martes, 24 de noviembre de 2015

Que tendrá que ver Dios con las guerras.

A la mayoría de los dioses se le atribuye desde la antigüedad más remota, la potestad sobre la vida y la muerte de los seres vivos (en particular de los seres humanos), y asumimos que depende de decisiones divinas la continuidad o no de "la vida" de esos seres vivientes.

Por eso cuando un ser humano asume (voluntaria o accidentalmente) esa potestad y atenta contra la continuidad de la vida de un semejante, es juzgado, condenado, castigado, y aislado por ese accionar, ya que se entiende que es peligroso para la sociedad.

Para justificar o permitir que alguien pueda matar a un semejante, sin condena social, está la guerra, un ámbito en el que somete a los combatientes, por desesperación e instinto de supervivencia, a la situación extrema de tener que matar a un semejante o de poder morir a manos de otro.

La guerra es la herramienta que utiliza una sociedad para aplicar sin culpa la potestad de poner en juego la continuidad de la vida de incontable cantidad de seres humanos; basándose desde luego en decisiones "humanas", impulsados por ambiciones y objetivos "humanos", que cuidan y velan por intereses "humanos". Muy, muy lejos de las decisiones divinas.

Es cuanto menos cuestionable y sería realmente preocupante que los dioses avalen que se le quite a alguien esa vida por ellos creada, por ejemplo por motivos como la defensa o la definición de un límite geográfico. Ya que el mundo fue creado por esos mismos dioses sin límites que dividan los continentes, ni los mares, sin definir países, ni tipos de gobierno, ni "dueños" los recursos naturales que dispusieron.

Por eso la guerra tiene un marketing tan bien preparado y aceptado, para que los soldados a los que les toca ir al combate, no sólo no se rebelen, sino que además crean y estén convencidos que el apoyo de esa sociedad, y el mandato o el permiso para matar (sean cuales hayan sido las causas que desencadenaron esa guerra) es algo aceptado, bien visto y sin consecuencias.

Y hasta pretenden que esas causas puedan tener el aval de las divinidades, cuando hacen bendecir las armas que serán utilizadas en el combate, y disponen la presencia de ministros religiosos que, más allá de dar un valioso soporte espiritual al combatiente, parecieran avalar o justificar en nombre de Dios las causas por las que se desarrolla ese conflicto armado.

Cuando uno "va la guerra" lo hace en pos de la defensa de un interés común de la sociedad a la que pertenece (conceptos como Bandera, Patria, Soberanía, etc. etc.) pero cuando esa persona "está en la guerra" en el combate, todos esos conceptos se esfuman y lo único que se defiende es la vida propia y la de los compañeros cercanos. Y eso es lo único que importa. 
En la guerra, s
e mata por intereses humanos, de ninguna manera "divinos" (los dioses no necesitan nuestra ayuda para hacerlo).
Muertes que se consideran como hechos heroicos, solo porque se realizan en defensa de intereses políticos, económicos, religiosos, etc. de una sociedad que poco valora la importancia de las vidas humanas.

En la justicia terreanal, se condena matar en defensa de un interés personal, pero se felicita cuando se mata por un interés común, eso está claro. Ahora porque en la justicia divina debiera ser similar, cuando ningún Dios estableció (por ejemplo) limites geográficos por los que los hombres deban matar.
¿Debería tener en cuenta Dios las "razones" que se defienden de un lado y otro de una trinchera? ¿Y en tal caso debería tomar partido por uno de esos lados?

¿Entenderán los dioses estas “Justificaciones” dela justicia humana?

¿Aceptarán los dioses los motivos por los que se le quita la vida a un semejante?

¿Qué le preguntarán los dioses a esas personas que mataron a otros cuando llegue la hora de enfrentarse a ellos y ya no existan, ni tengan sentido alguno, los límites geográficos, los intereses políticos, e incluso las diferencias religiosas?

¿Habrá premio o castigo?

¿O habrá que arrepentirse primero?

Pero ¿porque arrepentirse si nos habían dicho que era algo bueno ir a la guerra? ¿no era algo que ennoblecía? ¿Dios no estaba de nuestro lado?



CCH2007


miércoles, 18 de noviembre de 2015

La guerra de Malvinas por los Excombatientes

Comparto un comentario de Carlos Gamerro publicado hace un tiempo respecto a los diálogos que se dan entre los Veteranos de Guerra y quienes no lo son, cuando se toca el tema de la guerra.

Me pareció muy bueno porque sintetiza en muy pocas líneas el sentimiento y la realidad de "esos hilos invisibles" (a decir de Cortázar) que nos unen a los ex combatientes de Malvinas.

... Cuando estaba escribiendo Las Islas, que trata, entre otras cosas, de la Guerra de Malvinas, quise entrevistar a los soldados que habían participado en ella. 


En su ensayo Experiencia y pobreza, Walter Benjamin dijo que durante la Gran Guerra los hombres
“volvían mudos del campo de batalla” y, agregaba, “no enriquecidos sino más pobres en cuanto a experiencia comunicable”

De eso que había pasado en las trincheras, los soldados que volvían no podían hablar, eso que habían vivido nunca había pasado antes.

Jorge Luis Borges nos recuerda, una y otra vez, que el lenguaje, para comunicar, requiere de experiencias compartidas. 

Palabras como “rojo”, “verde” o “violeta” nada pueden decirle a un ciego de nacimiento; ciegos también, y sordos, eran los oyentes de los soldados que volvían de las trincheras, educados por tres milenios de literatura épica y relatos orales a concebir la guerra como el terreno privilegiado donde se desplegaban valores como el honor, la gloria o la hombría.

Mi descubrimiento personal fue que los soldados volvían de Malvinas
no mudos sino lacónicos

Me miraban como si supieran de antemano que yo no iba a entender, que las mismas palabras significarían, para nosotros, cosas diferentes. 

Entre ellos, en cambio, se entendían perfectamente.

Cada palabra que usaban, como “frío”, “pozo de zorro”, “balas trazadoras”, “bombardeo naval”, desbordaba de paisajes, situaciones y vivencias definidas y precisas, infinitamente ricas y sugerentes, aterradoras, intolerablemente vívidas. Uno de ellos las pronunciaba; los otros asentían, generalmente mudos. 

Para hablar conmigo, todas las palabras parecían insuficientes.

Para comunicarse entre ellos, las palabras eran casi innecesarias: lo mismo valían los silencios y los gestos...


¿Será quizás por algo de todo esto que muchos ex combatientes preferimos "(no) hablar" de Malvinas solo cuando estamos entre Veteranos de Guerra?
CCH 2010