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domingo, 21 de febrero de 2016

La guerra en tres fechas: 1 de Mayo de 1982

El 16 de Abril de 1982 llegué a Malvinas con mi grupo (el de Artillería de Defensa Antiaérea 601) y hasta aquella madrugada del 1° de Mayo, vivimos en lo que se podría llamar una "tensa calma"


No hubo en esos días una preparación “intensa de combate” o siquiera “prácticas diarias de tiro”.  Los días transcurrían con diversas tareas de alistamiento, preparación y mejora de las trincheras o pozos de zorro.
Recuerdo que cambiamos un par de veces de ubicación, siempre por las afueras de Puerto Argentino,  haciendo en cada sitio parapetos de protección y resistencia para cuando llegase el momento del combate (si es que llegaba).
Como durante el servicio militar, allí también se estaba mucho tiempo sin realizar actividades en las que ocupar la cabeza, y por lo tanto, las especulaciones de toda índole y tenor estaban a la orden del día. Ligadas todas, desde luego, a las derivaciones e implicancias que se generarían con la recuperación de las Islas Malvinas, concretamente al inicio de una guerra armada en las islas con la venida de los ingleses.

Los planteos cubrían un gran abanico de opciones:
Desde las más livianas e ilusorias: 
"Los ingleses no van a venir", ……"La diplomacia resolverá el conflicto", ……"Esto no llega o no pasa a mayores", ……"Si llegamos al enfrentamiento será por una semana y luego se negocia" …… "Están pidiendo al Papa que intervenga para que no pase nada"......
Pasando por las catastróficas: 
“Los ingleses traen misiles atómicos y acá terminamos como en Hiroshima”, …… “Vienen con submarinos atómicos para atacar Buenos Aires y no va a quedar ni el obelisco”, ……”Se nos viene la OTAN encima así que mejor cuidemos lo que hacemos” …… "Los chilenos aprovecharán si entramos en combate en Malvinas para invadir y quedarse con toda la patagonia"...........
Las desbordantes de confianza o esperanza: 
“Ni bien pongan un pie en las islas los matamos a todos” …… “Los ingleses no necesitan las islas y no quieren pelear”, ……”No hay forma de que nos ganen porque estamos en ventaja numérica”, ……"Nosotros estamos esperando y en tierra firme y ellos van a tener que combatir desde los barcos"....... 
O las de máxima: 
"Si los EEUU apoyan a Inglaterra, a nosotros nos apoyan los Rusos y se arma la tercera guerra mundial", …… "Brasil no los va a dejar pasar por sus costas y se suma a una escalada bélica", …… “Si los ingleses atacan, salta toda Latinoamérica a apoyarnos”;,………….

En fin, corrían rumores de todo tipo, y en general se estaba de buen ánimo y se hacían permanentemente bromas con la situación. Los días pasaban sin mayores sobresaltos, día a día llegaban nuevas unidades y tropas, y las islas parecían un gran cuartel militar: hacia donde uno mirase, se veía movimiento de tropas, helicópteros, armamentos y vehículos desplazándose de un lado a otro, y soldados preparando y reforzando las posiciones y los pozos pensando en facilitar con ellas nuestro ataque, y nuestra defensa o protección ante una ofensiva británica. 

Esa madrugada del 1° de Mayo me encontró de guardia en las afueras de Puerto Argentino. 

Para nosotros (que para ese entonces éramos “soldados viejos” con ya más de un año de servicio militar) hacer guardia era algo "relajado", ya que hacía varios días en los que “no pasaba nada, de nada”. 

Eso nos daba tranquilidad y por ejemplo aprovechábamos para juntarnos con algún otro soldado cercano -también de guardia-, demorando nuestras "rondas de vigilancia" en puntos comunes y protegidos del viento helado malvinense y del hostil clima isleño, en donde poder tomarnos un corto tiempo para charlar de cualquier tema alejado del ámbito militar en el que estábamos inmersos y bromear para pasar mejor la guardia esperando que los minutos pasen lo más rápido posible. Y compartir a escondidas algún cigarrillo, o alimento (pan, galletita, chocolate en el mejor de los casos).

En esa situación estábamos con mi ex compañero Gustavo Risso en cercanía de las últimas casas de la ciudad hacia el lado de Moody Brook que en esos momentos era la zona donde estábamos "afincados".  Aún no despuntaban las primeras luces de ese primero de Mayo. Los fusiles (FAL) apoyados lejos a un costado para que no molesten. Los cascos sueltos sobre el pasamontañas, hablando de música, intentando hacer mas corta la espera para que finalice nuestro turno, y volver a cobijarnos del frío de la noche o madrugada de Malvinas. 

En un determinado momento, vi a lo lejos iluminarse el cielo entre nubes grises por la zona del aeropuerto, del otro lado de la ciudad. Fue como un resplandor lejano, rojizo. El primer pensamiento y comentario fue: “Uhh parece que hoy llueve de nuevo” (pensando que se trataba de un relámpago), y en ese mismo momento, escuchamos el ruido como de trueno, y tembló el suelo de Malvinas. Y al instante nuevamente lo mismo.

Nos miramos, sorprendidos, no quedaban dudas de que se trataba del primer bombardeo inglés.  
Sin mediar palabras, ambos corrimos a buscar nuestros cascos y fusiles, mientras gritábamos para despertar al resto del grupo que dormía, avisando que el ataque y la guerra habían comenzado.

En esos segundos, minutos, primeras horas que siguieron todo fue muy confuso, se escuchaban otras explosiones, las primeras reacciones de nuestra artillería respondiendo al ataque inglés, gritos y corridas a los pozos de otros grupos cercanos, oficiales y suboficiales despertándose y dando ordenes de todo tipo. 

Era una mezcla extraña de sensaciones. Por un lado la sorpresa, la conmoción, la euforia de tener que entrar en combate para defender nuestro territorio y probar nuestro desempeño como soldados en una situación nunca vivida (jamás imaginada en realidad un par de semanas atrás). 

Por otro la angustia de que empezábamos a jugarnos en serio nuestra suerte y nuestras vidas en la defensa de las Islas. Cierto miedo de poder estar a la altura de las circunstancias que se diesen. Sentir que el riesgo de vida empezaba a ser algo real. 

Me vinieron a la mente las caras de la familia, que quizás no volvería a ver más, pero que a su vez servían para aumentar la confianza y el entusiasmo, porque lo que habría que hacer de ahí en más, sería también por ellos. 

Recordé las imágenes de las plazas llenas de gente despidiéndonos, apoyándonos, la idea de un pueblo unido al que nosotros representábamos en el combate, y al que no podíamos fallarle. Y pensé por un momento en que según mis planes en esos días yo debería estar ya cursando el primer año de la carrera de ingeniería en la universidad, y quizás trabajando o aun buscando algún empleo luego de haber terminado "la colimba", pero la realidad era que por alguna razón indescifrable, estaba en Malvinas, dentro de un pozo húmedo, recibiendo los primeros ataques ingleses en un ambiente de confusión y locura.  

Correr a los pozos, agarrar y encender la radio, para recibir órdenes y saber que estaba pasando del otro lado de la ciudad y como estaba el resto de nuestros compañeros de grupo en las posiciones distantes; mirar a nuestros superiores (en rango) para que nos digan como proceder, en una locura de órdenes y contraordenes, en medio de información de todo tipo procedente del radar y repetida hacia las posiciones de tiro. 
Disparos distantes, explosiones, detonaciones, sonidos, gritos, que rompían definitivamente la calma en Malvinas......... la locura se iniciaba.

Ya en el pozo,con la tensión de estar viviendo semejantes momentos, me propuse y empecé a pensar más fríamente. 
Estos primeros bombazos, nos daban certeza en cuanto a que el combate había iniciado; se acababan las dudas, las indefiniciones, y las especulaciones. 

A partir de ese momento teníamos por delante un camino que no tenía marcha atrás y en el cual la única opción era recorrerlo. Y había que recorrerlo pensando cada paso que nos tocaría dar porque en cada paso de ese camino nos jugábamos la vida.  Se iniciaban tiempos y acciones difíciles y desconocidas para la gran mayoría de los que estábamos ahí. Nos encontrábamos real y definitivamente en una guerra, viviendo una situación que nunca habíamos imaginado ni siquiera días atrás, y en la que íbamos a tener que hacer también cosas inimaginadas. ¿Alcanzarían las prácticas y las enseñanzas que nos habían dado? ¿Que pasaría con cada uno de nosotros? ¿Estaríamos a la altura de lo que se esperaba de nosotros?.

Y en ese momento tomé conciencia de que ninguno de los que estábamos ahí en los pozos, en Malvinas, iba a volver.  Ese primero de mayo (el combate, la guerra en realidad) iba a transformarnos y nunca más volveríamos a ser quienes habíamos sido hasta ese momento. 

Ese día iba a ser una especie de punto de inflexión, un "click", en nuestras vidas. Miré entonces a mis compañeros de pozo, y les dije algo así como -"Muchachos recordemos bien este momento porque a partir de ahora ninguno de nosotros va a volver a ser el mismo. A partir de hoy olvidémonos de "volver" de Malvinas" (pensando en que quienes volveríamos de Malvinas seguramente íbamos a ser otros muy distintos a los que habíamos sido hasta ese momento). 

No me prestaron mucha atención, desde luego, o me tomaron por un enorme pesimista pensando en que me referiría a la muerte de todos nosotros, salvo un capitán del que ya no recuerdo el nombre que me dijo -"pibe tenés razón, vamos a volver siendo otros pero mejores".

Eso de "mejores" en realidad no fue así, pero en cuanto a los efectos o consecuencias que nos dejó la guerra, respecto a las huellas que el combate dejó en nosotros, no tuvo que pasar mucho tiempo para darme cuenta que yo tenía -lamentablemente- razón. 


CCH2007

jueves, 11 de febrero de 2016

Malvinizar (II)

“Malvinizar” es un nuevo concepto, surgido con posterioridad a 1982, muy usado desde entonces, y que en general engloba distintas acciones que ayuden a crear conciencia, a instalar en la sociedad el tema de la soberanía y de la recuperación de las Islas Malvinas.

“Malvinizar” es dar herramientas, argumentos y medios -sobre todo a las nuevas generaciones- que sirvan para recuperar el territorio nacional ocupado por el reino unido.

“Malvinizar” está pensado mirando hacia adelante, creando un futuro que “incluya Malvinas” en el día a día.

Pero cuando se habla de “Malvinizar”, generalmente se habla o se termina hablando de la guerra y de los actos de combate (que hubo muchos y muy rescatables desde luego, y que merecen ser contados), o de los veteranos de guerra. Eso no es “Malvinizar”.

Hablar de la guerra y de lo actuado en combate es algo que en el fondo y para la gran mayoría de la sociedad no pasa de “la anécdota”. Es hablar de algo que no dá argumentos para el reclamo. Es hablar de algo que no debiera volver a suceder. Es hablar de algo que “no construye” hacia adelante.

Si queremos recuperar Malvinas, evidentemente no será haciendo lo mismo que hicimos durante casi toda nuestra historia, tenemos que hacer y pensar de manera muy distinta (y mejor) a lo que vinimos pensando y haciendo.

Con esa visión, creo que hay que ver y analizar Malvinas (la guerra) como cualquier otro hecho de la vida personal, de la vida nacional, y no centrarse en los sucesos militares, bélicos, para ver y utilizar Malvinas (la guerra) como ejemplo de algo de lo que todos debiéramos aprender. ¿Cómo llegamos a ella?, ¿Cómo seguimos después de ella? ¿Qué nos sumó esa experiencia? ¿Qué ganamos? ¿Qué perdimos? ¿Que nos cambió?... Etc.

Tenemos que aprender de todo eso, y hacer que todo lo que pasó nos sirva para algo positivo.

Con detalles de lo que se hizo en combate, con los detalles técnicos de los aviones o los cañones utilizados, reviviendo alguna operación realizada en Malvinas, quizás se busque o se logre el reconocimiento hacia los veteranos (siempre pendiente), pero en definitiva no se crea sustento ni bases pensando hacia adelante en lograr la recuperación de la soberanía de nuestras Islas Malvinas.

Los relatos que aportan, en tal caso, son aquellos relacionados a los aprendizajes que nos dejó la guerra de Malvinas; a las vivencias y transformaciones que nos provocó el hecho de pasar por esta dura experiencia, a la forma en que, como sociedad, encaramos y nos hicimos cargo de lo decidido y lo actuado.

Hablar de los metros de eslora que tenía el ARA Gral Belgrano o la cadencia de tiro de los cañones antiaéreos Oerlikon no le modifica la vida a nadie, no es ir hacia adelante, no es “Malvinizar”


CCH2007

martes, 2 de febrero de 2016

El regreso, la revancha

De Malvinas regresamos, entre otras tantas cosas:

- con el dolor de haber perdido una guerra, 
con la angustia de haber dejado allá a muchos compañeros, 
- con el pesar de haber visto como bajaban nuestra bandera de un territorio que es nuestro, 
- con el desconsuelo o sabor amargo de no haber podido (o sabido) “hacer más”, 
- con la pena de volver al continente como prisioneros de guerra, 
- con la seguridad de ya no ser los mismos que éramos antes de ir a Malvinas, ......

Y a su vez, es cierto, luego de tamaña y cruenta experiencia:

- con muchas ansias de volver a ver a nuestros seres queridos, 
- con la esperanza de retomar nuestras vidas, 
- con el inútil deseo de reencontrarnos con quienes habíamos sido hasta ese 1 de mayo  del 82, 
- con la ilusión de que esa unión social que había en Argentina al irnos (y por la que murieron nuestros compañeros) seguiría presente en la gente.......

Volvimos 
- habiendo dado y dejado allá lo mejor que teníamos, 
- conociendo el miedo pero no la traición, 
- habiendo realizado todo lo que estaba a nuestro alcance, con una entrega brutal y sin miramientos, 
- sabiendo que actuamos haciendo lo mejor que pudimos hacer con lo que teníamos y con lo que sabíamos en ese momento
- conscientes de haber llevado y ejercido el mandato de TODA UNA SOCIEDAD que nos vivó y aplaudió antes de cruzar a Malvinas.

Por todo eso y tantas otras cosas, los Veteranos de Guerra de Malvinas no sentimos otra cosa que orgullo y honor por haber defendido y luchado por la recuperación de nuestras islas.
Sentimientos solo compartidos, y conocidos en toda su profundidad, por quienes estuvimos en combate.

Sobrevivimos a una guerra, pudimos remontar nuestras vidas; tenemos hoy –la mayoría- una familia y amigos que nos soportan y nos contienen.

Palabras como dignidad, respeto, hermandad, honradez, sacrificio, dolor, orgullo, etc. tomaron un sentido muy distinto para quienes vivimos la guerra en primera persona.




La guerra terminó abrupta, brutalmente (más rápido que nuestra voluntad y ganas de luchar) y si bien nos faltó preparación para afrontar la posguerra, pudimos superar como pudimos las miserias vividas, el horror del combate armado, ganándole "a" la guerra y refundando o rehaciendo nuestras vidas con nuevos desafíos y objetivos.

Ésa es nuestra revancha, ése es nuestro triunfo. Ganamos. 
Le ganamos "a" la Guerra. No logramos el objetivo de recuperar las islas en 1982, pero "ganamos".

Nuestras nuevas responsabilidades pasan hoy por otro lado; nuestro puesto en la lucha (nuestro nuevo “rol de combate”) ya no contempla, gracias a Dios, un fusil FAL en la mano. 

Nadie regresa de una guerra.
Pasaron casi 23 años, somos otros (nosotros y el país del que formamos parte), otros muy distintos a aquellos soldados que fuimos en el 82. 
 
Si no asumimos esto, si nos quedamos rumiando el dolor de la derrota militar, si todavía esperamos un reconocimiento que sabemos jamás llegará (y que nunca tuvimos como objetivo, ni necesitamos).
Si el recuerdo de ese amigo que dejamos en Malvinas en una fosa anónima o deshecho en un montón de pedazos, solo despierta sed de venganza , resentimientos, o la tremenda estupidez de pensar en una solución violenta al problema .......... entonces no aprendimos nada, y viviremos en guerra "interna" por siempre.

La guerra (armada) terminó en 1982, siguen muchas nuevas peleas. Porque como dijo un oriental hace muchos años: El mejor guerrero no es el que triunfa siempre, sino el que vuelve sin miedo a dar batalla.



CCH2007

viernes, 22 de enero de 2016

La guerra en tres fechas: 2 de Abril de 1982.

El 1 de Abril del 82 a la tarde, por primera -y unica- vez en mi SMO, me había "fugado" del cuartel.

Si bien tenía permiso “verbal” del jefe de la unidad para irme por haber trabajado durante la noche anterior; el resto de los jefes intermedios, y solo por ese “ánimo militar” de hacer sufrir al soldado, me negaban la salida. Así que esperé un tiempo –a mi criterio- prudencial, intenté y solicité varias veces me dejasen salir, y ante la negativa constante y el tiempo que inexorablemente corría y corría, simplemente agarre mis cosas, y me fui.
Viajé (colado desde luego) en el tren Roca desde Mar del Plata a Constitución, y entre idas y vueltas por las demoras para salir, llegué a mi casa muy tarde sobre la medianoche. Ingresé y me fui a dormir directamente sin despertar a mis padres.

Mi 2 de Abril del 82, comenzó muy temprano cuando me despertó mi “vieja” llorando a los pies de mi cama, y agradeciendo a Dios que me "habían dejado salir" del cuartel. Mi padre estaba más atrás de pie, en la puerta de mi habitación, sin decir nada, y con una inocultable cara de preocupación y ojos llorosos.


Yo no entendía nada. Pensé en la posibilidad que la Policía Militar me hubiese venido a buscar por haberme "fugado", y sin comprender que era lo que estaba sucediendo, medio dormido, pregunté varias veces “que pasaba”, ...... ninguno de los dos me respondía.

Entre las lágrimas de mi vieja, mi papá, creyendo informarme, me dijo a secas y a media voz que "tomaron las Malvinas” (así en “tercera persona del plural”). Silencio.

Entre lo dormido que estaba, y la escena incomprensible que estaba viviendo, no entendía nada, no comprendía “quienes” las podían haber tomado; ..... los chilenos,  .......los rusos,.. No se me ocurría en ese momento que podía estar pasando, ni por asomo sospechar que Argentina hubiese dado ese paso.

Pregunté incorporándome, “¿quién, tomó Malvinas?”, “no entiendo ¿qué pasa?” ya un poco más nervioso.

Mi madre dijo: “entonces no sabés nada, .....no te dijeron nada” (lo cual me puso más nervioso, aún), hizo un silencio y agregó: “el ejército,…. recuperamos las Malvinas....lo están diciendo por la radio y la televisión”.

Sentí como si me hubiesen tirado un enorme baldazo de agua helada, una especie de mareo. Quería sin éxito acomodar las ideas, no entendía si esto era real o no. 
No entendía nada. Quería, pero no lo podía creer.
Sobrevinieron una serie y mezcla de sensaciones, que en ningún caso eran de felicidad o alegría, más vale algo así como un vacío en el estómago y la sensación de caer por un precipicio sin fin. 
Me terminé de parar y pase entre mis padres directo al baño a lavarme la cara. 

Sabía que mi baja del Servicio Militar Obligatorio estaba prevista para el 14 de abril. Solo faltaban unos pocos días. Era 2 de Abril. No podía tener esa “suerte”.

Ya había aprobado el examen de ingreso a la universidad y esperaba la baja para reincorporarme a la vida “civil”, dejar de lado la estupidez de ese año perdido en un cuartel........ir a la facultad, tratar de conseguir un trabajo (que un conocido me había mencionado podría llegarse a dar a principios de Mayo), volver a juntarme con los amigos, ir a la cancha, etc. Nada del otro mundo.
Y tuve la sensación de que todos, todos, absolutamente todos, mis planes y sueños se desdibujaban y desaparecían en esos segundos.

Mi primer reacción fue putear, y puteé como loco, luego de levantarme, puteé, recontra puteé, y recontrarequeteremilreputeé a Galtieri, a la junta, a los ingleses, a la gente que vivaba en la plaza, a los periodistas que decían cualquier cosa, y alguno que otro más. La puteada (una de las mas largas de mi vida)  empezó tempranito y ya para las tres, cuatro de la tarde fué amainando.

Mientras puteaba y trataba de poner orden a las ideas, por televisión y por radio, veía y escuchaba como miles y miles de argentinos apoyaban la toma de Malvinas. Dirigientes de todo tipo, periodistas, la gente en la calle, todo era Malvinas.

Sabía internamente (pero me resistía a aceptarlo) que mi destino estaba sellado: era soldado (viejo), estaba en defensa aérea, en la unidad más moderna del ejército: iba a ir a Malvinas sin lugar a dudas. 

La baja y mi regreso a la vida “civil”, se perdían en la nebulosa, y quedaban muy, muy, muy lejos.

Por un lado comprendía que era una locura lo que se avecinaba en mi vida, y dudaba de mi preparación para afrontar semejante hecho; pero aceptaba que sin dudas yo iba a estar en el medio de sea lo que fuese, se avecinaba. 
Veía la reacción que Malvinas provocaba en la gente, semejante apoyo, y me daba cierta alegría, cierta fortaleza. Pero no podía dejar de pensar el hecho desde “lo militar” de la reacción de Inglaterra y la casi segura confrontación bélica que se avecinaba; y no entendía como tanta gente apoyaba una guerra con Inglaterra sin plantear las consecuencias que tendría.

Miles de ideas iban y venían por mi cabeza, tratando de ver la situación positivamente e incluso bromeando con ella para sacarle peso. Llamadas de la familia para conocer mi condición, vecinos, amigos sumaban caos a la casa. Ver la angustia que sentían -mi vieja sobre todo-, pensar en cómo todos mis planes se iban a la basura, me produjo un extraño malestar, una sensación de desamparo. Seguramente angustia. Pensé en volver ese mismo día la cuartel, temía que los milicos me encarcelaran por ser desertor en tiempos de guerra y me tildaran de traición a la patria, en esos momentos: calabozo de por vida.

Traté de calmarme y  calmar a mis viejos. Y viendo las reacciones de la gente, pensé y sentí durante todo ese fin de semana que realmente Malvinas movilizaba a la sociedad, que Malvinas realmente era una cuestión nacional, que Malvinas era un sentimiento tan fuerte que generaba una auténtica y justificada cohesión social, que Malvinas transformaría a la sociedad y al país, y que entonces estaba bueno ser parte de todo eso.
Pensé entonces que el destino me tenía guardada esta "sorpresa" de tener el privilegio de "poder escribir aunque sea una coma" en esta página de historia que se estaba escribiendo. Seguramente estaba tratando de justificar y darle algún sentido a semejante locura. 

Pero esta visión terminó por convencerme, de aceptar y "digerir" la jugarreta que el destino tenía reservada para mí ese 2 de Abril.

Así que, aspiré hondo, fui apretando los dientes, y asumiendo la responsabilidad que me cabía como soldado (y que como argentino) tenía en ese momento. 
Fuí aceptando que iba a ser parte de un hecho histórico, que iba a ser parte de la historia del país, y me propuse poner lo mejor de mí, sea lo que fuese que se avecinase y sea lo que fuese que me tocase realizar.

"Tragué el sapo" y me prometí ponerle el hombro a la situación, con lo que pudiese. Traté desde luego de dar fuerza y quitarle peso a mis viejos, mostrando una entereza que muy dentro mío estaba sembrada de dudas.

Luego vino lo que vino y pasó lo que pasó.

El lunes (5 de Abril), volví al cuartel, mi “fuga” no había pasado desapercibida y me esperaba un castigo y calabozo, pero por Malvinas quedaba “sin efecto” (solo tuve que realizar varios ejercicios físicos como “pena”). Durante esa semana todos los trabajos de "Operaciones" pasaron por elaborar  planos, carpetas, registros, de las zonas de Malvinas en las que se preveía íbamos a dar defensa aérea, y desde luego información y reproducción para nuestro  reconocimiento e identificación de la flota aérea de los ingleses (aviones, helicópteros, etc.).

El otro fin de semana (10 y 11 de abril) y ya sabiendo que nuestro destino era Malvinas, nos dejaron volver a casa para despedirnos de la familia. 

De esos días solo recuerdo la partida de mi casa ese domingo: Mis viejos querían venir a la estación Constitución a despedirme, les rogué que no, que se quedasen en casa, no iba a ser un momento "fácil". A ellos les había jurado que iríamos a dar defensa aérea a Bahía Blanca o como mucho a Comodoro Rivadavia sabiendo ya que nuestro destino era Malvinas (cosa que desde luego no creyeron, pero en la sana y doble hipocresía del momento no objetaron).
Así que me fui solo a tomar el colectivo 51 hasta Hipolito  Yrigoyen, para llegar a Constitución y tomar desde allí el tren a Mar del Plata. Recuerdo que el chofer me cobró el boleto a pesar de estar vestido de soldado y que internamente pensé que ese podía ser el último boleto que sacase, y el último viaje en colectivo. 

Luego ya en Constitución recuerdo ver a los soldados, subidos al tren, asomados por las ventanillas, golpeando los vagones y coreando el famoso "los vamo'a reventá, los vamo'a reventá" y pensé, o estaba casi seguro, (y así lo comentamos con mi amigo y compañero Sergio) que no teníamos verdadera conciencia de lo que se venía.

Pero estábamos en el baile y teníamos que bailar.

CCH2007

viernes, 15 de enero de 2016

Relatos de Malvinas

No comparto -o no me parecen correctas- las “formas” de los relatos que a menudo se hacen cuando se trata de hechos bélicos de la Guerra de Malvinas.

Aclaro que para nada reniego, ni niego (por el contrario, respeto mucho) lo actuado por muchos soldados y cuadros durante la guerra. Es un motivo de orgullo haber participado en los combates por Malvinas en el 82 y haber compartido con muchos VG vivencias y acciones inolvidables.


No comparto cuando esos relatos se hacen cuasi “novelándolos”, con descripciones retóricas dignas de ser incluidas en la revista Billiken, donde parece que se cuentan las acciones de guerra como si fuesen algo "casi deseable", hasta con ciertos visos de "romanticismo"; o cuando hacen parecer que San Martín y Belgrano quedan a la altura de un poroto ante la valentía y abnegación que muchos dicen haber tenido.

Simplemente porque no se condice con lo que yo ví -y viví- en los sesenta y pico de días que estuve en Malvinas (y durante los combates).

No “siento” como real cuando se presentan los hechos tan “idílicamente”, cuando se “maquilla” tanto la situación.

En lugar de: 
……"esa fría mañana, algunas gaviotas sobrevolaban nuestras posiciones, el cielo plomizo y el helado aire de Malvinas endurecían aún más nuestros rostros, y sentíamos en la sangre el impulso sanmartiniano ante el vil invasor......."
Considero que se acerca más o que describe mejor el estado de ánimo y la situación que se vivía: 
...." estábamos con el barro hasta las pel#tas, se nos agotaban las municiones, y le tirábamos a lo que se ponía enfrente (y si era inglés …..mejor)”,……o “no sentíamos si hacia frio o calor, no dábamos mas, pero seguíamos poniendo el hombro, teníamos miedo y nos dábamos fuerza y ánimo entre todos, ...".

Tampoco la descripción que hace ver a los VGM como eximios guerreros, o que pareciera que se estaba a gusto con la batalla, y no sentía miedo o temor en esos momentos.
Miedo -según la real academia española- es una sensación de alerta y angustia por la presencia de un peligro o mal, sea real o imaginario.
Quien diga que no sintió miedo en la guerra, en los combates, en los bombardeos,……. con todo mis respetos: “No le creo”.

Todos tuvimos miedo, pero ahí estuvimos, nos quedamos, desde luego cada quien con diferentes grados de temor e incertidumbre; pero "apretamos los dientes", e hicimos lo que pudimos, supimos y consideramos que debíamos hacer,...... y fuimos para adelante.

Es decir, reitero, respeto 100 % lo actuado, vivido y sentido por el grueso de los VG, pero creo que “maquillar” los relatos no los hace más creíbles o memorables. 


CCH2007

lunes, 11 de enero de 2016

Lo difícil de la guerra

Muchos nos consultan, sobre lo difícil que debe ser el momento en el que uno toma conciencia que va a matar, sobre lo angustiante que debe ser “apretar el gatillo” sabiendo que ese proyectil que uno dispara, probablemente se llevará consigo una o más vidas.

Apretar el gatillo es realmente muy simple, y más aún cuando se está bajo fuego enemigo.

Las "consecuencias", lo "pesado" viene después, cuando ya no hay disparos (como dice una conocida letra de Pink Floyd: Las llamas se apagaron, pero el dolor persiste.)

Porque el daño de la munición, no solo se hace "en los del otro lado", ese mismo proyectil que se dispara, termina hiriendo, termina impactando en mayor o menor grado en quien aprieta el gatillo.

De eso se habla cuando se dice que nadie vuelve (ileso, sano) de una guerra.

Es decir, no se sabe cuánto daño se hace al apretar un gatillo, pero tampoco cuanto daño "se está uno haciendo". No se toma conciencia y se actúa.

Se supone (o se hace creer) que existe una causa que es más valiosa que las vidas humanas en juego en ese momento. Y en definitiva más importante que las vidas humanas que se verán afectadas con posterioridad a la guerra.

En el combate la idea es que se actúe pero no se piense. Otros “piensan” por los soldados y les dicen que deben hacer, …………….. y les dicen que disparen.

Pasado el combate, el problema será del soldado que deberá aprender a vivir con “sus muertos” en la consciencia. Quizás de ahí se desprende el alto el índice de suicidios entre excombatientes (en el mundo).

Los “aplausos”, la "glorificación de la guerra", el llamar "héroe" al Veterano de Guerra, y demás acciones "política y socialmente correctas" para los que vuelven del combate, se dan para que le sea más llevadero al soldado todo ese bagaje de cosas que se traen de la guerra y que se deberán llevar sobre las espaldas a partir de entonces.

Se dan para seguir convenciendo al (ex) soldado que haber defendido los intereses que defendió en la guerra valió la pena, aún a costa de su bienestar futuro (en realidad para disfrazar que su bienestar a pocos le importa frente a los intereses defendidos en la guerra).

Es necesario convencer a la persona de que es un héroe, y que está muy bien lo que hizo. Que los enemigos definidos en ese entorno merecían la muerte o la mutilación, y que sus familias lejanas -y ajenas a la guerra- también merecían sufrir.

Porque si se empieza a analizar de manera más macro, se puede llegar a conclusiones que atentan contra lo actuado, pues el conflicto es temporal (como los enemigos del momento) pero los daños son en la mayoría de los casos permanentes.

En el mismo acto de apretar el gatillo, está la condena a cumplir: el tener que vivir después con eso encima.

En la sociedad hay un mecanismo de castigo (o compensación) para quienes quitan una vida. En la guerra no.



CCH2007

martes, 22 de diciembre de 2015

Los "sentidos"

Me preguntaron hace unos días si el haber estado en combate "agudiza los sentidos".

Y sí, efectivamente, ante la situación de "peligro de muerte inminente", se agudizan los sentidos. 


No dudo que a todos los que estuvimos en esa situación nos pasó, (la vista, el oído, el "ver" de noche, el "oir" dormido, etc. etc.) y que mantuvimos esa "sensibilidad" mas allá del 82.

En mayor o menor tiempo cada quien, ya que en la medida que transcurre el tiempo y que se van viviendo situaciones mas "normales" -como todo animal ciudadano-, deja de ser necesario esa agudeza de sentidos para (sobre)vivir.

Llegando a los casos extremos de no ver una vaca a dos metros, ni a distinguir una bocina de un maullido de un gato.

Y creo que el tiempo que uno "prolonga" ese estado de "vigilia permanente" que se necesita durante el tiempo de combate, tiene que ver con el grado de superación e integración que cada uno logra en la posguerra.


Es decir está relacionado a cuanto pudo o no, el ex soldado "desprenderse" y "sobrellevar" el "efecto de la guerra" (de Malvinas en este caso) en su vida de posguerra. Con lograr el estar "aqui y ahora" y no seguir "pegado" en su rol de combate del 82.

Eso no significa dejar de "usar", consciente o inconscientemente, esos "truquitos" que uno aprende y que se hacen carne, cuando las situaciones lo ameritan (quizás el "olfatear" el peligro antes que otro, el no sobresaltarse ante el ruido de un disparo o una explosión, el estar atento a las salidas de emergencia en sitios cerrados, el identificar  inconscientemente que persona o personas serán las primeras a socorrer en caso de peligro, o que lugares son los mejores disponibles para protegerse y proteger a quienes están con nosotros, etc., etc.).

Pero hay otro tipo de sentidos que creo no equivocarme, se desarrollan durante combate, (en nuestro caso durante  la "gesta de Malvinas"), que no hay que dejar de lado.
Y estos sí son sentidos que no se pierden con los años, sino que por el contrario se van consolidando y agrandando.

Hablo del sentido de la amistad, del compañerismo, del deber cumplido, de los valores, de jugarse por un compañero, del respeto por los caídos y por los demás, del sentido de "patria" (o nación no sé bien la diferencia), del sentido de una causa justa, del sentido de la entrega, y algunos otros que seguro dejo de lado en este rápido recuento.


CCH2007

jueves, 3 de diciembre de 2015

"Movilizados": coincidencias y diferencias.

Como Ex combatiente reconozco algunas coincidencias con algunos planteos de los llamados "Movilizados" y muchos otros puntos en los que estamos totalmente en desacuerdo.

- Coincidimos en que los padrones de ex combatientes contienen algunos agentes “anexados” que hay que depurar.

- Coincidimos en que los "truchos" que hoy figuran en esos padrones deshonran Malvinas y representan una estafa para la sociedad y el estado, realizada mediante algún artilugio legal con el que fueron incorporados.

- Coincidimos con algunos Movilizados en que lo justo es reconocer a cada quien lo que le corresponde y no meter a todos en una misma bolsa (que paradójicamente es lo que se pretende realizar con la mayoría de los proyectos de ley que en danza que impulsan).

- No coincidimos cuando pretenden “extender” a los soldados “movilizados a determinadas zonas del continente”, los mismos reconocimientos y beneficios otorgados por ley a los ex soldados combatientes que estuvimos en combate en Malvinas.

Aceptar esto es desconocer y dejar de lado las (enormes) diferencias que representan el lugar y las condiciones en las que se prestaron servicios durante la guerra. Diferencias que por otro lado, sí reconocen y no aceptan (los propios Movilizados) cuando se trata de extender esos mismos beneficios y reconocimientos que reclaman, hacia quienes estuvieron también bajo servicio pero en “otras zonas más alejadas  del continente".

- No coincidimos cuando manifiestan que no son reconocidos, porque sí se les reconoce su labor, y sí se los reconoce con el título de soldados “Movilizados”. 

Pues no son de manera alguna ex combatientes (o siquiera Veteranos de Guerra).

- Estoy en desacuerdo cuando -despectivamente y con muy mala intencionalidad- plantean estar en igualdad de condiciones con "algunos soldados que estuvieron en las islas, y no tuvieron la necesidad / oportunidad de disparar sus armas". 

Nuevamente eso es desconocer las condiciones que se viven cuando se está en combate bajo fuego enemigo (o conocerlas pero igual plantear lo dicho para descalificar, "embarrar la cancha" para sacar provecho de semejante falacia).

- No comparto cuando los soldados “continentales” pretenden y alegan que quienes no dispararon sus armas en Malvinas (por no haber tenido la oportunidad de enfrentar cara a cara al enemigo, o por haber desempeñado tareas de apoyo y logística en combate) no deberían ser reconocidos como ex combatientes o veteranos de guerra.

Pero sí pretenden ser reconocidos ellos como veteranos de guerra porque "cumplieron con la logística y el apoyo desde el continente" (¿?)
Quieren entonces ser incluidos en lo que (mal) consideran una inconsistencia, falencia de una ley, o injusticia hacia ellos ¿?

- No coincidimos desde luego cuando manifiestan que la experiencia durante la guerra fue similar en el continente y en las islas; y con muy mala intención exponen que la presión psicológica, o el frío, o el hambre, generan los mismos estragos físicos y psicológicos que el haber estado en combate. 

Es cuanto menos innoble validar el pasar hambre o frío como únicos justificativos de “experiencias de guerra”. Quien eso afirma no tiene la menor idea de lo que es haber combatido, ni lo que es ser prisionero de guerra.

- No estoy de acuerdo con quienes eligen victimizarse fundamentando su situación en que el trato (o el maltrato) de los oficiales, fue similar al que se daba a los prisioneros en los centros clandestinos de detención tortura y exterminio del proceso y por eso debieran ser reconocidos como víctimas de la dictadura. 
Sí, estoy de acuerdo en que los represores o abusadores (que los hubo), hayan estado donde hayan estado, sean juzgados, condenados y que paguen. Que vayan a la justicia.
Un hijo de puta, militar o no, que haya estado en Malvinas no deja de ser un hijo de puta y merece ser castigado y condenado.

- No estoy de acuerdo en tener que recurrir a formas legales rebuscadas, ni a tratados, ni a acuerdos o a derechos internacionales, para recién así poder intentar justificar el haber participado en la guerra. 

Si es necesario recurrir a esos vericuetos e interpretaciones legales para justificar que se estuvo en combate es porque se estuvo en otro lado.

- No estoy de acuerdo con aquellos Movilizados que piensan que en los Ex Combatientes hay “miedo a perder algún privilegio” si masifican la cualidad de Veterano a todo el resto y por eso hay oposición a su reconocimiento. 

Soy Ex-combatiente con o sin ellos, con o sin medalla, con o sin reconocimiento. Simplemente estoy en contra de nivelar hacia abajo. Siempre.

Sobrevivimos con mucho dolor una guerra, estuvimos prisioneros, la remamos en la posguerra, solos, fuimos despreciados, ............ palabras como honor, dignidad, respeto, hermandad, honradez, sacrificio, compañero, dolor, orgullo, etc. etc., toman un valor totalmente diferente para quienes vivimos y compartimos una situación de riesgo de vida como la que se dá en un combate armado.
Valor que probablemente nunca entenderán quienes no las vivieron. Conceptos que aprendimos con sangre, que se nos hicieron carne, y que nunca nadie nos va a poder sacar. 

Eso es lo que nos diferencia.

Por eso los ex combatientes hablamos y planteamos el tema Malvinas desde esos términos;  y los "movilizados" lo plantean apuntando a un reconocimiento monetario (y tener luego un cierto aval “legal” para contarles a sus hijos una historia que no fué).


CCH2007.           Escrito en Mayo de 2008

martes, 24 de noviembre de 2015

Que tendrá que ver Dios con las guerras.

A la mayoría de los dioses se les atribuye desde la antigüedad más remota, la potestad sobre la vida y la muerte de los seres vivientes (en particular de los humanos), y se imputa muchas veces a decisiones divinas la continuidad o no de "la vida", ya sea la de uno o las de millones de esos seres.

Cuando los seres humanos pretendemos asumir esa potestad y decidimos nosotros la continuidad o no de la vida de uno, cientos, o miles de personas (desde luego con acciones y decisiones humanas, que cuidan y velan por intereses humanos), no tiene sustento alguno el atribuir a los dioses o a intereses divinos la justificación de esas decisiones y acciones.

La guerra se vende con un marketing muy bien preparado y aceptado, para que los soldados a los que les toca ir al combate, no sólo no se rebelen, sino que además crean y estén convencidos que vale la pena matar y morir por las causas que sean hayan desencadenado esa guerra. Y a veces nos quieren hacer creer que esas causas tienen el aval de las divinidades. 
De hecho, es normal que se bendigan las armas antes de ser utilizadas en el combate, y la presencia de ministros religiosos (que mas allá de dar soporte espiritual al combatiente) pareciera dar una justificación, o un aval, a las causas que desataron el conflicto.

Es cuanto menos cuestionable (o sería realmente preocupante) que a los dioses les importe -o peor ....que avalen- que se le quite la vida (por ellos creada) a una persona o a miles, justificando esa acción en causas de límites geopolíticos, o intereses económicos o creencias religiosas, ya que el mundo fue creado -en principio por ellos mismos- sin países, ni gobiernos, ni religiones.

Para justificar entonces que alguien pueda matar a un semejante, se usa por un lado el marketing de la guerra, y por otro se crea un ámbito de desesperación y acorralamiento en el que sumerge a la persona para que en el combate pueda asesinar sin remordimientos a quien se considere que represente una amenaza para su vida y la de sus compañeros.

Porque si nos alejamos de los intereses humanos (de ninguna manera "divinos") con los que se trata de justificar esas muertes; estamos frente a acciones que en otras circunstancias serían calificadas directamente como homicidios (o asesinatos según fuesen los intereses en juego). Pero las muertes en los casos de guerra se califican o consideran como gloriosas, pues como dijimos se realizan en cuidado de intereses políticos, económicos, religiosos, etc. (humanos, todos ellos muy humanos).

En la vida en sociedad este tipo de acciones (matar a otro) no reciben “condena” legal cuando se puede demostrar que fueron en legítima defensa, o para evitar un mal mayor, o porque se estaba cumpliendo una orden (La guerra encaja perfectamente en estas acepciones). En el combate armado tampoco, es mas.... se las fomenta y se las aplaude.
Pero que “legalmente” no se reciba condena no significa que la persona no sea “responsable” (¿culpable?) del hecho material, de esa muerte.
No se va preso por la muerte provocada en esas "determinadas" circunstancias, pero quien la llevó a cabo, está identificado y llevará por siempre el peso de esa muerte en sus espaldas.

¿Entenderán los dioses estas “Justificaciones” legales?

¿Aceptarán los dioses los motivos por los que se le quita la vida a un semejante?

¿Qué le preguntarán los dioses a esas personas que mataron a otros cuando llegue la hora de enfrentarse a ellos y ya no existan, ni tengan sentido alguno, los límites geográficos, los intereses políticos, e incluso las diferencias religiosas?

¿Habrá premio o castigo?

¿O habrá que arrepentirse primero?

Pero ¿porque arrepentirse si nos habían dicho que era algo bueno ir a la guerra? ¿no era algo que ennoblecía? ¿Dios no estaba de nuestro lado?



CCH2007

miércoles, 18 de noviembre de 2015

La guerra de Malvinas por los Excombatientes

Comparto un comentario de Carlos Gamerro publicado hace un tiempo respecto a los diálogos que se dan entre los Veteranos de Guerra y quienes no lo son, cuando se toca el tema de la guerra.

Me pareció muy bueno porque sintetiza en muy pocas líneas el sentimiento y la realidad de "esos hilos invisibles" (a decir de Cortázar) que nos unen a los ex combatientes de Malvinas.

... Cuando estaba escribiendo Las Islas, que trata, entre otras cosas, de la Guerra de Malvinas, quise entrevistar a los soldados que habían participado en ella. 


En su ensayo Experiencia y pobreza, Walter Benjamin dijo que durante la Gran Guerra los hombres
“volvían mudos del campo de batalla” y, agregaba, “no enriquecidos sino más pobres en cuanto a experiencia comunicable”

De eso que había pasado en las trincheras, los soldados que volvían no podían hablar, eso que habían vivido nunca había pasado antes.

Jorge Luis Borges nos recuerda, una y otra vez, que el lenguaje, para comunicar, requiere de experiencias compartidas. 

Palabras como “rojo”, “verde” o “violeta” nada pueden decirle a un ciego de nacimiento; ciegos también, y sordos, eran los oyentes de los soldados que volvían de las trincheras, educados por tres milenios de literatura épica y relatos orales a concebir la guerra como el terreno privilegiado donde se desplegaban valores como el honor, la gloria o la hombría.

Mi descubrimiento personal fue que los soldados volvían de Malvinas
no mudos sino lacónicos

Me miraban como si supieran de antemano que yo no iba a entender, que las mismas palabras significarían, para nosotros, cosas diferentes. 

Entre ellos, en cambio, se entendían perfectamente.

Cada palabra que usaban, como “frío”, “pozo de zorro”, “balas trazadoras”, “bombardeo naval”, desbordaba de paisajes, situaciones y vivencias definidas y precisas, infinitamente ricas y sugerentes, aterradoras, intolerablemente vívidas. Uno de ellos las pronunciaba; los otros asentían, generalmente mudos. 

Para hablar conmigo, todas las palabras parecían insuficientes.

Para comunicarse entre ellos, las palabras eran casi innecesarias: lo mismo valían los silencios y los gestos...


¿Será quizás por algo de todo esto que muchos ex combatientes preferimos "(no) hablar" de Malvinas solo cuando estamos entre Veteranos de Guerra?
CCH 2010

domingo, 30 de agosto de 2015

Malvinizar


Se habla mucho de "Malvinizar" y como no es un verbo con definición de la RAE (obviamente), cada quien tiene su idea de lo que “Malvinizar” significa.

En general se dice que se está “Malvinizando” cuando de lo que se está hablando es de los detalles de la guerra del 82, cuando se centra el tema en las acciones de combate que realizamos en Malvinas, cuando -rayando la locura- se pretende utilizar esos actos de combate para "inspirar a la juventud" (¿?!!), cuando se trata de justificar con esos actos de coraje "la nobleza de una guerra justa" (¿?), etc., etc.

Mi humilde opinión es que de esa manera se está hablando de la guerra
. Entonces “Malvinizar” sería un sinónimo de "guerrizar", de "combatear", de "militarizar" a la sociedad y a las generaciones venideras.

“Malvinizar” debiera tratar de rescatar la reacción del pueblo en su conjunto, mostrando la capacidad de unirnos y de focalizarnos en pos de defender un bien común. La posibilidad de movilizarnos tras un sentimiento o una necesidad colectiva que identificamos y sentimos como propia.

Malvinas no debe ser un sinónimo de guerra, de algo estrictamente militar, Malvinizar debiera ser una puerta abierta, un disparador, que nos permita y nos mueva a analizar y a hacernos cargo de nuestros actos, de nuestras decisiones, de nuestras reacciones, y de sus consecuencias. Si es que pretendemos aprender algo de la guerra (y luego, quizás recuperarlas).

Malvinizar debiera recordarnos que la defensa de lo que consideramos y asumimos como propio, con convencimiento y sentimiento reales (ya sean elementos materiales, como pensamientos, derechos, o creencias), se hace desde los roles que tengamos y que nos tocan asumir a cada uno y no con un arma en la mano imponiendo nuestro parecer.

Malvinizar debiera recordarnos el sentimiento que movió a toda la sociedad, a la unión y el respeto que había por quien tejió y envió bufandas, como por quien con desinterés entregó joyas o dinero para ayudar a los que estábamos en el frente, representándolos y asumiendo el mandato que nos delegaron. 

Esos sentimientos fueron los que produjeron la acción del soldado que arriesgó su vida ante las bombas enemigas para ayudar a su compañero herido o muerto en combate. No otros.

Porque ambas cosas se hacen con el convencimiento y el sentimiento de que se está haciendo lo que se debe hacer, sin pensar en intereses personales o analizando que ventaja va a obtenerse, por estar contribuyendo en una causa común que se considera y siente como propia.

Malvinizar debiera ser el ejemplo a tener en cuenta para mostrarnos que debemos reaccionar toda vez que alguien pretenda adueñarse de nuestras decisiones, de nuestros derechos, poniendo en juego esos intereses y esos derechos que asumimos y sentimos como nuestros y con los cuales nos identificamos.

Malvinizar no debe ser hablar de la guerra, de los tiros, de los muertos.

Malvinizar, para que sirva, debe ser hablar de nosotros, de los Argentinos y lo que podríamos lograr dejando de lado intereses personales o sectoriales.


CCH (Mayo 2001)

jueves, 2 de julio de 2015

Los corchazos



El soldado no piensa, el soldado ejecuta.

Ya lo dije varias veces, me parece una de las frases mas oscuras, hipócritas y despiadadas con las que en el ámbito militar se justifica la destrucción psicológica (y física) de los soldados. Y también con la que se deja al descubierto el menosprecio hacia los mismos. Evidencia la nula importancia que se le da al soldado dentro y fuera del ámbito militar. Esa frase encierra el concepto que los soldados son reemplazables, insignificantes, que a nadie le importa su integridad. No son personas. (Quizás eso sería lo ideal, ........pero hablamos de personas).


La parte “pensante” del poder, de la sociedad, de la guerra, la que lleva al soldado al combate, lo menosprecia y estupidiza buscando que actúe de manera similar a la de un autómata, para que responda ciega y rápidamente a cualquier orden.
El soldado es para ellos una "barata herramienta" del combate, en donde el objetivo principal es matar para sobrevivir y no importa entonces el daño que se haga a la “herramienta” con tal que la misma permita alcanzar el objetivo.


El soldado no piensa, el soldado ejecuta.


De esa manera no evalúa las consecuencias de los actos que realiza: No piensa ni en los daños que provoca en los otros (que son los mas fáciles de ver), pero sobre todo no piensa, no toma conciencia de los daños que se realiza a sí mismo.


Cuando se combate, se actúa en equipo, en un entorno sin reglas claras (pero sí con ciertos códigos), en el que no hay leyes, ni Dioses, ni Diablos muy presentes, ya que en pos de preservar la vida: “todo está bien”. “Todo vale”.
Un entorno violento que justifica cualquier acción y en el que “no pensar” en lo que se hace, hace que uno no se sienta responsable, ni tome conciencia de lo que está sucediendo.


El problema, ya se ha dicho muchas veces, se manifiesta en la posguerra. 

Cuando el ámbito cambia, cuando el medio en el que vuelve a vivir la persona (el soldado) es un entorno más “normal”, con leyes, Dioses y demonios mas claros y presentes.
Porque cu
ando las balas dejan de silbar, cuando pasa el tiempo y vuelve la calma, "el soldado ...... piensa”.  

Y eso es un problema.


Cuando el soldado apoya su cabeza en la almohada, y se queda solo con sus pensamientos, solo con su conciencia, solo con Dios como juez y como testigo.....los pensamientos aparecen.


Cuando solo se desea dormir y descansar y los recuerdos de esos terribles días de combate, se hacen presentes 
en la mente cada noche, sin pedir permiso y no dan descanso....... se piensa.

Cuando ya no se está bajo el “amparo” del combate, cuando la paz deja momentos para pensar y para tomar conciencia. Cuando se busca la paz y las cosas se recuerdan y analizan “más allá de uno”, aparecen los análisis, las dudas.......y se piensa.


Cuando la persona después de lo vivido, toma conciencia que el enemigo a quien mató era al fin y al cabo alguien tan humano e inmerso en la misma caótica y violenta situación que él mismo. Es difícil sacar conclusiones objetivas, y ....se piensa.

Cuando la cruda realidad pone de manifiesto que no era verdad -y que a pocos le importa realmente- todo eso por lo que se justificó tener que ir al combate. Cuando se cae en la cuenta que no era verdad lo de la lucha justa y lo del perdón divino...... se piensa (y mucho).


Cuando se está sin el apoyo de los compañeros de combate que lo protegían, sin los “superiores” que ordenaban lo que hacer y lo que no se debía "pensar"...... se piensa. Y se piensa en que habría que replantear muchas cosas.


Cuando los recuerdos de los gritos, los bombardeos, los helicópteros, los aviones, los muertos, aparecen en los sueños y hacen vivir una y otra vez el horror del combate.
Cuando se desea mas que nada poder dejar de lado los fantasmas de la guerra y ocuparse de otras cosas mas importantes. 

Cuando la sociedad pensando en proteger o reconocer a esa persona lo sigue identificando con su rol de combate, forzándolo a vivir así con una identidad y en un tiempo que ya no existen........ se piensa y aparecen en la mente muchas preguntas sin respuesta.

Cuando se quisiera con todas las fuerzas no pensar, y poder hacer realidad esa mentira tan grande tantas veces escuchada: "el soldado no piensa". 
Cuando se quisiera no vivir de una pensión y tener un rol y un empleo digno que identifique a esa persona en la paz y no ser visto solo como un “ex combatiente”.

Cuando las fuerzas flaquean en un entorno adverso en el que se requiere atención y contención para seguir adelante, para superar los fantasmas del combate y sepultar -sin olvidar- todo lo relacionado al ámbito militar, al horror de la guerra, sin quedar por eso "pegado" a la sensación de haber sido usado y descartado como un preservativo........ es ahí cuando muchos deciden poner fin al problema de "pensar" del modo que mas conocen: ............ de un corchazo.

CCH2007  (Junio 2009)

sábado, 23 de mayo de 2015

Los desechos de las guerras

Los seres vivos reaccionan ante una agresión externa (por ejemplo ante una infección) poniendo en marcha un mecanismo de defensa (como los glóbulos blancos) que procura devolver al organismo el equilibrio y la normalidad para su correcto funcionamiento, mientras el cuerpo todo se adapta para hacer frente a ese evento, cada parte cumpliendo con su función.  
Al finalizar la agresión el propio cuerpo se encarga de expulsar fuera de su seno todos los "residuos" o resultados de ese ataque que pudieran haber quedado; y volverá poco a poco a funcionar como lo venía haciendo, con o sin alguna lesión o cicatriz temporal o permanente. Pero lo que se vió afectado por la lucha contra el agente externo, ya no forma parte del mismo (células, humores, etc.). 

La sociedad como "ser vivo" que es, debe disponer también de herramientas de defensa ante ataques (externos o internos) que pongan en riesgo su integridad o salud. Para eso cuenta con fuerzas armadas, desarrolladas y equipadas de manera tal que puedan responder ante los ataques o amenazas de las hipótesis de conflicto que los escenarios de cada momento político definan. 
Y puede o no incorporar temporal y voluntariamente a esas fuerzas armadas ciudadanos cuyo interés no sea formar parte de ese ejército -por no tener la vocación militar como guía de sus vidas-, pero que estén convencidos de la necesidad de estar preparados para defender a su patria en caso de ser necesario. 

Lo que no poseen las sociedades es el mecanismo mencionado de los seres vivos para expulsar de su seno los "residuos", los "despojos", los "resultados" de sus enfrentamientos, de sus guerras. 
Y como no puede eliminarlos, expulsándolos fuera de si, entonces los aisla, los esconde, los separa, para que sean lo menos visibles ante el resto.

El verdadero problema de las guerras, está en las posguerras. No hay muchas opciones de "que hacer" con los muertos del combate, pero no está tan claro, ni es fácil definir "que hacer" con los que sobreviven al mismo.

La sociedad sabe cuando envía a parte de sus integrantes a una guerra, que está comprando un problema a futuro con los sobrevivientes, pero los envía igual, pues considera que es mas importante librar esas batallas, que el problema posterior de que hacer con las vidas destrozadas o afectadas por las guerras. 

La historia demuestra que son mas importantes los intereses políticos, estratégicos, religiosos y/o económicos que las vidas humanas que se verán afectadas por las guerras. Nunca se midieron -ni medirán- esos intereses políticos, estratégicos, religiosos y/o económicos en función de los cadáveres que provocan.

Por eso se vende tanto y con tan buen marketing la idea de ir a una guerra, de ser soldado, de defender el bien común,  pero nunca se menciona lo que pasa al finalizar la guerra, cuando ya no se forma parte de esa "élite" que combate, cuando se está solo, cuando ya no se usa el casco y se deja de portar el fusil. Cuando la sociedad vuelve a su funcionamiento "normal".

No se cuenta, ni difunde lo que le pasa a tantas personas cuando la sociedad que los envío a la guerra, ya no necesita que combatan por ella, y ante la imposibilidad de expulsarlas, las aísla. De diversas formas, por ejemplo identificándolas como combatientes (o ex combatientes), no dándoles lugar a re insertarse en funciones productivas, forzándolas a vivir en el pasado y de una pensión que esa misma sociedad se encarga de brindarle como compensación a ese aislamiento. O utilizando otra "etiqueta" y llamando héroe al ex soldado, para utilizarlo en alguna celebración patria haciéndolo desfilar como si fuese militar (que no es, ni tampoco es reconocido asi por las fuerzas armadas en las que prestó servicio).
Imponiendo a la persona un nuevo rol, justificando su etiqueta y aislamiento. 

Ese es en última instancia, el mecanismo de "expulsión" que tienen las sociedades para las "células" que se vieron afectadas en su defensa y sobrevivieron.

CCH2007