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sábado, 26 de marzo de 2016

jueves, 2 de octubre de 2014

Fin de la Causa Malvinas

"Causa" es por definición el motivo, el origen, el fundamento de una acción; el deseo, la necesidad que nos impulsa a hacer algo.

Ahora bien, con las ganas, con el deseo, con un motivo justificado, no alcanzaremos nunca los objetivos que nos planteemos. No obtendremos nunca resultados.

Para alcanzar una meta, hay que convertir la causa, el deseo, en un “Proyecto”, pues un proyecto involucra un plan, una estrategia, actores, recursos, sponsors, plazos, etc.

Si queremos lograr algo, alcanzar una meta, un objetivo, debemos prepararnos, planificar, elaborar un plan de acción, elegir los mejores recursos, entrenar, analizar las posibles consecuencias, los entornos, las alianzas, considerar otros puntos de vista, etc.

En el caso de Malvinas hablamos hace ya más de 100 años de la “Causa”, de defender la “causa”, de mantener viva la “causa”, del alcance nacional de la “causa” y otros conceptos por el estilo. La “causa Malvinas” existe, es casi “innata” en los argentinos; tiene "vida propia", se defiende sola. Creo que es hora de decir basta y dejar de hablar de la “Causa Malvinas”

A la guerra de Malvinas, fuimos con un objetivo claro, con una meta clara: recuperarlas (y eso era casi lo único claro que teníamos). 
Luchamos por alcanzar esa meta con el corazón, "con las ganas", con el sentimiento, con “las tripas”. Y demostramos que con eso “bélicamente” estuvimos a la altura de las circunstancias (ya que fuimos reconocidos en ese rol por nuestros propios enemigos). 

Nos movía un noble y fuerte sentimiento. ¿Las recuperamos? ¿Cumplimos el objetivo?: Lamentablemente “no”, y eso nos costó muchas vidas.

Quienes murieron lo hicieron con -y por- la imagen de la unión de toda la sociedad, dejaron sus vidas por defender un objetivo común. Pelearon con y por un sentimiento.

De ellos tenemos que aprender a que vale la pena el esfuerzo, el dar lo mejor de uno cuando se está convencido del motivo por el que se lucha, y cuando se busca alcanzar un objetivo común que nos motiva.

De la experiencia colectiva, tenemos que aprender que no hay soluciones mágicas; que está muy bien “sentir” “desear” algo, ya que esos sentimientos serán el motor de nuestras acciones, pero que alcanzar una meta (sobre todo una gran meta) lleva consigo un gran esfuerzo previo, que es necesario elaborar un plan, prepararse, involucrar a los mejores recursos, ordenarse, planificar, diagramar, conocer las limitaciones, fortalezas y flaquezas propias y del contrincante, hacer alianzas, y muchos otros etcéteras.

De esa manera, convencidos, con un buen plan, alcanzado el objetivo propuesto o no, estaremos en mejores condiciones que antes de intentarlo, seremos “mejores” que antes, habremos “crecido” en el intento.

Porque la mejora, lo valioso, el crecimiento real, se da normalmente en el camino que se recorre para alcanzar una meta y no precisamente al alcanzarla.


Se “gana” en el proceso y se corona el esfuerzo al obtener la meta. Y se puede "ganar" sin alcanzar los objetivos propuestos.
Y si no se puede obtener la meta, dolerá desde luego, pero se estará (mejor) preparado para volver a intentarlo, y motivará a otros para que lo intenten.

Creo que ya es hora de dejar de hablar de la Causa Malvinas y empezar de una vez por todas a pensar y dar forma a un Proyecto Malvinas.

Si seguimos hablando de la causa, Malvinas seguirá siendo un deseo, una aspiración y seguiremos presos de nuestra incompetencia para recuperarlas, presos de nuestra propia indiferencia e inacción hacia la islas por tantos años y presos de pretender evitar nuestra responsabilidad en la guerra de 1982 y sus consecuencias. Seguiremos esperando que alguien, un día, nos dé una receta o una solución mágica para recuperarlas. Ese "alguien" fue Galtieri el 2 de abril de 1982 al que todos le creímos, y apoyamos, y todos estuvimos de acuerdo en ir a la guerra contra Inglaterra

Está claro que ése no fué el mejor camino. Los veteranos de guerra somos la muestra viviente de lo que un día estuvimos todos convencidos que era lo correcto hacer. Somos parte de las consecuencias de una decisión quizás facilista y apresurada. Somos la prueba y el resultado de acciones que decidimos realizar sin mucha preparación ni planificación.

Malvinas y la guerra es responsabilidad de toda la sociedad. La posguerra y lo que queramos hacer a futuro respecto a las Islas Malvinas también. Por eso dejemos de lado por un tiempo la “causa”, y pensemos en formas activas y productivas de involucrarnos para definir entre todos un “Proyecto Malvinas”.


                                                                                                                                                       CCH2007

martes, 9 de septiembre de 2014

Que recuperamos con la guerra de Malvinas

Considero no equivocarme demasiado al pensar que Malvinas del 82 fue, y es, el hito de nuestra historia alrededor del cual convergió el país entero
Malvinas movilizó a toda la sociedad; poderes económicos y políticos, fuerzas sociales, representantes religiosos, deportivos, medios de comunicación, líderes y seguidores (de derecha y de izquierda), industria y comercio, empresarios y sindicalistas, etc. etc. estuvieron todos alineados, movilizados por Malvinas. Apoyando la toma y recuperación -violenta- de Malvinas.
El gobierno militar (y los poderes que lo instalaron y lo sostuvieron), “lograron” de la noche a la mañana, la tan utópica unidad nacional en pos de la defensa de la soberanía, arrastrando a todos los habitantes (o a casi todos) a una loca carrera por la obtención de un (muy hipotético) triunfo militar, recuperando de un plumazo unas islas que muchos, en aquel entonces, ni recordaban o siquiera contemplaban su existencia.
¿Se llegó a esto luego de haber alcanzado el consenso necesario para avalar y realizar la acción propuesta, respaldando la experiencia de una guerra?
¿Se analizaron en conjunto (poderes, instituciones, gobierno, sociedad, etc) las amenazas, las trampas y las consecuencias a las que se expondrían a varias generaciones? ¿Se contemplaron mínimamente los riesgos de semejante decisión?
Sencilla y simplemente: No.
Pero Malvinas nos volvió activos y nos movilizamos apoyando una guerra, cuando pudimos habernos quedado en nuestras casas en silencio, dándole la espalda a esa “locura”. Así de simple; como había sucedido en tantas ocasiones cuando también había que manifestarse para lograr alguna reivindicación social, o para defender nuestros genuinos derechos, y no lo hicimos por comodidad, por conveniencia, o por miedo.
Pero no fué así con Malvinas.
Malvinas hizo que toda la sociedad saliese a la calle apoyando. Malvinas provocó una unión impensable en ese momento. Duró poco, pero se dio.
La guerra de Malvinas fue (como toda guerra) una experiencia traumática, que tuvo sí abundantes hechos y acciones muy meritorias y muy valiosas de muchos, muchos, “héroes” que participaron en ella.
Pero Malvinas fue además una experiencia colectiva, que generó una auténtica, espontánea y fuerte unidad social.
Por unos cuantos días con la Guerra de Malvinas recuperamos parte de nuestro territorio, pero también recuperamos la unión y la movilización de la sociedad en pos de un objetivo común.
Con la derrota, esa unidad se diluyó. Hubo luego un tiempo de mirar para otro lado, de evitar tocar el tema, pero despacio, con el correr de los meses y los años, y a pesar de las diferencias conceptuales, de ideales, culpas, admiraciones, lástima, comprensión, orgullo, nacionalismo, o de lo que sea, -que existen y van a seguir existiendo- se fué instalado en la sociedad un sentimiento colectivo hacia y por “Malvinas”, algo que (con sus matices) nos une, nos cohesiona.
Vuelve a aparecer un alinearse tras un sentimiento común, un objetivo común, hacia las islas como tales, o hacia quienes participamos en forma directa de esa guerra, o hacia quienes padecieron y padecen las secuelas de ella, o hacia lo que significó y significa para Argentina esa guerra.
Malvinas fué una experiencia dolorosa, cruel, para quienes participamos directamente y perdimos la guerra.
Una experiencia despiadada para las familias que perdieron a alguno de sus integrantes en esa guerra, y para las que tienen que convivir aún hoy con los efectos, con las secuelas y consecuencias de ella. Una experiencia muy compleja para los gobiernos de turno que no supieron o no quisieron gestionar.
Una experiencia producto de la responsabilidad y el compromiso de toda la sociedad.
Justamente por la unión que provocó, por la adhesión que generó y genera, Malvinas también debiera ser una experiencia que hunda para siempre el “no compromiso” y la credibilidad ingenua y facilista que como sociedad nos damos el lujo de enarbolar, permitiendo las locuras y divagues de quien esté sentado en el sillón de Rivadavia (sentado ahí con nuestro aval y permiso).
Una experiencia que nos recuerda y nos muestra que juntos, con consenso y unidos, podríamos muchas veces torcer el rumbo y lograr cosas que pueden parecer imposibles.
Una experiencia que nos advierte que a pesar de las diferencias que todos tenemos, e incluso con ellas, hay temas en los cuales podemos y debemos estar codo a codo, que hay intereses comunes que debemos defender mas allá de aspectos personales o sectoriales.
La Guerra de Malvinas unió a la sociedad y lamentablemente no sirvió para recuperar las islas, pero debería también servir para recuperarnos a nosotros mismos, como sociedad, y así los muertos de Malvinas tendrían también ese otro significado, el de la unidad, pues ellos murieron por ella.
CCH (1987)