprovechábamos para juntarnos con algún otro soldado cercano -también de guardia-, demorando nuestras "rondas de vigilancia" en puntos comunes y protegidos del viento helado malvinense y del hostil clima isleño, en donde poder tomarnos un corto tiempo para charlar de cualquier tema alejado del ámbito militar en el que estábamos inmersos y bromear para pasar mejor la guardia esperando que los minutos pasen lo más rápido posible. Y compartir a escondidas algún cigarrillo, o alimento (pan, galletita, chocolate en el mejor de los casos).

En esa situación estábamos con mi ex compañero Gustavo Risso en cercanía de las últimas casas de la ciudad hacia el lado de Moody Brook que en esos momentos era la zona donde estábamos "afincados".  Aún no despuntaban las primeras luces de ese primero de Mayo. Los fusiles (FAL) apoyados lejos a un costado para que no molesten. Los cascos sueltos sobre el pasamontañas, hablando de música, intentando hacer mas corta la espera para que finalice nuestro turno, y volver a cobijarnos del frío de la noche o madrugada de Malvinas. 

En un determinado momento, vi a lo lejos iluminarse el cielo entre nubes grises por la zona del aeropuerto, del otro lado de la ciudad. Fue como un resplandor lejano, rojizo. El primer pensamiento y comentario fue: “Uhh parece que hoy llueve de nuevo” (pensando que se trataba de un relámpago), y en ese mismo momento, escuchamos el ruido como de trueno, y tembló el suelo de Malvinas. Y al instante nuevamente lo mismo.

Nos miramos, sorprendidos, no quedaban dudas de que se trataba del primer bombardeo inglés.  
Sin mediar palabras, ambos corrimos a buscar nuestros cascos y fusiles, mientras gritábamos para despertar al resto del grupo que dormía, avisando que el ataque y la guerra habían comenzado.

En esos segundos, minutos, primeras horas que siguieron todo fue muy confuso, se escuchaban otras explosiones, las primeras reacciones de nuestra artillería respondiendo al ataque inglés, gritos y corridas a los pozos de otros grupos cercanos, oficiales y suboficiales despertándose y dando ordenes de todo tipo. 

Era una mezcla extraña de sensaciones. Por un lado la sorpresa, la conmoción, la euforia de tener que entrar en combate para defender nuestro territorio y probar nuestro desempeño como soldados en una situación nunca vivida (jamás imaginada en realidad un par de semanas atrás). 

Por otro la angustia de que empezábamos a jugarnos en serio nuestra suerte y nuestras vidas en la defensa de las Islas. Cierto miedo de poder estar a la altura de las circunstancias que se diesen. Sentir que el riesgo de vida empezaba a ser algo real. 

Me vinieron a la mente las caras de la familia, que quizás no volvería a ver más, pero que a su vez servían para aumentar la confianza y el entusiasmo, porque lo que habría que hacer de ahí en más, sería también por ellos. 

Recordé las imágenes de las plazas llenas de gente despidiéndonos, apoyándonos, la idea de un pueblo unido al que nosotros representábamos en el combate, y al que no podíamos fallarle. Y pensé por un momento en que según mis planes en esos días yo debería estar ya cursando el primer año de la carrera de ingeniería en la universidad, y quizás trabajando o aun buscando algún empleo luego de haber terminado "la colimba", pero la realidad era que por alguna razón indescifrable, estaba en Malvinas, dentro de un pozo húmedo, recibiendo los primeros ataques ingleses en un ambiente de confusión y locura.  

Correr a los pozos, agarrar y encender la radio, para recibir órdenes y saber que estaba pasando del otro lado de la ciudad y como estaba el resto de nuestros compañeros de grupo en las posiciones distantes; mirar a nuestros superiores (en rango) para que nos digan como proceder, en una locura de órdenes y contraordenes, en medio de información de todo tipo procedente del radar y repetida hacia las posiciones de tiro. 
Disparos distantes, explosiones, detonaciones, sonidos, gritos, que rompían definitivamente la calma en Malvinas......... la locura se iniciaba.

Ya en el pozo,con la tensión de estar viviendo semejantes momentos, me propuse y empecé a pensar más fríamente. 
Estos primeros bombazos, nos daban certeza en cuanto a que el combate había iniciado; se acababan las dudas, las indefiniciones, y las especulaciones. 

A partir de ese momento teníamos por delante un camino que no tenía marcha atrás y en el cual la única opción era recorrerlo. Y había que recorrerlo pensando cada paso que nos tocaría dar porque en cada paso de ese camino nos jugábamos la vida.  Se iniciaban tiempos y acciones difíciles y desconocidas para la gran mayoría de los que estábamos ahí. Nos encontrábamos real y definitivamente en una guerra, viviendo una situación que nunca habíamos imaginado ni siquiera días atrás, y en la que íbamos a tener que hacer también cosas inimaginadas. ¿Alcanzarían las prácticas y las enseñanzas que nos habían dado? ¿Que pasaría con cada uno de nosotros? ¿Estaríamos a la altura de lo que se esperaba de nosotros?.

Y en ese momento tomé conciencia de que ninguno de los que estábamos ahí en los pozos, en Malvinas, iba a volver.  Ese primero de mayo (el combate, la guerra en realidad) iba a transformarnos y nunca más volveríamos a ser quienes habíamos sido hasta ese momento. 

Ese día iba a ser una especie de punto de inflexión, un "click", en nuestras vidas. Miré entonces a mis compañeros de pozo, y les dije algo así como -"Muchachos recordemos bien este momento porque a partir de ahora ninguno de nosotros va a volver a ser el mismo. A partir de hoy olvidémonos de "volver" de Malvinas" (pensando en que quienes volveríamos de Malvinas seguramente íbamos a ser otros muy distintos a los que habíamos sido hasta ese momento). 

No me prestaron mucha atención, desde luego, o me tomaron por un enorme pesimista pensando en que me referiría a la muerte de todos nosotros, salvo un capitán del que ya no recuerdo el nombre que me dijo -"pibe tenés razón, vamos a volver siendo otros pero mejores".

Eso de "mejores" en realidad no fue así, pero en cuanto a los efectos o consecuencias que nos dejó la guerra, respecto a las huellas que el combate dejó en nosotros, no tuvo que pasar mucho tiempo para darme cuenta que yo tenía -lamentablemente- razón. 


CCH2007

jueves, 11 de febrero de 2016

Malvinizar (II)

“Malvinizar” es un nuevo concepto, surgido con posterioridad a 1982, muy usado desde entonces, y que en general engloba distintas acciones que ayuden a crear conciencia, a instalar en la sociedad el tema de la soberanía y de la recuperación de las Islas Malvinas.

“Malvinizar” es dar herramientas, argumentos y medios -sobre todo a las nuevas generaciones- que sirvan para recuperar el territorio nacional ocupado por el reino unido.

“Malvinizar” está pensado mirando hacia adelante, creando un futuro que “incluya Malvinas” en el día a día.

Pero cuando se habla de “Malvinizar”, generalmente se habla o se termina hablando de la guerra y de los actos de combate (que hubo muchos y muy rescatables desde luego, y que merecen ser contados), o de los veteranos de guerra. Eso no es “Malvinizar”.

Hablar de la guerra y de lo actuado en combate es algo que en el fondo y para la gran mayoría de la sociedad no pasa de “la anécdota”. Es hablar de algo que no dá argumentos para el reclamo. Es hablar de algo que no debiera volver a suceder. Es hablar de algo que “no construye” hacia adelante.

Si queremos recuperar Malvinas, evidentemente no será haciendo lo mismo que hicimos durante casi toda nuestra historia, tenemos que hacer y pensar de manera muy distinta (y mejor) a lo que vinimos pensando y haciendo.

Con esa visión, creo que hay que ver y analizar Malvinas (la guerra) como cualquier otro hecho de la vida personal, de la vida nacional, y no centrarse en los sucesos militares, bélicos, para ver y utilizar Malvinas (la guerra) como ejemplo de algo de lo que todos debiéramos aprender. ¿Cómo llegamos a ella?, ¿Cómo seguimos después de ella? ¿Qué nos sumó esa experiencia? ¿Qué ganamos? ¿Qué perdimos? ¿Que nos cambió?... Etc.

Tenemos que aprender de todo eso, y hacer que todo lo que pasó nos sirva para algo positivo.

Con detalles de lo que se hizo en combate, con los detalles técnicos de los aviones o los cañones utilizados, reviviendo alguna operación realizada en Malvinas, quizás se busque o se logre el reconocimiento hacia los veteranos (siempre pendiente), pero en definitiva no se crea sustento ni bases pensando hacia adelante en lograr la recuperación de la soberanía de nuestras Islas Malvinas.

Los relatos que aportan, en tal caso, son aquellos relacionados a los aprendizajes que nos dejó la guerra de Malvinas; a las vivencias y transformaciones que nos provocó el hecho de pasar por esta dura experiencia, a la forma en que, como sociedad, encaramos y nos hicimos cargo de lo decidido y lo actuado.

Hablar de los metros de eslora que tenía el ARA Gral Belgrano o la cadencia de tiro de los cañones antiaéreos Oerlikon no le modifica la vida a nadie, no es ir hacia adelante, no es “Malvinizar”


CCH2007

martes, 2 de febrero de 2016

El regreso, la revancha

De Malvinas regresamos, entre otras tantas cosas:

- con el dolor de haber perdido una guerra, 
con la angustia de haber dejado allá a muchos compañeros, 
- con el pesar de haber visto como bajaban nuestra bandera de un territorio que es nuestro, 
- con el desconsuelo o sabor amargo de no haber podido (o sabido) “hacer más”, 
- con la pena de volver al continente como prisioneros de guerra, 
- con la seguridad de ya no ser los mismos que éramos antes de ir a Malvinas, ......

Y a su vez, es cierto, luego de tamaña y cruenta experiencia:

- con muchas ansias de volver a ver a nuestros seres queridos, 
- con la esperanza de retomar nuestras vidas, 
- con el inútil deseo de reencontrarnos con quienes habíamos sido hasta ese 1 de mayo  del 82, 
- con la ilusión de que esa unión social que había en Argentina al irnos (y por la que murieron nuestros compañeros) seguiría presente en la gente.......

Volvimos 
- habiendo dado y dejado allá lo mejor que teníamos, 
- conociendo el miedo pero no la traición, 
- habiendo realizado todo lo que estaba a nuestro alcance, con una entrega brutal y sin miramientos, 
- sabiendo que actuamos haciendo lo mejor que pudimos hacer con lo que teníamos y con lo que sabíamos en ese momento
- conscientes de haber llevado y ejercido el mandato de TODA UNA SOCIEDAD que nos vivó y aplaudió antes de cruzar a Malvinas.

Por todo eso y tantas otras cosas, los Veteranos de Guerra de Malvinas no sentimos otra cosa que orgullo y honor por haber defendido y luchado por la recuperación de nuestras islas.
Sentimientos solo compartidos, y conocidos en toda su profundidad, por quienes estuvimos en combate.

Sobrevivimos a una guerra, pudimos remontar nuestras vidas; tenemos hoy –la mayoría- una familia y amigos que nos soportan y nos contienen.

Palabras como dignidad, respeto, hermandad, honradez, sacrificio, dolor, orgullo, etc. tomaron un sentido muy distinto para quienes vivimos la guerra en primera persona.




La guerra terminó abrupta, brutalmente (más rápido que nuestra voluntad y ganas de luchar) y si bien nos faltó preparación para afrontar la posguerra, pudimos superar como pudimos las miserias vividas, el horror del combate armado, ganándole "a" la guerra y refundando o rehaciendo nuestras vidas con nuevos desafíos y objetivos.

Ésa es nuestra revancha, ése es nuestro triunfo. Ganamos. 
Le ganamos "a" la Guerra. No logramos el objetivo de recuperar las islas en 1982, pero "ganamos".

Nuestras nuevas responsabilidades pasan hoy por otro lado; nuestro puesto en la lucha (nuestro nuevo “rol de combate”) ya no contempla, gracias a Dios, un fusil FAL en la mano. 

Nadie regresa de una guerra.
Pasaron casi 23 años, somos otros (nosotros y el país del que formamos parte), otros muy distintos a aquellos soldados que fuimos en el 82. 
 
Si no asumimos esto, si nos quedamos rumiando el dolor de la derrota militar, si todavía esperamos un reconocimiento que sabemos jamás llegará (y que nunca tuvimos como objetivo, ni necesitamos).
Si el recuerdo de ese amigo que dejamos en Malvinas en una fosa anónima o deshecho en un montón de pedazos, solo despierta sed de venganza , resentimientos, o la tremenda estupidez de pensar en una solución violenta al problema..........entonces no aprendimos nada, y viviremos en guerra "interna" por siempre.

La guerra (armada) terminó en 1982, siguen muchas nuevas peleas. Porque como dijo un oriental hace muchos años: El mejor guerrero no es el que triunfa siempre, sino el que vuelve sin miedo a dar batalla.



CCH2007