domingo, 21 de febrero de 2016

La guerra en tres fechas: 1 de Mayo de 1982

El 16 de Abril de 1982 llegué a Malvinas con mi grupo (el de Artillería de Defensa Antiaérea 601) y hasta aquella madrugada del 1° de Mayo, vivimos en lo que se podría llamar una "tensa calma"


No hubo en esos días una preparación “intensa de combate” o siquiera “prácticas diarias de tiro”.  Los días transcurrían con diversas tareas de alistamiento, preparación y mejora de las trincheras o pozos de zorro.
Recuerdo que cambiamos un par de veces de ubicación, siempre por las afueras de Puerto Argentino,  haciendo en cada sitio parapetos de protección y resistencia para cuando llegase el momento del combate (si es que llegaba).
Como durante el servicio militar, allí también se estaba mucho tiempo sin realizar actividades en las que ocupar la cabeza, y por lo tanto, las especulaciones de toda índole y tenor estaban a la orden del día. Ligadas todas, desde luego, a las derivaciones e implicancias que se generarían con la recuperación de las Islas Malvinas, concretamente al inicio de una guerra armada en las islas con la venida de los ingleses.

Los planteos cubrían un gran abanico de opciones:
Desde las más livianas e ilusorias: 
"Los ingleses no van a venir", ……"La diplomacia resolverá el conflicto", ……"Esto no llega o no pasa a mayores", ……"Si llegamos al enfrentamiento será por una semana y luego se negocia" …… "Están pidiendo al Papa que intervenga para que no pase nada"......
Pasando por las catastróficas: 
“Los ingleses traen misiles atómicos y acá terminamos como en Hiroshima”, …… “Vienen con submarinos atómicos para atacar Buenos Aires y no va a quedar ni el obelisco”, ……”Se nos viene la OTAN encima así que mejor cuidemos lo que hacemos” …… "Los chilenos aprovecharán si entramos en combate en Malvinas para invadir y quedarse con toda la patagonia"...........
Las desbordantes de confianza o esperanza: 
“Ni bien pongan un pie en las islas los matamos a todos” …… “Los ingleses no necesitan las islas y no quieren pelear”, ……”No hay forma de que nos ganen porque estamos en ventaja numérica”, ……"Nosotros estamos esperando y en tierra firme y ellos van a tener que combatir desde los barcos"....... 
O las de máxima: 
"Si los EEUU apoyan a Inglaterra, a nosotros nos apoyan los Rusos y se arma la tercera guerra mundial", …… "Brasil no los va a dejar pasar por sus costas y se suma a una escalada bélica", …… “Si los ingleses atacan, salta toda Latinoamérica a apoyarnos”;,………….

En fin, corrían rumores de todo tipo, y en general se estaba de buen ánimo y se hacían permanentemente bromas con la situación. Los días pasaban sin mayores sobresaltos, día a día llegaban nuevas unidades y tropas, y las islas parecían un gran cuartel militar: hacia donde uno mirase, se veía movimiento de tropas, helicópteros, armamentos y vehículos desplazándose de un lado a otro, y soldados preparando y reforzando las posiciones y los pozos pensando en facilitar con ellas nuestro ataque, y nuestra defensa o protección ante una ofensiva británica. 

Esa madrugada del 1° de Mayo me encontró de guardia en las afueras de Puerto Argentino. 

Para nosotros (que para ese entonces éramos “soldados viejos” con ya más de un año de servicio militar) hacer guardia era algo "relajado", ya que hacía varios días en los que “no pasaba nada, de nada”. 

Eso nos daba tranquilidad y por ejemplo aprovechábamos para juntarnos con algún otro soldado cercano -también de guardia-, demorando nuestras "rondas de vigilancia" en puntos comunes y protegidos del viento helado malvinense y del hostil clima isleño, en donde poder tomarnos un corto tiempo para charlar de cualquier tema alejado del ámbito militar en el que estábamos inmersos y bromear para pasar mejor la guardia esperando que los minutos pasen lo más rápido posible. Y compartir a escondidas algún cigarrillo, o alimento (pan, galletita, chocolate en el mejor de los casos).

En esa situación estábamos con mi ex compañero Gustavo Risso en cercanía de las últimas casas de la ciudad hacia el lado de Moody Brook que en esos momentos era la zona donde estábamos "afincados".  Aún no despuntaban las primeras luces de ese primero de Mayo. Los fusiles (FAL) apoyados lejos a un costado para que no molesten. Los cascos sueltos sobre el pasamontañas, hablando de música, intentando hacer mas corta la espera para que finalice nuestro turno, y volver a cobijarnos del frío de la noche o madrugada de Malvinas. 

En un determinado momento, vi a lo lejos iluminarse el cielo entre nubes grises por la zona del aeropuerto, del otro lado de la ciudad. Fue como un resplandor lejano, rojizo. El primer pensamiento y comentario fue: “Uhh parece que hoy llueve de nuevo” (pensando que se trataba de un relámpago), y en ese mismo momento, escuchamos el ruido como de trueno, y tembló el suelo de Malvinas. Y al instante nuevamente lo mismo.

Nos miramos, sorprendidos, no quedaban dudas de que se trataba del primer bombardeo inglés.  
Sin mediar palabras, ambos corrimos a buscar nuestros cascos y fusiles, mientras gritábamos para despertar al resto del grupo que dormía, avisando que el ataque y la guerra habían comenzado.

En esos segundos, minutos, primeras horas que siguieron todo fue muy confuso, se escuchaban otras explosiones, las primeras reacciones de nuestra artillería respondiendo al ataque inglés, gritos y corridas a los pozos de otros grupos cercanos, oficiales y suboficiales despertándose y dando ordenes de todo tipo. 

Era una mezcla extraña de sensaciones. Por un lado la sorpresa, la conmoción, la euforia de tener que entrar en combate para defender nuestro territorio y probar nuestro desempeño como soldados en una situación nunca vivida (jamás imaginada en realidad un par de semanas atrás). 

Por otro la angustia de que empezábamos a jugarnos en serio nuestra suerte y nuestras vidas en la defensa de las Islas. Cierto miedo de poder estar a la altura de las circunstancias que se diesen. Sentir que el riesgo de vida empezaba a ser algo real. 

Me vinieron a la mente las caras de la familia, que quizás no volvería a ver más, pero que a su vez servían para aumentar la confianza y el entusiasmo, porque lo que habría que hacer de ahí en más, sería también por ellos. 

Recordé las imágenes de las plazas llenas de gente despidiéndonos, apoyándonos, la idea de un pueblo unido al que nosotros representábamos en el combate, y al que no podíamos fallarle. Y pensé por un momento en que según mis planes en esos días yo debería estar ya cursando el primer año de la carrera de ingeniería en la universidad, y quizás trabajando o aun buscando algún empleo luego de haber terminado "la colimba", pero la realidad era que por alguna razón indescifrable, estaba en Malvinas, dentro de un pozo húmedo, recibiendo los primeros ataques ingleses en un ambiente de confusión y locura.  

Correr a los pozos, agarrar y encender la radio, para recibir órdenes y saber que estaba pasando del otro lado de la ciudad y como estaba el resto de nuestros compañeros de grupo en las posiciones distantes; mirar a nuestros superiores (en rango) para que nos digan como proceder, en una locura de órdenes y contraordenes, en medio de información de todo tipo procedente del radar y repetida hacia las posiciones de tiro. 
Disparos distantes, explosiones, detonaciones, sonidos, gritos, que rompían definitivamente la calma en Malvinas......... la locura se iniciaba.

Ya en el pozo,con la tensión de estar viviendo semejantes momentos, me propuse y empecé a pensar más fríamente. 
Estos primeros bombazos, nos daban certeza en cuanto a que el combate había iniciado; se acababan las dudas, las indefiniciones, y las especulaciones. 

A partir de ese momento teníamos por delante un camino que no tenía marcha atrás y en el cual la única opción era recorrerlo. Y había que recorrerlo pensando cada paso que nos tocaría dar porque en cada paso de ese camino nos jugábamos la vida.  Se iniciaban tiempos y acciones difíciles y desconocidas para la gran mayoría de los que estábamos ahí. Nos encontrábamos real y definitivamente en una guerra, viviendo una situación que nunca habíamos imaginado ni siquiera días atrás, y en la que íbamos a tener que hacer también cosas inimaginadas. ¿Alcanzarían las prácticas y las enseñanzas que nos habían dado? ¿Que pasaría con cada uno de nosotros? ¿Estaríamos a la altura de lo que se esperaba de nosotros?.

Y en ese momento tomé conciencia de que ninguno de los que estábamos ahí en los pozos, en Malvinas, iba a volver.  Ese primero de mayo (el combate, la guerra en realidad) iba a transformarnos y nunca más volveríamos a ser quienes habíamos sido hasta ese momento. 

Ese día iba a ser una especie de punto de inflexión, un "click", en nuestras vidas. Miré entonces a mis compañeros de pozo, y les dije algo así como -"Muchachos recordemos bien este momento porque a partir de ahora ninguno de nosotros va a volver a ser el mismo. A partir de hoy olvidémonos de "volver" de Malvinas" (pensando en que quienes volveríamos de Malvinas seguramente íbamos a ser otros muy distintos a los que habíamos sido hasta ese momento). 

No me prestaron mucha atención, desde luego, o me tomaron por un enorme pesimista pensando en que me referiría a la muerte de todos nosotros, salvo un capitán del que ya no recuerdo el nombre que me dijo -"pibe tenés razón, vamos a volver siendo otros pero mejores".

Eso de "mejores" en realidad no fue así, pero en cuanto a los efectos o consecuencias que nos dejó la guerra, respecto a las huellas que el combate dejó en nosotros, no tuvo que pasar mucho tiempo para darme cuenta que yo tenía -lamentablemente- razón. 


CCH2007

martes, 2 de febrero de 2016

El regreso, la revancha

De Malvinas regresamos, entre otras tantas cosas:

- con el dolor de haber perdido una guerra, 
con la angustia de haber dejado allá a muchos compañeros, 
- con el pesar de haber visto como bajaban nuestra bandera de un territorio que es nuestro, 
- con el desconsuelo o sabor amargo de no haber podido (o sabido) “hacer más”, 
- con la pena de volver al continente como prisioneros de guerra, 
- con la seguridad de ya no ser los mismos que éramos antes de ir a Malvinas, ......

Y a su vez, es cierto, luego de tamaña y cruenta experiencia:

- con muchas ansias de volver a ver a nuestros seres queridos, 
- con la esperanza de retomar nuestras vidas, 
- con el inútil deseo de reencontrarnos con quienes habíamos sido hasta ese 1 de mayo  del 82, 
- con la ilusión de que esa unión social que había en Argentina al irnos (y por la que murieron nuestros compañeros) seguiría presente en la gente.......

Volvimos 
- habiendo dado y dejado allá lo mejor que teníamos, 
- conociendo el miedo pero no la traición, 
- habiendo realizado todo lo que estaba a nuestro alcance, con una entrega brutal y sin miramientos, 
- sabiendo que actuamos haciendo lo mejor que pudimos hacer con lo que teníamos y con lo que sabíamos en ese momento
- conscientes de haber llevado y ejercido el mandato de TODA UNA SOCIEDAD que nos vivó y aplaudió antes de cruzar a Malvinas.

Por todo eso y tantas otras cosas, los Veteranos de Guerra de Malvinas no sentimos otra cosa que orgullo y honor por haber defendido y luchado por la recuperación de nuestras islas.
Sentimientos solo compartidos, y conocidos en toda su profundidad, por quienes estuvimos en combate.

Sobrevivimos a una guerra, pudimos remontar nuestras vidas; tenemos hoy –la mayoría- una familia y amigos que nos soportan y nos contienen.

Palabras como dignidad, respeto, hermandad, honradez, sacrificio, dolor, orgullo, etc. tomaron un sentido muy distinto para quienes vivimos la guerra en primera persona.




La guerra terminó abrupta, brutalmente (más rápido que nuestra voluntad y ganas de luchar) y si bien nos faltó preparación para afrontar la posguerra, pudimos superar como pudimos las miserias vividas, el horror del combate armado, ganándole "a" la guerra y refundando o rehaciendo nuestras vidas con nuevos desafíos y objetivos.

Ésa es nuestra revancha, ése es nuestro triunfo. Ganamos. 
Le ganamos "a" la Guerra. No logramos el objetivo de recuperar las islas en 1982, pero "ganamos".

Nuestras nuevas responsabilidades pasan hoy por otro lado; nuestro puesto en la lucha (nuestro nuevo “rol de combate”) ya no contempla, gracias a Dios, un fusil FAL en la mano. 

Nadie regresa de una guerra.
Pasaron casi 23 años, somos otros (nosotros y el país del que formamos parte), otros muy distintos a aquellos soldados que fuimos en el 82. 
 
Si no asumimos esto, si nos quedamos rumiando el dolor de la derrota militar, si todavía esperamos un reconocimiento que sabemos jamás llegará (y que nunca tuvimos como objetivo, ni necesitamos).
Si el recuerdo de ese amigo que dejamos en Malvinas en una fosa anónima o deshecho en un montón de pedazos, solo despierta sed de venganza , resentimientos, o la tremenda estupidez de pensar en una solución violenta al problema .......... entonces no aprendimos nada, y viviremos en guerra "interna" por siempre.

La guerra (armada) terminó en 1982, siguen muchas nuevas peleas. Porque como dijo un oriental hace muchos años: El mejor guerrero no es el que triunfa siempre, sino el que vuelve sin miedo a dar batalla.



CCH2007

viernes, 22 de enero de 2016

La guerra en tres fechas: 2 de Abril de 1982.

El 1 de Abril del 82 a la tarde, por primera -y unica- vez en mi SMO, me había "fugado" del cuartel.

Si bien tenía permiso “verbal” del jefe de la unidad para irme por haber trabajado durante la noche anterior; el resto de los jefes intermedios, y solo por ese “ánimo militar” de hacer sufrir al soldado, me negaban la salida. Así que esperé un tiempo –a mi criterio- prudencial, intenté y solicité varias veces me dejasen salir, y ante la negativa constante y el tiempo que inexorablemente corría y corría, simplemente agarre mis cosas, y me fui.
Viajé (colado desde luego) en el tren Roca desde Mar del Plata a Constitución, y entre idas y vueltas por las demoras para salir, llegué a mi casa muy tarde sobre la medianoche. Ingresé y me fui a dormir directamente sin despertar a mis padres.

Mi 2 de Abril del 82, comenzó muy temprano cuando me despertó mi “vieja” llorando a los pies de mi cama, y agradeciendo a Dios que me "habían dejado salir" del cuartel. Mi padre estaba más atrás de pie, en la puerta de mi habitación, sin decir nada, y con una inocultable cara de preocupación y ojos llorosos.


Yo no entendía nada. Pensé en la posibilidad que la Policía Militar me hubiese venido a buscar por haberme "fugado", y sin comprender que era lo que estaba sucediendo, medio dormido, pregunté varias veces “que pasaba”, ...... ninguno de los dos me respondía.

Entre las lágrimas de mi vieja, mi papá, creyendo informarme, me dijo a secas y a media voz que "tomaron las Malvinas” (así en “tercera persona del plural”). Silencio.

Entre lo dormido que estaba, y la escena incomprensible que estaba viviendo, no entendía nada, no comprendía “quienes” las podían haber tomado; ..... los chilenos,  .......los rusos,.. No se me ocurría en ese momento que podía estar pasando, ni por asomo sospechar que Argentina hubiese dado ese paso.

Pregunté incorporándome, “¿quién, tomó Malvinas?”, “no entiendo ¿qué pasa?” ya un poco más nervioso.

Mi madre dijo: “entonces no sabés nada, .....no te dijeron nada” (lo cual me puso más nervioso, aún), hizo un silencio y agregó: “el ejército,…. recuperamos las Malvinas....lo están diciendo por la radio y la televisión”.

Sentí como si me hubiesen tirado un enorme baldazo de agua helada, una especie de mareo. Quería sin éxito acomodar las ideas, no entendía si esto era real o no. 
No entendía nada. Quería, pero no lo podía creer.
Sobrevinieron una serie y mezcla de sensaciones, que en ningún caso eran de felicidad o alegría, más vale algo así como un vacío en el estómago y la sensación de caer por un precipicio sin fin. 
Me terminé de parar y pase entre mis padres directo al baño a lavarme la cara. 

Sabía que mi baja del Servicio Militar Obligatorio estaba prevista para el 14 de abril. Solo faltaban unos pocos días. Era 2 de Abril. No podía tener esa “suerte”.

Ya había aprobado el examen de ingreso a la universidad y esperaba la baja para reincorporarme a la vida “civil”, dejar de lado la estupidez de ese año perdido en un cuartel........ir a la facultad, tratar de conseguir un trabajo (que un conocido me había mencionado podría llegarse a dar a principios de Mayo), volver a juntarme con los amigos, ir a la cancha, etc. Nada del otro mundo.
Y tuve la sensación de que todos, todos, absolutamente todos, mis planes y sueños se desdibujaban y desaparecían en esos segundos.

Mi primer reacción fue putear, y puteé como loco, luego de levantarme, puteé, recontra puteé, y recontrarequeteremilreputeé a Galtieri, a la junta, a los ingleses, a la gente que vivaba en la plaza, a los periodistas que decían cualquier cosa, y alguno que otro más. La puteada (una de las mas largas de mi vida)  empezó tempranito y ya para las tres, cuatro de la tarde fué amainando.

Mientras puteaba y trataba de poner orden a las ideas, por televisión y por radio, veía y escuchaba como miles y miles de argentinos apoyaban la toma de Malvinas. Dirigientes de todo tipo, periodistas, la gente en la calle, todo era Malvinas.

Sabía internamente (pero me resistía a aceptarlo) que mi destino estaba sellado: era soldado (viejo), estaba en defensa aérea, en la unidad más moderna del ejército: iba a ir a Malvinas sin lugar a dudas. 

La baja y mi regreso a la vida “civil”, se perdían en la nebulosa, y quedaban muy, muy, muy lejos.

Por un lado comprendía que era una locura lo que se avecinaba en mi vida, y dudaba de mi preparación para afrontar semejante hecho; pero aceptaba que sin dudas yo iba a estar en el medio de sea lo que fuese, se avecinaba. 
Veía la reacción que Malvinas provocaba en la gente, semejante apoyo, y me daba cierta alegría, cierta fortaleza. Pero no podía dejar de pensar el hecho desde “lo militar” de la reacción de Inglaterra y la casi segura confrontación bélica que se avecinaba; y no entendía como tanta gente apoyaba una guerra con Inglaterra sin plantear las consecuencias que tendría.

Miles de ideas iban y venían por mi cabeza, tratando de ver la situación positivamente e incluso bromeando con ella para sacarle peso. Llamadas de la familia para conocer mi condición, vecinos, amigos sumaban caos a la casa. Ver la angustia que sentían -mi vieja sobre todo-, pensar en cómo todos mis planes se iban a la basura, me produjo un extraño malestar, una sensación de desamparo. Seguramente angustia. Pensé en volver ese mismo día la cuartel, temía que los milicos me encarcelaran por ser desertor en tiempos de guerra y me tildaran de traición a la patria, en esos momentos: calabozo de por vida.

Traté de calmarme y  calmar a mis viejos. Y viendo las reacciones de la gente, pensé y sentí durante todo ese fin de semana que realmente Malvinas movilizaba a la sociedad, que Malvinas realmente era una cuestión nacional, que Malvinas era un sentimiento tan fuerte que generaba una auténtica y justificada cohesión social, que Malvinas transformaría a la sociedad y al país, y que entonces estaba bueno ser parte de todo eso.
Pensé entonces que el destino me tenía guardada esta "sorpresa" de tener el privilegio de "poder escribir aunque sea una coma" en esta página de historia que se estaba escribiendo. Seguramente estaba tratando de justificar y darle algún sentido a semejante locura. 

Pero esta visión terminó por convencerme, de aceptar y "digerir" la jugarreta que el destino tenía reservada para mí ese 2 de Abril.

Así que, aspiré hondo, fui apretando los dientes, y asumiendo la responsabilidad que me cabía como soldado (y que como argentino) tenía en ese momento. 
Fuí aceptando que iba a ser parte de un hecho histórico, que iba a ser parte de la historia del país, y me propuse poner lo mejor de mí, sea lo que fuese que se avecinase y sea lo que fuese que me tocase realizar.

"Tragué el sapo" y me prometí ponerle el hombro a la situación, con lo que pudiese. Traté desde luego de dar fuerza y quitarle peso a mis viejos, mostrando una entereza que muy dentro mío estaba sembrada de dudas.

Luego vino lo que vino y pasó lo que pasó.

El lunes (5 de Abril), volví al cuartel, mi “fuga” no había pasado desapercibida y me esperaba un castigo y calabozo, pero por Malvinas quedaba “sin efecto” (solo tuve que realizar varios ejercicios físicos como “pena”). Durante esa semana todos los trabajos de "Operaciones" pasaron por elaborar  planos, carpetas, registros, de las zonas de Malvinas en las que se preveía íbamos a dar defensa aérea, y desde luego información y reproducción para nuestro  reconocimiento e identificación de la flota aérea de los ingleses (aviones, helicópteros, etc.).

El otro fin de semana (10 y 11 de abril) y ya sabiendo que nuestro destino era Malvinas, nos dejaron volver a casa para despedirnos de la familia. 

De esos días solo recuerdo la partida de mi casa ese domingo: Mis viejos querían venir a la estación Constitución a despedirme, les rogué que no, que se quedasen en casa, no iba a ser un momento "fácil". A ellos les había jurado que iríamos a dar defensa aérea a Bahía Blanca o como mucho a Comodoro Rivadavia sabiendo ya que nuestro destino era Malvinas (cosa que desde luego no creyeron, pero en la sana y doble hipocresía del momento no objetaron).
Así que me fui solo a tomar el colectivo 51 hasta Hipolito  Yrigoyen, para llegar a Constitución y tomar desde allí el tren a Mar del Plata. Recuerdo que el chofer me cobró el boleto a pesar de estar vestido de soldado y que internamente pensé que ese podía ser el último boleto que sacase, y el último viaje en colectivo. 

Luego ya en Constitución recuerdo ver a los soldados, subidos al tren, asomados por las ventanillas, golpeando los vagones y coreando el famoso "los vamo'a reventá, los vamo'a reventá" y pensé, o estaba casi seguro, (y así lo comentamos con mi amigo y compañero Sergio) que no teníamos verdadera conciencia de lo que se venía.

Pero estábamos en el baile y teníamos que bailar.

CCH2007

viernes, 15 de enero de 2016

Relatos de Malvinas

No comparto -o no me parecen correctas- las “formas” de los relatos que a menudo se hacen cuando se trata de hechos bélicos de la Guerra de Malvinas.

Aclaro que para nada reniego, ni niego (por el contrario, respeto mucho) lo actuado por muchos soldados y cuadros durante la guerra. Es un motivo de orgullo haber participado en los combates por Malvinas en el 82 y haber compartido con muchos VG vivencias y acciones inolvidables.


No comparto cuando esos relatos se hacen cuasi “novelándolos”, con descripciones retóricas dignas de ser incluidas en la revista Billiken, donde parece que se cuentan las acciones de guerra como si fuesen algo "casi deseable", hasta con ciertos visos de "romanticismo"; o cuando hacen parecer que San Martín y Belgrano quedan a la altura de un poroto ante la valentía y abnegación que muchos dicen haber tenido.

Simplemente porque no se condice con lo que yo ví -y viví- en los sesenta y pico de días que estuve en Malvinas (y durante los combates).

No “siento” como real cuando se presentan los hechos tan “idílicamente”, cuando se “maquilla” tanto la situación.

En lugar de: 
……"esa fría mañana, algunas gaviotas sobrevolaban nuestras posiciones, el cielo plomizo y el helado aire de Malvinas endurecían aún más nuestros rostros, y sentíamos en la sangre el impulso sanmartiniano ante el vil invasor......."
Considero que se acerca más o que describe mejor el estado de ánimo y la situación que se vivía: 
...." estábamos con el barro hasta las pel#tas, se nos agotaban las municiones, y le tirábamos a lo que se ponía enfrente (y si era inglés …..mejor)”,……o “no sentíamos si hacia frio o calor, no dábamos mas, pero seguíamos poniendo el hombro, teníamos miedo y nos dábamos fuerza y ánimo entre todos, ...".

Tampoco la descripción que hace ver a los VGM como eximios guerreros, o que pareciera que se estaba a gusto con la batalla, y no sentía miedo o temor en esos momentos.
Miedo -según la real academia española- es una sensación de alerta y angustia por la presencia de un peligro o mal, sea real o imaginario.
Quien diga que no sintió miedo en la guerra, en los combates, en los bombardeos,……. con todo mis respetos: “No le creo”.

Todos tuvimos miedo, pero ahí estuvimos, nos quedamos, desde luego cada quien con diferentes grados de temor e incertidumbre; pero "apretamos los dientes", e hicimos lo que pudimos, supimos y consideramos que debíamos hacer,...... y fuimos para adelante.

Es decir, reitero, respeto 100 % lo actuado, vivido y sentido por el grueso de los VG, pero creo que “maquillar” los relatos no los hace más creíbles o memorables. 


CCH2007

lunes, 11 de enero de 2016

Lo difícil de la guerra

Muchos nos consultan, sobre lo difícil que debe ser el momento en el que uno toma conciencia que va a matar, sobre lo angustiante que debe ser “apretar el gatillo” sabiendo que ese proyectil que uno dispara, probablemente se llevará consigo una o más vidas.

Apretar el gatillo es realmente muy simple, y más aún cuando se está bajo fuego enemigo.

Las "consecuencias", lo "pesado" viene después, cuando ya no hay disparos (como dice una conocida letra de Pink Floyd: Las llamas se apagaron, pero el dolor persiste.)

Porque el daño de la munición, no solo se hace "en los del otro lado", ese mismo proyectil que se dispara, termina hiriendo, termina impactando en mayor o menor grado en quien aprieta el gatillo.

De eso se habla cuando se dice que nadie vuelve (ileso, sano) de una guerra.

Es decir, no se sabe cuánto daño se hace al apretar un gatillo, pero tampoco cuanto daño "se está uno haciendo". No se toma conciencia y se actúa.

Se supone (o se hace creer) que existe una causa que es más valiosa que las vidas humanas en juego en ese momento. Y en definitiva más importante que las vidas humanas que se verán afectadas con posterioridad a la guerra.

En el combate la idea es que se actúe pero no se piense. Otros “piensan” por los soldados y les dicen que deben hacer, …………….. y les dicen que disparen.

Pasado el combate, el problema será del soldado que deberá aprender a vivir con “sus muertos” en la consciencia. Quizás de ahí se desprende el alto el índice de suicidios entre excombatientes (en el mundo).

Los “aplausos”, la "glorificación de la guerra", el llamar "héroe" al Veterano de Guerra, y demás acciones "política y socialmente correctas" para los que vuelven del combate, se dan para que le sea más llevadero al soldado todo ese bagaje de cosas que se traen de la guerra y que se deberán llevar sobre las espaldas a partir de entonces.

Se dan para seguir convenciendo al (ex) soldado que haber defendido los intereses que defendió en la guerra valió la pena, aún a costa de su bienestar futuro (en realidad para disfrazar que su bienestar a pocos le importa frente a los intereses defendidos en la guerra).

Es necesario convencer a la persona de que es un héroe, y que está muy bien lo que hizo. Que los enemigos definidos en ese entorno merecían la muerte o la mutilación, y que sus familias lejanas -y ajenas a la guerra- también merecían sufrir.

Porque si se empieza a analizar de manera más macro, se puede llegar a conclusiones que atentan contra lo actuado, pues el conflicto es temporal (como los enemigos del momento) pero los daños son en la mayoría de los casos permanentes.

En el mismo acto de apretar el gatillo, está la condena a cumplir: el tener que vivir después con eso encima.

En la sociedad hay un mecanismo de castigo (o compensación) para quienes quitan una vida. En la guerra no.



CCH2007